31 diciembre, 2011

Largo

 Entre sábanas que se nos pegaban a la piel soñábamos con algo que sucedió, sucedió realmente. Estábamos en el pasillo larguísimo, liso, y ale, a quien solo habíamos visto bailar mover con gracia los brazos con volados en los extremos como tules verde-azulados sugestivos, se acercó. Quería decirnos algo pero buscó por un breve instante con fingida preocupación ese comentario que le resultaba en definitiva indiferente y sustituyó todo por un gesto. Sin mirarnos exactamente sino de un modo desatendido con ojos pardos y la voz apagada; pero que podía encenderse con facilidad lanzando estallidos refulgentes con su timbre de una intensidad indescriptible. Su dedo nos empujó por sobre la remera a rayas con una suavidad exquisita que perduró hundiéndose en nuestra carne un siglo; había sido como una caricia que nos regalaba a falta de palabras. El pasillo, cuarenta y tantos pasos hacia un lado y otros cuarenta y tantos hacia el otro, desierto.

27 diciembre, 2011

Esos raros días

 Entra ale al cuarto y se sienta, nos mira y baja la cabeza, la enfoca toda en unos papeles. Hace rato lo vimos ya leyendo esas cosas, no le preguntamos qué es. Hablamos de música y de músicos, y de nuestros gustos más personales como siempre, pero esta vez nos subimos encima suyo, él ya lo ha hecho otras veces, nos interponenos. En el piso reina el silencio. En esta época ni siquiera el personal de maestranza mueve sillas y mesas devolviendo a la amplia atmósfera vacía breves y ensordecedores chirridos. Le preguntamos por la familia, y su cara siempre enternecedora que se mece de un lado al otro en su barbilla sincera y sus manos claras, de pronto se apesadumbra. Ahí es, casi, para decirlo con más precisión, cuando saca la masa y nos da en medio de la cabeza, pluf... todo se divide y una sangre la más dulce que podamos recordar abre cursos y corre libremente. Primero su figura que se torna sombría y su voz siempre clara y precisa con esa sobredicción casi nos atrevemos a opinar, se apaga, pero solo para decir algo y luego intentar resurgir con más fuerza. ale casi nos insulta, en la cunita siempre en que nos mece con sus gestos entre dulces barrotes frescos sobre los cuales amamos apoyar nuestro rostro. Se muestra molesto, pero es todo una recriminación que terminará pronto, dice que ya sabíamos todo; que no hay más familia, que no hay más mujer desde hace varios meses. Y ya lo sabíamos, según él ya lo sabíamos. En realidad es ahí cuando saca ese artilugio digno del más embravecido guerrero medieval y nos da. Nuestros tejidos y nuestra expresión hacen un ruido de locos nos sentimos de plastilina, maleables, modelables en cualquier imposible sentido. Le avisamos que estamos hechos trizas -los nervios despedazándose solos y dejando la risa como en carne viva-, y que nos ayude a juntarnos y recomponernos. Pero bueno estamos casi satisfechos de que ale se agarre a esa papirusa.  

26 diciembre, 2011

Es hora de acercarnos a Dios

 Nos dice giuli que de a ratos con belén iban a la Iglesia de Santa María. Es esa iglesia de ladrillitos que ocupa toda la esquina de Av. La Plata y Rosario. Lo repite y lo repite ante nuestra incredulidad y su voz metálica y mojada se nos mete y se nos mete fresca revoloteando en el pequeño ambiente, mientras se prepara para darnos un abrazo de despedida. Sí, en primavera o en invierno, en las tardes cuando teníamos un rato entrábamos a rezar. 
 Lo primero siempre es elegir a tu Santo, a esa hora hay poca gente, se ven más que nada algunas señoras que ya han elegido. Entonces nosotras íbamos y pedíamos, deberías pedir, deberías elegir a San Expedito y así vas a conservar tu trabajo y vas a encontrar el amor. Nosotras hasta en casa le hicimos un santuario a San Expedito; y reían y reían y reían. Pero no a carcajadas, sino con esa risa que está del otro lado de lo jocoso y de lo sobrio. Es una dulce causticidad que te quema los huesos si no la sabés manejar o si dejás que te atrape. Nos da trabajo imaginarnos que semejante sarcasmo y esos brotes caprichosos de desparpajo hayan estado entrando y saliendo, circulando en medio de lúgubres corredores de fe. Ese piso de negra piedra helada donde se hace de noche en pleno mediodía al son de las trompetas que exhortan para la condenación definitiva de las almas. Las chicas se tocan y se estremecen en sus rondas entre las pilas de agua bendita. Te esperamos adentro al lado de una columna la primera que ves cuando salís del breve pasillo en ele de la entrada, adentro, porque afuera llueve y hace frío, y te mostramos toda la Iglesia y te presentamos cada Santo y elegís el que mejor te viene.

17 diciembre, 2011

Amen!

 Edith Piaf repetía y repetía que todo pasaba por el amor y soltaba como un humilde pero potente anatema -el imperativo de amar- a la juventud, a los que vengan, a los que la oigan. 
 Ella está sentada sobre la arena y mira al mar y se deja envolver en lo profundo, luego mira a la mujer que la entrevista y que le pide dé su mensaje de esperanza a todos los que vendrán, a las generaciones. Ella siente ahora todos los granitos de arena tibios desparramados, apilados y que la sostienen y la hacen flotar. Y repite lo mismo como alguien que no piensa, alguien que ya no necesita pensar. Es alguien que está atravesada por el rayo de la pasión; todo en ella está congelado y alimentado por una verdad incansable que hace sonreír y enloquecer. La joven mujer que la entrevista se siente satisfecha y contenta de todo lo caprichoso e inexplicado de sus respuestas automáticas. Se pone de pie y agradece y va alejándose de Edith Piaf que se queda sola entrelazando ambos murmullos.

13 diciembre, 2011

Despedida

 Por el empedrado con la mirada vuelta hacia un lado y hacia otro y la muchedumbre en las mesas, las parejas, van quedando con sus tragos y sus cenas livianas, la pesadez de la noche tan calurosa nos empuja hacia el reflejo azulado de la calle. Volvemos envueltos en la vacilación de si se puede o no se puede predecir lo horrible, la desgracia, la necesidad o el azar: el olor de la muerte; existe un tal aroma gélido? Seguimos caminando y repitiendo las palabras de que algo va a pasar hoy, ahora... dentro de muy poco.  
 Y tal vez nos parece siniestra la despedida aquella que no es más que eso una simple despedida, pero si fuera... un adiós, algo definitivo, irretornable. Como la única cosa que así lo es y que despierta como a tiros el aire compactado.   

08 diciembre, 2011

Alianza

 No recordamos el aniversario, simplemente lo adivinamos. Sin la guía de Humito, nos pusimos de pie en la penumbra de la habitación sin calzado sintiendo la tierra fresca. Afuera una puerta de algún cobertizo vecino se golpeaba con el fuerte viento que se levanta a la madrugada en la estación. También el perro del vecino comenzó a ladrar a esa hora, recordamos. Tanteando nos acercamos hasta la repisa amurada y tomamos la pequeña caja celeste que un chiquito cuida desde hace años. Pero luego nuestros dedos envueltos en cierta vacilación ya no acertaban a entrar mecánicamente en el cuadrado que con reflejos de la luz lunar la plata dibujaba centelleando en el aire. Ese mismo día ustedes nos visitaron luego de un aviso y un retorno sorpresivo. En la distancia y por diferentes vías pudimos lo mismo invocar un aniversario. Un aniversario auténtico debería ser el recordatorio de encuentros que nos señalan.

02 diciembre, 2011

Al mar

 Y de repente estábamos allí. El mar se abrió ante nosotros sin que lo esperáramos; no esperábamos mucho al atravesar ese camino del medio. Sintiendo la fricción suave que las zapatillas hacían sobre la tierra seca levantando un polvo imperceptible. Un calor también seco nos calcinaba con lentitud pero sin detenerse y nos daba risa. La mayor de todas las carcajadas que extendimos como enredaderas y lianas larguísimas entre la flora autóctona que no nos decía nada fue cuando intentaron hacer capturas de aves que eran solo eso. Por lo demás no había nada que pudiese sorprendernos cosas como bichos o animales salvajes que los carteles mostraban a otros visitantes. El mar sí nos sorprendió porque no nos importaba encontrarlo pero después cuando lo tuvimos a nuestros pies era algo demasiado inmenso y maravilloso profundo y hermoso como para tenerlo sin ningún esfuerzo; siempre tan cerca nuestro. En la ciudad.   

20 noviembre, 2011

Inclinaciones

 En el cielo y sobre la tierra; miramos hacia abajo miramos hacia arriba. Subimos las escaleras y en ese momento por primera vez se anudan todas las cosas que llevamos dentro, las tripas y los cartílagos acuosos y las pequeñas sustancias gelatinosas que se estiran elásticas sin ceder a las dentelladas. La carne de pollo, la carne de cerdo y de cordero; nos sentimos asados. La distancia del quinto piso a la planta baja se deja ver cuando por el hueco frondoso nos gustaría volar como por un tubo. Todo anudado de vuelta no podemos soltar esa palabra. Pero de verdad, si algo de verdad nos gustaría es que como en el capítulo 7 de Rayuela brotaran de nuestra boca las palabras como peces. 

17 noviembre, 2011

Vesre

  Porque nuestra imaginación estaba hecha de música ese era nuestro mayor deseo poder tocar, poder estar, poder viajar sin cambiar de lugar.
 Y, hablándonos de cambiar de lugar, de ya no estar en el mismo lugar aquello que más inquietante nos resulta es determinar si se trata de qué cosa, de agotamiento o de cansancio; y si acaso los desgastes, si es que son algo distinto, incluyen -y si es que son necesarios y valen la pena- engloban ambos movimientos. La doble, la triple o la cuádruple efracción. 



09 noviembre, 2011

Liberación

 Descendimos esas amplias y señoriales escaleras de mármol impecable. Experimentamos liviandad al apoyar las suelas aquellas sobre la roja y gruesa alfombra tan suave como el pelaje de un osezno y hecha de una corteza que resiste la infinidad de pisadas diarias. 
 No hay para nosotros vislumbre de una liberación si es cierto que ningún hombre puede escapar a su propia historia. Supongo que esperábamos con ingenuidad que Alejandro soltara amarras para nosotros y nos permitiera huir quizás hacia el Delta; hacia otro cosmos interior por descubrir. No habría que preocuparse más por el hypokeímenon
 Pero qué es ese por descubrir que tanto nos seduce como si siempre nos estuviéramos perdiendo de algo. Hacia allí queremos ir desde que memoria tenemos: diciendo; nada me ata a este lugar. Y al fin el gesto de huir es lo único que queda, del otro lado una oscuridad atractiva se revuelve y nos llama. 

05 noviembre, 2011

Pulse du temp

Un souffle sur mes propes oreilles de celle musique qui m' a suivi depuis quelques annes, des mondes qu' on avait construit pour rester, pour laiser, on dit que c' est posible de voyager sans changer de lieu..

04 noviembre, 2011

Tatuajes

en proceso

mi casa


 Esta mañana disfrutamos del sol que estaba suave igual que una brisa que nos visitaba acariciadora. En la mesa de piedra, mientras tomábamos unos mates y conversábamos sobre bichos y la

môme cantaba canciones conocidas o readaptadas a cada momento, montamos un estudio de tatuajes. El cielo estaba muy claro, como un auténtico Cielo de pintores, a tono con un avión blanco que voló muy bajo, pausadamente. También surcaron tres aves inmensas, mucho más corpulentas que aguiluchos, sobre todo más pesadas, cuyos graznidos parecidos a los que hacen los cuervos nos sorprendieron mucho. Corrimos para tomar unas fotos de semejantes alas extendidas en la lejanía invisible pero cercana en que flotaban majestuosas esas bestias; no hubo tiempo, enseguida desaparecieron si bien sus graznidos se sintieron largo rato todavía y no porque los trajera el eco. Pero la escritura en los cuerpos es la permanencia más burda. No hubo el menor obstáculo para patentizar las llamaradas del dragón que le plasmó en uno de los últimos trazos con premura por terminar. Y la mariposa fue una intervención compleja, trabajosa; dibujar una mano y dibujar sobre una mano parecen ser grados distintos pero equiparables de dificultad. 

 Ahora llamaremos para preguntar, antes de que lo olvide, si el dibujo de su pierna es una paloma o una flor.

30 octubre, 2011

Linda linda amy


Por aquella época golichi nos regaló un disco de linda emy. Teníamos todo para ser felices pero como una cierta realidad aparte. Era una fuerza titánica que nos sostenía desde abajo  porque arriba nos sentíamos como mártires sangrando por cada poro de nuestra carne castigada. Resistíamos y queríamos la felicidad porque nos esperaba a cada curva, a cada recodo del camino. La felicidad está en las cosas simples. Jugábamos  con la desesperación y violencia si desbordaba nunca era suficiente para ahogar toda la esperanza que rebosaba por los costados de una ancha rivera. 

22 octubre, 2011

Donde se intenta la distancia entre nombres humanos y nombres cánidos

Arriancito
 Debido a su heterocromía congénita, a nuestro juicio, debió llamarse Celestino. Es que debía mantenerse en esa lógica de serle impuesto un nombre de persona pero que no fuera tan disonante quizás como este que quiso ponerle bebita. También hubiésemos amado imponerle tampico, tuco o crazi8 verdaderos nombres, verdaderos estallidos en la noche perruna. Pero nadie nos hubiese hecho caso. Qué momento tan mágico aquel, cuando la cosita negra peludita no para de saltar cerca de nuestros pies y de tantos movimientos repentinos y fugaces ni siquiera se deja sacar una foto. Es un momento pleno de incomodidad el de que exista un punto innominado; cosas semejantes no pueden ser aplazadas en el tiempo. Toda intención quiere siempre conjurar tales objetos insoportables al filo de la conciencia. 
 Es siempre complicado sostener una vida como una pura cosa sin nombre; el hermano de Jacob, en la serie que tanto extrañamos, el mal encarnado o volatilizado, es un individuo innominado. Parece que allí se muestra esa beta de máximo enigma y encrucijada de oscuridad en un lugar de vaciedad del nombre. Allí el individuo no tiene nombre y el mundo peligra porque lo innominado aparece como un centro atractivo a donde todo el afuera va tal vez a galopar y desaparecer irremisiblemente. 

17 octubre, 2011

Treinta años


Después de un rato cuando me quedé solo sentí como si un filo extremo surcara mi carne sin dolor, una herida limpia, perfecta. Nunca nada tan ardiente, magistral, como la hoja de aquella cuchilla de un sacerdote carnicero ritual que sabe perfectamente por donde debe cortar y conoce cada articulación, cada tejido y la espesura de cada cartílago y la densidad de cada coágulo de sangre. Fue esto después, cuando recordé que habíamos hablado del paso de los años. Me dijo algo que ya me había dicho muchas veces, yo me deje caer en el sillón hasta hundirme y desaparecer dejándome envolver por su voz reflexiva porque la nostalgia es muchas veces un poderoso somnífero. Me habló mucho sobre los últimos treinta años: qué hice, qué clase de extraña fugacidad nos cubrió y envió a un viaje de placeres y dolores y nos trajo de vuelta otra vez para mostrarnos, irretornable, cómo todo estaba en otro lugar, cómo todo había cambiado con tanta radicalidad en treinta años. Una luz, una sombra, lo que dura una breve canción. 
 Acaso nos abismamos cuando desde donde estábamos sentimos cierta necesidad de objetos que nos mostrasen el camino inmediato, cómo seguir orientarnos en la noche en nuestro adentro que no cesaba de aumentar. Inversamente a como lo hacen aquellos mantos de selva pulmones del mundo les dicen y que van cediendo terreno y aclarándose hasta desaparecer. Los objetos y los nombres todo se iba desplazando y como una catarata sobre nosotros caía despedazándose y haciéndonos añicos y no fue, finalmente, el filo limpio perfecto hermoso como el de una katana virgen aquello que nos separo en dos pedazos el cuerpo. Fue un libro que tomamos de los estantes entre tantos libros expectantes tomamos uno y leímos, cada palabra echaba alas pequeñas poderosas del mango de pequeñitas dagas y sorteaban todos los obstáculos y con velocidad-luz se clavaban barajando los sucesos. Los días de la vida, digamos, cómo llamar a eso. Todo esto para decir simplemente que cuchillo es libro, mango empuñadura hoja va a dar con hoja pero la otra la de papel también filosa y cortante más traicionera, cazadora experta invocando todos los despojos los jirones de lo que ya no existe; arremolinados descienden, jugueteando con la ventolina antes de quedarse apoyados quietos en un rincón.   

12 octubre, 2011

Alfábeton


Cuando el sol baja una oscuridad nos toma, esperábamos ponernos a practicar ese alfabeto que daba vueltas desde semanas. Nos volvimos a acordar que aún no comprendíamos la diferencia entre deínón y deinós... -me pregunté si estarías en casa y me respondí que seguramente no-. Comenzó a bajar un poco de frío y las ventanas levemente se empañaron. Unas calles, el amargor dulce de unos labios al salir temprano de la escuela. Nos escabullimos bajo el frondoso manto de cemento de la autopista, cerca de plazoletas desiertas. Bebimos café al cognac. Barracas lúgubre. Donde los personajes de Sobre héroes y tumbas nos sumían en cierta ensoñación y cierto poder.

11 octubre, 2011

Derrame

 
 Mucho mucho miedo a que finalmente lo único se vaya, desaparezca. Lo único. Todo acontecimiento ha de ser irrepetible?
 Nos cuentan que cuando el amor se nos prende en las rodillas la señal que se enciende en nosotros es la de que ocurre algo único, algo irrepetible. Por eso tememos que dejarnos llevar en esta correntada pueda significar al fin y al cabo entrar en Leteo...
 Quién podría olvidar a sus hijos? Quién no podría imaginar la locura del amor por los hijos que hizo? Siempre que queremos continuar, cuando el camino ancho se insinúa ante nuestra mirada trémula, vacilante. Pobreza, nos da calor nos anida, nos oculta y sepulta. Entonces, seguir fieles tiene un sabor único que solo nosotros podríamos reconocer.

07 octubre, 2011

Polinices

 Antes me parecía que las poesías, las cartas, los sms diarios eran, todas esas cosas objetos inútiles; solamente piezas a veces exquisitas para que los espíritus cultivados las aprovechen y se nutran; yo mismo quería ser uno de esos espíritus y aspirar a la inmortalidad. 
 Ahora solo pienso en el gato que voy a tener. Polinices. Es un pequeño gato que todavía toma la tetina; leche, crema + unas gotas de limón y una yema de huevo. Es raro gato. Su pelaje es negro y las puntas de las orejas rubias y la punta de la cola rubia. Fue abandonado en una caja con sus hermanos y hermanas a la vuelta del Hospital psiquiátrico, un lugar donde los paredones se reproducen al igual que los gatos y donde todavía algún resto de baldío queda. La maldición pesa sobre Polinices, la maldición pesa sobre todos los gatos. La maldición dice que morirás, morirás gato junto a la tetina a la que nunca llegan con tus hermanos. 
 A la noche al costado de una calle casi encima de una montaña de basura, dentro de una valija toda desvensijada imposible de cerrar... Polinices y todos sus hermanos acechados por la muerte transfigurada, la muerte, en una sarna asesina. Y no hacemos nada. Dejalos, no puedo sacar al demonio de esos cuerpos. Estamos como malditos ese día en la carretera cuando nos vamos y nos perdemos en el frío y las tinieblas que se abren nos envuelven y nos alejan al pisar el acelerador.  

02 octubre, 2011

Racimo de plátanos


  rdeb
 Contó tt hace poco que estacionados en puerto africano con el Tegerberg Me mandó a tt a comprar unos plátanos. No sabemos como siempre muy bien los detalles -y menos ahora cuando todo se vuelve a mover en un tablero que está en constante devenir-. Pero tt con nueve años desciende del Tegerberg y compra bananas, después la retan por comprar un racimo de plátanos y no dos o tres como por sentido común tenía encomendado. tt amante de las cantidades ya perfilaba quizá su destino en aquellos puestos portuarios de África un puerto por ahora innominado, debido seguramente a nuestra torpeza. Comen las bananas con las hermanas y la madre y unas mujeres que acompañan en aquel depósito del barco inmenso abajo junto a todos los pobres cerca de las bodegas en una semioscuridad. tt dice que se podía subir a cubierta dice que se podía visitar la parte de los ricos que le daba mucho trabajo la hermana y que mamá, por Me, fue de una osadía incomparable. Eso nadie lo pone en duda, en otras cosas tt es contradicha a veces con vehemencia.   

29 septiembre, 2011

Crisis

 Estábamos seguros de que toda crisis era más bien como cierto resquebrajamiento total del suelo, un hundirse absoluto donde el cuerpo es chupado hacia un sin fondo; porque siempre se puede estar peor. Aquella vez sentimos esa clase de llamada. Madrugada. En Turquía. Quince segundos de temblor y los cimientos se vaporizan y las calles quedan como venas abiertas que sangran objetos disímiles. El perder el sostén y caer, el esfumarse de la base y perder la apoyatura es la idea del effondrement. Una rutina, un trabajo, un amor pasa un día y se abisma haciéndose añicos pero siempre a partir de una libre elección. 
 La oportunidad de peligro. El juego salvaje con lo que nos acecha nos toma, nos nubla la visión. Y su boca, sus fauces cada vez más abiertas saturándonos con su aliento insoportable y el temor de que al cerrarse tenga los mil ochocientos kilos de fuerza de un saurópsido arcosaurio. Pero el peligro, la oportunidad, deben ser fisurados por el medio mismo abriendo la beta y haciéndola saltar; o colándose dentro de ella para barrer todo lo que de destructivo contenga y asociarse solo con sus partes blandas. Golpe tras golpe. Modelando. El peligro oportuno. Ahora nos parece que en aquella ocasión un tal effondrement no ha sido más que un viento del sur soplando de un modo demasiado vertiginoso, demasiado barredor de cualquier vestigio de tranquilidad. Había que saber colarse en una corriente oceánica tan fría, pero no era más que eso.    

22 septiembre, 2011

La lista

Primero la lista:

-hoy, visitar abuela,
-ir buscar, apunte francés y ejercicios de matemática + ev sábado -por la tarde
-pasar a buscar copias de geo y leer filos
-pedir a caro lo de ed


 Discutíamos sobre la distinción entre lo teórico y lo práctico; mejor dicho entre lo teórico y lo intuitivo. Cada uno tenía que pensar una pareja para decir de manera argumentada por qué creía que uno era el intuitivo y otro el teórico. Por ejemplo Gardel/Lepera, Pinki/Cerebro/, Quijote/Sancho, Bioy/JLB, Tom/Jerry, Dalí/Gala. Pero en medio de un bullicio que ya nos había sacado del tema y viendo cómo alguno que otro echaba un bostezo contagioso se pidió silencio y se dijo que había ocurrido un hallazgo. Todos miraron hacia el fondo donde Beni había encontrado bajo el antiguo pupitre, recientemente lijado, aquella lista olvidada, tal vez aquella misma mañana. Este sí que es el hombre teórico, el hombre que toma este paraguas endeble pero que nunca debe ser subestimado y postula la organización como modo básico de vida. Este es el hombre que trata de protegerse con los esquemas y que se sacrifica y se entrega a sus trazos de pequeñas esquirlas diseminadas antes de apoyar un pie sobre la tierra. Pero lo que más me sorprende, lo que me desarma por la profundidad apasionada... diría, del esquematismo que lo aprisiona y lo reduce todo a las herramientas de que dispone es este visitar abuela. Giro formidable potencia pura y bruta del esquema que se desnuda ante nosotros.  

20 septiembre, 2011

Perderse/recobrarse

 La tentación de irrumpir en un mundo de deseo prohibido se afianza en nosotros. Todos los que han mordisqueado esa fruta de placer y amargura lo saben. Si un día esta práctica de evitar ese asomo a la negra noche sale mal qué pasaría entonces? Qué pasaría si la rapto, si me la como, como ahora ya me la estoy devorando a toda su piel pequeña, curtida y deliciosa piel. Deliciosos ojos verdosos siempre de un vivo tono de sombras, de hojas, de cierta boscosidad, de luz que se cuela por recovecos con suavidad hasta el suelo. Y si cruzamos la delgada línea y si perdemos la cordura y nos perdemos para el mundo y la moral. Todos los que han mordisqueado esa fruta saben lo difícil que es retornar tan solo de esos pensamientos; alumbramientos.

16 septiembre, 2011

El informe




 Mi madre está abajo. Las escaleras llevan a la madre y luego al hall, al patio, a las rejas y la vereda y la calle y el barrio y bastante lejos las avenidas y las mesas lisas donde la gente ama comer hamburguesas. Tras las rejas había un tipo que sacudía, -solo lo vio johnny además de la víctima-, el pito, lo mostraba, se lo mostraba al chico del que se enamoró. Por eso la cabeza siempre girada hacia la ventana, sin oír, sin ver sin entender nada de lo que pasa alrededor. La dentadura floja después de dos trompadas terribles que no dejarían en pie ni a un animal de carga. Hacia las escaleras baja, se aproxima una carta para denunciar para que se vaya para que no vengan, no jodan, no digan, no exijan. La cabeza estalla en el pasillo, estalla tan fuerte que vuelan los sesos y la carne y la sangre espesa  chorrea por las paredes y de inmediato por la pata de una mesa que estaba allí y después todo eso va hacia el piso como un menjunje que se mueve despacio pero seguro. Y sigue, y sigue avanzando como si el suelo tuviese una inclinación. Por qué. La cabeza estalla porque se hartó de la pregunta acerca de qué era verdad y qué falsedad en toda aquella bola densa de palabras hilvanadas como un enjambre. Y sucumbió ante la pregunta y ante su impotencia analítica.    

28 agosto, 2011

Destiempos

 Nos hubiese gustado decir lo que teníamos que decir en el instante preciso, pero nunca funciona así para nosotros. En todos los demás casos no nos importa esa contramarcha, esa estupefacción. Pero con ustedes sí hubiésemos querido reaccionar a tiempo. Explicarles que todo eso lo habíamos predicho. Ahora qué hacer, qué hacer con nuestra vida disponible; material ahí echado junto a la puerta en esa espera de que las cosas pasen. A quién se le puede preguntar, junto a la puerta no hay nadie, no hay luz ni esperanza ni expectativa. Tal vez no esté lo suficientemente entreabierta y la hendija sea demasiado pequeña. Qué pasará si empujamos la puerta y entramos, qué pasará si nos quedamos a la espera de que otro la abra por nosotros. Bueno sería para nosotros poder abandonar este lugar de indecisión de cargarse de silencio y de sombra. En otro sueño deberían ustedes abrir la puerta, asomarse, saludar, un beso un abrazo y luego contarles de este enojo repentino, impotente de sentirse barrido junto a la puerta, fuera, lejos.

27 agosto, 2011

Arrepentirse

 Siempre viviendo y pensando en un tiempo que ya no está. Desencajado. Frente a un horizonte que ya no se pierde por todos los flancos y que tampoco nos ciega por su abrumadora intensa profundidad. El tiempo que ya no está. Arrepentirse. Arrepentirse. Arrepentirse. Y ahora tener todo ese apelotonamiento de tiempo para nada. Un tiempo que da risa y lástima que se desparrama sobre las sillas y deja un reguero de insatisfacción sobre las mesas y todo lo que toca. Ayer. Un tiempo que se escapaba pero para retornar como pequeñas esquirlas con las que componer una obra imperceptible. El tiempo ido era un tiempo que fluía a una velocidad insoportable, eso nos enfermaba y nos mataba todos los días. Y nos acercábamos más y más al climax al que tanto queríamos llegar. El momento en que nos encontramos lanzados a una estratosfera donde todo es desgarradura y nos preguntamos si al fin aprendimos algo. 

22 agosto, 2011

Una pregunta

 Me preguntan una noche casi cuando nos estamos quedando dormidos y la oscuridad se va entibiando de a poco que cuál fue el momento más feliz que puedo recordar juntos. Respiro hondo como si fuese a exhalar un montón de frases pero no sé qué decir; un rato todavía me quedo pensando y al final me duermo. Después pasan un montón de años y cualquier respuesta me parece adecuada. Ustedes me recomiendan muy especialmente leer un poema que es oportuno en relación a un comentario que hice sobre la preparación de un guiso para que comamos juntos otro día que seguro vamos a inventar. 
 Me acuerdo nada más o por caso que había ido al chino a comprar una noche fresca y vine todo cargado pero me sentía muy liviano. Cuando descendía el cordón altísimo en Rivadavia eso me alegraba y después cruzaba la Avenida trotando. No sé en qué pensaba, amaba esa rutina y solo quería estar en yerbalito y cocinar. 

17 agosto, 2011

Milagros


 De vuelta, otra vez andábamos por allá mirando la negrura del cielo del mediodía. Se había puesto así de repente. Cuando las fuerzas se espesan, se ensanchan y comienza a crujir todo el entorno de la naturaleza... nadie se acuerda de ningún pronóstico. El cielo estaba negro y quieto, como hecho de una masa que solo esperaba el último movimiento de partículas para desprenderse y desplomarse como un manto interminable de dolor, de frío. Convencidos de que en lo mojado no se genera nada bueno, nada estable, nada realmente vivo... 
 Nos recostamos sobre el respaldo de un sillón cómodo para sentirnos más livianos y contrarrestar el dolor, las vísceras atrofiadas desde hacía meses. 
 Levantamos en ese preciso instante la llamada. Era DTU para avisar que el fit había llegado a los 400. Nos contagio la alegría, las ganas de festejar, de abrazar a los compañeros y llorar y reír toda la noche. 
 Pero después ya no podíamos reír, mientras avanzábamos desganadamente sintiendo el suave repiqueteo sobre la fina capa de agua en el asfalto azul que deslumbraba todavía más bajo esos grandes faroles de luz fluorescente. Qué de noche estaba todo, a un costado nuestro un chico zumbó deslizándose con una gran tabla de skate. Y eso era lo único, no había más señal de movimiento ni de gente. Las rueditas de goma maciza del skate iban dejando unos largos trazos que se fundían sobre el trasfondo liso que ya no era la calle. Era una superficie para bañar todo de azul y contornear sobre ese plano liso único la noche mojándose así misma, imperceptiblemente, y liberando como un chorro de altísima presión todo el silencio posible.

11 agosto, 2011

Ver el tiempo

 Hay un momento de la tarde, cuando la luz ya se está diluyendo en el ambiente, en que te veo y me pongo triste. Las cosas que nos ponen tristes van como apareciendo solas. Un día nos damos cuenta de que ver que el tiempo pasó nos pone tristes; eso es como algo que se desmorona con suavidad pero no se puede detener juntando las palmas de las manos y oponiendo una fuerza. No hay contención porque es como arena que se cuela, agua que se escurre, granos que ruedan sin ser vistos, cosas que flotan. Me voy apurado, no sé por qué me apuro tanto, dudo que en otro lugar alguien me esté esperando. Vamos juntos hasta la puerta, atravesamos primero ese pasillo donde jamás nos imaginamos alguna vez en la lejanía. Hay hojas por el suelo y la noche corta todo con el frío. Nos damos un abrazo, tímido, después todo el camino me voy a ir reprochando no haberte abrazado con más fuerza. La puerta de una casa vecina se abre de a poco pero ruidosa espanta las pocas palabras que en el aire danzaban aún, un último saludo. Camino unos pasos y me doy vuelta y te veo. Ahí es cuando noto que varias imágenes y figuras de tu silueta se van superponiendo de manera simultánea y un resplandor que nace de la boca y de los dientes, de la sonrisa de la mano que me despide. Todo es exactamente igual y a la vez tan otra cosa, todo el tiempo pasado, y la vida, no sé por donde va tramando y destramando cada fulguración, cada pálpito que nos acerca y nos aleja, nos empequeñece, nos curva y arrastra.     

27 julio, 2011

La muerte del milano

 Una noche de estas pienso que lo mejor que le podría pasar a marcel es morir. Hoy, marcel, expirás, estirás, te vas y no volvés. No escuchamos más su voz, su resoplido hacia adentro para después salir e introyectarse de vuelta, porque esto lo hace más fuerte, y soporta lo insoportable.
 Mientras se inunda el aire de los pequeños ambientes de un aroma de garbanzos que se hierven durante horas como toda legumbre que no ha sido remojada... vaa... o como algunas que no se cocinan en diez minutos deshaciéndose con facilidad, como lentejas coral rápidamente evaporadas por el olvido. Nos satura la profudidad del aroma y para colmo no se ve hacia afuera a través de los vidrios azules empañados por una capa compacta, una sensación de box que nos oprime. Y bien! Que muera, de una vez, podemos matarlo, sí, no más, marcel, no más. Su pelaje se deshace si la luz lo toca como un murciélago de piedra incandescente y vulnerable. Es un comienzo, es un recomienzo, sin él.
 Pero dos horas después, marcel, que sigue dormido y que así estará un tiempo... Se nos aparece como una parte de la que no podemos sustraernos y si sí podemos, porque de hecho podemos, sería como sacarse un pedazo del cuerpo a mordiscones o trozándolo con una cuchara. Ese pedazo de carne artificial traída desde tierras, mares, hermosos desiertos en los que nos hubiese gustado hacer el fuego y cazar. O las playas maravillosas y a veces angustiantes de Big Sur donde Kerouac se echaba en la oscuridad junto a infinitos granos de arena húmeda con manta, vino, judías y macarrones.

25 julio, 2011

Watanabito replicante

 Al final marcel se fue medio enojado de la casa donde antaño vivió watanabe. A marcel no le gusta escuchar ciertas cosas, ciertos reproches, que le digan que él no sirve para amar eso le fastidia pero sobre todo no le gusta que se lo digan de un modo un tanto despojado de lo que sería una decisión o algo que va de una elección a otra. Que se lo digan como si todo estuviese revestido en un feeling negativo y determinista que se reabsorbe en su propia nada. Algo que no es moral sino más bien producto de una física que repele las cosas buenas que se recuestan en su regaso. Marcel luchó hasta el final para que el amor no se termine; y no puede ser culpabilizado su cuerpo, como si en el cuerpo de marcel desde el principio estuviesen agazapadas todas las idas y los desencuentros del amor. Ese cuerpo irracional y a veces histérico, como un loco Presidente de la Corte Suprema Schereber, hizo sufrir al hombre vaciando al animal de todos sus afectos. Mentalmente enfermo ya marcel no era ni hombre ni animal. 
 Muchas cosas que ahora le suceden y los nuevos lugares que ocupa en la trama y en el reparto no los soporta. Después algo resuena fuerte en su cabeza martillándole a gritos: watanabe la rame watanabe la rame!! Qué fue lo que lo trajo hasta aquí... Ignorancia, soberbia, debilidad... Marcel se lo pregunta cuando se encuentra perdido, y siempre lo está.       

21 julio, 2011

La llamada del Tegerberg

 Hace unos años con me fuimos al aniversario nº 50 del Tegerberg, ese objeto perdido del que tantas cosas me gustaría saber pero por más que fatigo y fatigo la Internet, nada. Solo sabemos que era un barco holandés que hizo una ruta desde Okinawa, -pero ni siquiera la certeza de que la travesía tuvo su origen en la Prefectura- a Argentina, una primer parada importante en cierto puerto africano... donde nació Keiko. Luego el Caribe y Brasil donde me le dijo que no que estaba bien, a una mujer compatriota -pero en un punto ya también futura paulista o paulistana- que pretendió, -solo para favorecerla- llevarse consigo a Keiko que tenía tan solo unas semanas de nacida, -y, por lo demás, el ofrecimiento tenía lugar en la contemplación de que me, sola, cargaba con otra bebé y dos pequeñas-. Nuestros cálculos siempre falibles nos dicen que por aquel entonces, me, contaba con treinta y un años de edad.
 Solo pudimos encontrar al Tegerberg en un informe de la Asociación boliviano-japonesa de San Juan que publica en su página sin especificar fecha un extracto del 2004 donde se menciona que en el año 1955 el Tegerberg surcó mares parecidos. Zarparon de Kobe, ya en América Latina hicieron una parada en el puerto Santos de Brasil para luego finalizar, presumiblemente, en Santa Cruz a la orilla del Río Grande un 20 de julio, unos 65 días de navegación. 


 Y cuál habrá sido el destino del Tegerberg, hasta qué año habrá continuado trayendo contingentes de inmigrantes y familias de orientales pobres. Habrá sido desmembrado procesado como chatarra se habrá podrido en aguas muy quietas y oscuras. Tal vez hace años lo dragaron, ya cuando sus restos irreconocibles podían ser confundidos con un fuselaje o con fragmentos de automóviles o chapas o escorias que luego otros pobres usarían en un asentamiento para ensamblar futuras casas. 

   
 Sea como sea, fue en la cena de los 50 años del arribo a Buenos Aires donde tomamos por primera vez conciencia del cuadro incomponible que el Tegerberg nos proponía. Sentados a la mesa con las primas y las tías más viejas, mientras me nos miraba sonriendo y arengando para que comiéramos todos los deliciosos bocados del Bentô. En el gran salón del Centro Okinawense había como cuarenta mesas más iguales a la nuestra con todos aquellos viejos que hacía cincuenta años habían perdido la cabeza por el hambre. Bueno... no sabemos qué clase de delirio es el que mueve y lanza a una apertura semejante como la de abordar un Tegerberg. Parece difícil conciliar a la tierra que gusta de escribir textos sagrados sobre el cuerpo y que gusta de las dinastías y de la sangre y de ir siempre tras el paso último como un Heike o como el otro clan enemigo que no da, esta vez, el paso, porque vence a los Heike. Un sacrificio tampoco nunca se hace esperar. Es cierto que hace tiempo el imperativo del mundo es otro; la descompresión total de toda cultura, la desnacionalización de todo rasgo propio para hacerlo irradiar una mística extraña en cualquier otro punto y orden de cosas desacralizadas. Quién llamaría a la noche en el templo cuando todos los monjes duermen y sobre el agua quieta del puente titilan suavemente las estrellas. Quién llamaría como el fantasma llama a Hoichi en uno de los cuentos de Kwaidan. Para haber abordado el Tegerberg hay que haber delirado de un modo descomunal, solo cuando todo el cosmos se vuelca en bloque a componer de un modo tan bestial y alínea las heterogeneidades que aquel día flotan en el aire.


15 julio, 2011

Mi casa

 Hay una canción de la Pequeña Orquesta Reincidentes donde escucho algo que me enseña quién soy y también quien soy. La canción dice que no sirvo para el amor. Con esa canción me resigno con dulzura como si bebiese un licor que cálido me informa todo sobre mí. 
 Cruzo la noche solo. El asfalto húmedo y azul como un cielo ciego donde me parece que me deslizo como un rayo. Respirar la noche sola y fresca y un poco vacía es también llevar encima estas palabras que siempre hablan de la ciudad; todo el tiempo la relatan, a veces le ponen el dedo en sus llagas en sus zonas de penumbra. En la Pequeña Orquesta también siempre encuentro el campo. Los corrales, los pájaros, los sonidos de la tierra abierta que embriagan los sentidos. La cabeza de Lázaro -en la prehistoria- rebotando en el suelo; cómo olvidar esa imagen donde toda cosa que remita a una topografía rural se ensancha tanto o más que un horizonte por supuesto inabarcable. Y no parece haber modo de saturar un universo de sentido, en este caso lo rural, -subconjunto inabarcable pero agotado- con una pincelada más o menos sobria como aquella.  
 Encuentros y desencuentros siempre desde una cierta periferia que hacen siempre retornar lo perdido como perdido y lo olvidado como imposible.     

08 julio, 2011

La línea y el fin

 Todos los días cuando entramos al barrio sentimos un vértigo de miedo, como si todo sucediese por última vez. Bueno antes era miedo ahora ya más bien se trata de jugar con el miedo. Entre el resoplido del viento, el empedrado y el camino que se vuelve un poco sinuoso, siempre a contramano, van autos en cualquier dirección y chicos que salen de las escuelas. Ahora el barrio está más o menos militarizado. Y siempre que cruzamos esas fronteras nos parece que son determinantes; después al final nunca pasa nada. Pero a toda velocidad, porque allí la velocidad y las cosas desfilan rápido, se sienten y se ven como en ninguna otra calle. Un círculo nos rodea como cierto reguero de fuego abrasivo, acompaña un ritmo todas las veces de una música que nos amolda en el lugar; una cumbia villera, una canción romántica del altiplano, un reggaeton que destartala los adoquines con acompasados movimientos que conmueven y disparan variaciones sísmicas para un lado y para otro. 
 Hoy es distinto, hoy hacemos una nueva alianza, dejamos como siempre que se filtre cualquier cosa, otra multiplicidad se suelta y atormenta todo patrón unívoco, todo modo de estar necesariamente en un lugar. Qué dirá el estribillo, hablará, él, acaso del estallido repetido encausado de toda identidad de géneros, localidades, naciones. Kaze Wo Atsumete se alínea con las otras cosas imposibles con las cuales nunca podría componer nada. Pero lo hace igual y lo multiforme crece y se enreda una capa sobre otra. Entonces todo pasa por nosotros, en el aire frío que entra a este semejante organismo degenerado. Una contingencia más que se deshace en el camino cuando por fin llegamos al lugar de trabajo, un último bache hundimiento del pavimento, otro charco gigantesco, todo el terreno demacrado. Y querríamos que los días o la tarde alguna vez congelaran todo este crisol infernal y que nada más deviniera nunca ni se alineara una canción de rock japonés con alguien que nos pregunta qué quiere decir sarna y la necesidad de llegar rápido a algún lugar.

02 julio, 2011

De qué cuadro sos y cosas por el estilo

 Con el tiempo me fui dando cuenta que fui amando las cosas que amaban aquellos a quienes amé. Así amé el sonido de los tambores y los redoblantes en las marchas en Plaza de Mayo antes o después de que estuviese toda vallada. La Casa Rosada se veía entre las cabezas de la multitud que se iba enardeciendo a medida que el sol se apaciguaba. Amé a León Trotski, leí sin entender un texto cuyo título me fascinaba; La revolución permanente. Y otras cosas, como el emblemático loco Houseman y el estadio Ducó y luego empezar a amar también esas cosas que la gente dice, la gente que ama estas cosas como la tantunita; mi cancha ganó un Oscar y demás. Después las retroexcavadoras las amé con pasión, al punto de que yo sé perfectamente que in the other life voy a ser operario de estas máquinas, voy a cavar túneles voy a unir la Paternal con Villa Domínico y de paso, porque no hay triángulo sin tres vértices, Plaza Irlanda.      
 Estoy en el jardín y me cuesta tomar conciencia de que pese a la claridad con que recuerdo estar ahí viendo las cosas a mi alrededor, levantando esas grandes piedras grises y brillantes, yo soy casi un recién nacido. Me paro junto a mi abuela que lanza un suave resoplido y juntos le pedimos pan al panadero, en realidad yo repito un poco desganadamente las palabras solemnes de ella; pero luego me gusta ver cómo esa pelusa estrellada desaparece flotando en la medianera. Circunstancias en que a las palabras se las lleva el viento y qué bueno que así sea.     

18 junio, 2011

Solo salpicadura de leche




 Hay que verla porque ella nos muestra la perversidad en la que estamos inmersos. Los sistemas perversos sobre los que nos movemos todos los días porque son las redes únicas por las cuales nuestras ocho patas van testeando todo movimiento, todo gesto, todo aquello en lo que ponemos nuestra atención. En la primer escena ya parece condensarse todo; eso es justamente el silencio del movimiento. Y luego de pronto la maestra corta el aire, las risas, toda posibilidad de sarcasmo y escribe en la pizarra:



 Voy a enseñarles en qué consiste la vida, -en rigor traza seimei vida-existencia- su valor, su agudeza, su profundidad dolorosa y oscura. Nunca imágenes tan luminosas han desprendido tanta oscuridad y resoplidos de más oscuridad en cada uno de sus sucesivos desgarrones de locura y resentimiento. Es, como aquello que Derrida señala en uno de sus mejores textos, aprender a vivir por fin y si ello es o no posible; si es que se puede enseñar y aprender a vivir. Como sea, la maestra lo va a enseñar de un modo conmovedor, irrefrenable... pero siempre encerrada en este duro esquema de lo cotidiano-perverso.
 El cartón de leche que se desliza por la superficie impecable de la mesa que el dedo empuja con indiferencia como en un sueño donde todo está al mismo nivel. La salpicadura de leche sobre los trajes azul marino y los botones brillando y hablando más o menos por fragmentos que caen, como descascarándose, así también las palabras se enciman unas a otras en las pantallas de los Ipod. La violencia de una punta a la otra llevando las risas bellas y corrosivas que golpean con pelotas macizas los cerebros hasta dejarlos secos rebosando murmuraciones. Todo colapsa y renace reproduciéndose por abajo, ahí en la primer escena está todo. 

16 junio, 2011

Poli-ladron


 Recuerdo el patio de la escuela, amplio, muy amplio. Tenía una forma rectangular, sobre los lados de mayor longitud había aulas o salas, porque en un caso se trataba de los grados y en el otro las salitas del jardín, antecedidas por una galería en extremo angosta, y, como dije, enfrente las aulas soleadas en las que nunca estuve más que como un invitado casual. Después el lado de la campana con esa cadena cortísima o altísima a la que ni siquiera en los últimos años pude llegar. Lo cierto es que en aquel patio podíamos correr hasta el hartazgo, podían jugarse verdaderas escapadas donde realmente se ponían a prueba las destrezas de un sujeto para escapar o para atrapar. Era divertido que los captores siempre quisiesen ser captores y las presas, presas. Era como si estuviésemos determinados por nuestra propia naturaleza para elegir esos papeles. 
 Todo esto para decir simplemente cómo nos fascinaron siempre las escapadas, los escapes, las evasiones. Las organizaciones que solo piensan en túneles, en boquetes, rampas, rejas inconsistentes, simulacros. La técnica, las estrategias más sofisticadas, las destrezas que solo algunos pocos hombres tienen, la paciencia y los afectos: todo al servicio de una evasión vertiginosa. Luego la comunidad tornándose imposible; la figura de la traición. La amistad como un vaso comunicante productor de sentido y derrames que al menor contacto estallan, como sustancias inestables que alcanzan una temperatura crítica. En Le trou siempre se trata de ver cómo un gusano horada su túnel, cómo el cuchillo despanzurra la anguila en un trabajo silencioso y de imágenes leves pero avasallantes. Eso es la intensidad máxima de las imágenes que trazan una superficie perfecta, sin sobresaltos y para nada irregular, acero límpido, empujando el relato como una máquina que tira con lo justo sobre rieles mudos y veloces como el rayo.          

05 junio, 2011

Plenitud

 Lo que más hubiese querido en aquella época de mi vida es que las cosas no se dieran en conexiones tan heterogéneas, como disímiles, para que después todo pareciese desencajarse. Hace tiempo que vengo pensando en todo esto. Avanzo por la calle veo ese asfalto repetirse día a día, esos vidrios estallados que el sol hace brillar, las palomas tontas que se atraviesan por delante soltando esas plumas sucias que luego caen cerca de las cacas secas de perro que mordisquean con ese pico compulsivo. Una pluma muy diferente fue la que me mostró hoy Deisi, de pronto se empezó a mover haciendo contorsiones muy llamativas, porque su cuerpo siempre es calmo y sus pechos rígidos me empezaron a envolver de vibraciones. O no, era algo por completo diferente, tal vez más y más me mimetizaba con un Antoine Roquentin en La náusea y en sus peores crisis.
 Y Dei metió una mano y el antebrazo bajo el suéter negro y extrajo esa pluma blanca y comenzó a mostrármela con dulzura y a hablarme para que yo entendiera que me decía que era una pluma de su cama. Hace tiempo, decía antes, me pregunto en viajes y retornos y días iguales por qué no hay encuentros que conecten todos los puntos. Siempre algo se sale se desboca como un órgano que no tiene cavidad posible o que el cuerpo rechaza y disfuncionalmente nos saca de la plenitud. De la felicidad. Tantunita, recuerdo, esa mañana me dijo: es maravilloso, ¿no? Mi cuerpo se iba adormeciendo y cada poro de su superficie jugaba con el universo, por primera vez. Lo era, lo fue. Pero así y todo algo evacuaba por alguna zona inmunda de mí mismo que me dejaba tirado en otro lugar.

31 mayo, 2011

La vida corta

 Es raro que exista un hombre así. Si alguien creía que la posmodernidad se había llevado todos los valores y los afectos de obstinación, interés por lo no inmediato, y por una sensibilidad más formativa... aún quedaban fenómenos que no fueron arrastrados por los tiempos. Este hombre todavía joven renunció a su mujer y a su hija adoptiva porque juzgó que entre él y la filosofía se interponían afectos que siendo importantes no eran algo de lo que no se pudiese prescindir. 
 La filosofía no tiene fondo. Mejor abandonarse a esa caída sin término en las superficies interminables en todos los sentidos sin dimensión de luz cegadora o de oscuridad helada. Dejar marchar a la mujer a la niña, irse de la casa pequeña sin terminar. Sin mirar para atrás, sin pestañear.
 Es raro que alguien abandone todos esos tesoros preciados por nada; es decir por algo que es ya siempre desfondado. Ahora al menos no puedo entenderlo, siento que lo entiendo pero no quiero entenderlo. Me aferro a una idea nueva pero sin ninguna novedad; una naturalidad aburrida tan verdadera como la caída de los cuerpos explicada desde cierta perspectiva gravitatoria cotidiana y sin fundamento. Sin convicción solo creo que lo que quise ya lo perdí para siempre, ¿y entonces? me pregunto con una mueca más o menos idiota. Solo me resta girar sin rumbo como un satélite inútil a la deriva pero sin salir nunca de cierta atmósfera de sentido prefigurado, estabilidad de hoy para mañana. Sin vastedad.      

24 mayo, 2011

Un creyente

 Cuando pienso en cosas tristes enseguida me remito a mis creencias verdaderas. El amor, el fracaso, la desidia de las resoluciones. Hacia ustedes voy como a una certeza de la sin razón y allí me quiero quedar por siempre. Hago mis votos y eso me tranquiliza cuando pienso que algo debería suceder a corto plazo. No, me digo, todo debe permanecer obstaculizado como una montaña que de la noche a la mañana tapona la boca de un túnel que lleva al otro lado del valle. Hay cosas que las tengo prohibidas, no me puedo permitir felizmente sufrir así como así según lo que voy encontrando cada día. Debería poder atravesar todos los muros de facebook a una velocidad exponencial en un atravesamiento límpido, sin rozamiento, en un campo de inercia devastador y silencioso. Alguien me pregunta por lo bajo, casi con disimulo, si tengo, y le respondo que no. Porque no cree, ¿no?, Ud. no cree... No sé, quiero creer en una sola cosa y sufrir y desangrarme solo por ello, si creyera en los muros ya estaría lejos ya estaría en otro lugar. Por ahora no me muevo de acá.  

23 mayo, 2011

Pequeña naturaleza

 No sabría decir si vale o no vale la pena modificar ese texto. Dos meses casi ya, dos largos e instantáneos meses de desprendimientos del ser, de desalineamientos y sucesiones. 
 Dos años como dos siglos en que me veo a mí mismo solo luchando pero en esa otra lucha reducida a ser una lucha biológica un querer ser algo más pero que al fin no es más que echarse o regalarse a ese destino animal. Afuera el amor. Afuera las ideas que no caen, porque sin sobre-vida no hay más que este permanente pujar por un mísero arrebato de vida devastada reabsorbida en naturaleza. Todos los días así quedan justificados deshumanizados y animalizados porque solo hay en la vida que me hago un intento, a veces acertado y a veces presa de una vulnerabilidad congénita... la ganancia de llegar al fin del mes. Soy solo un animal, un animal desesperado huyendo circularmente que no hace otra cosa más que cumplir sus funciones animales sin mutar nunca como un bicho que desgarra su propia naturaleza y se libera de las múltiples reducciones a la animalidad que le zumban que lo pueblan; y, en cambio, pulula, parasita, una vidriera del Abasto shopping mirando zapatillas de tres colores. Tonos maravillosos fluorescencias que no están ni en el cielo. Los huevos que pongo babean la vidriera; nada más me importa dormir bien y comer mejor.     

19 mayo, 2011

Crece, se achica, crece más rápido y después engorda

 Dentro de un rato les voy a saludar por las vísperas de su cumpleaños. Pienso que en vez de saludarles debería enviarles un mensaje con una foto. En esa foto se ve al chiquito que se sumerge y crece o sea el mismo que cuando sale del agua se encoge y que si se sumerge otra vez crece más rápido y luego, luego, cuando reposa varios días sumergido, porque ha vuelto a su medium acuoso, y recuperado su contextura algo flácida, es entonces, en cuarto lugar, el chiquito que habiendo dejado de crecer habiendo tocado su tope, engorda. Y bien entonces simplemente eso les quería mandar, una foto del chiquito que con sus manos alineadas y desproporcionadamente pequeñas por un mandato racional de su propia estructura filogenética sostiene un cartelito, no sé cómo lo sostiene, insisto, con sus manecitas deformes qué podría sostener, y todo además le resbalaría. Pero es un cartelito que dice FELIZ CUMPLEAÑOS para las chiquititas.

17 mayo, 2011

Los trece perdidos

No sé qué pasó hoy porque siento que es el día más triste de mi vida. Al menos no recuerdo haber estado como hoy tan triste en los últimos tiempos. Tenía tanta necesidad, pequeñas tantunitas, de sentirles cerca que no quise estar en mi mesa y vine a sentarme acá en el comedor que es el lugar de ustedes porque sentía que eso me aliviaba. De pronto sentí ganas de escribirles, siempre me lo habían pedido y no lo hice. Tal vez para intentar reivindicarme un poco podría decir que lo hice justo ahora cuando ya presiento que entre nosotros se interpone una distancia. Cuando ya comenzamos a estar en espacios distintos, en lugares distintos y sin que lo quieras te hacés replanteos y pensás qué hubiera pasado si… Entonces escribir es como una compañía porque allí podés volcar los miedos, los desaciertos y los recuerdos que te van llegando. Querés pensar y pensar en esas cosas porque creés que eso es lo que te queda de la otra persona. 

Y después ya estaba en otro lugar, cansado, y me descubrí mirando un punto fijo en la pantalla que no era nada. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Solo segundos o media hora? No pude revolver, internarme en toda esa fugacidad e hilarla. Levanté un poco más la vista antes de irme a dormir y me di cuenta, sintiéndolo, que era una noche de invierno; fría y silenciosa. Busqué apoyarme un poco en ellos y que me devolvieran algo. El chiquito que cuida los anillos y las seis ranitas, Delía empuñando la banderita con el asta incrustada entre el hombro y la oreja y el amigo de Delía, S.H. Desmond y Penny con la boca abierta... sin olvidarme del chiquito que sostiene la ventana. ¿Y el chiquito que se sumerge y crece? En otro lugar, en la cocina, descansa buceando inmóvil en el fondo de una botella que se llena de a gotas. Todos ahí, ¿qué son? Materializaciones de un deseo de que retornen huellas sobre una arena que ya no existe o compañeros de un futuro incierto o de juegos que solo pueden ser recuerdos de jugadas maravillosas. Solo una conexión con lo irrepetible.

06 mayo, 2011

Equívocos

 Nunca me imaginé tan contento y tan excitado por sentir algo así como un sentimiento de culpa. La culpa de que no sirvo para el amor. La culpa de que lo tenía todo y mil veces lo quise perder todo; por comodidad, por indiferencia... una oscuridad creciendo dentro de mí. Muchas veces me descubro queriendo querer otra vez, y eso me entusiasma; el deseo nos arrastra y nos lanza a una sobre-vida que apacigua la tristeza y enloquece los sentidos de tal forma que quiero vivir otra vez, todo. 
Pero... y si no merezco ese retorno, me pregunto. Y pongo cada día la culpa como una muralla de sano criterio de consolación ante la expectativa de cosas sin sentido.

30 abril, 2011

La noche de los padres y los hijos

 Ed Dunkel, Dean... Jack Kerouac... las fotos que algún día mirarían asombrados nuestros hijos pensando que sus padres habían vivido unas vidas tranquilas, ordenadas... Hallazgo y desconcierto. Generaciones que se suceden y los hijos nunca pueden saber realmente algo de los padres: los padres son siempre ya muertos. Desde el lejano día en que primero el niño pensó que sus padres podían morir, que esa era la verdad irrebatible y, el único consuelo, juego, era intentar dar la vida por ellos por la causa primera y única para todo niño. Sin imaginarse jamás la locura de nuestras arrastradas vidas reales. Lo que hay es un oscuro lapso de tiempo irreconocido e insalvable entre generaciones. Y cuando una va en camino hacia su muerte la otra ya está en camino muerta. Es verdad que nunca podrán saber de la locura de los padres, de la aguda insensatez ya perdida para siempre en el camino medio truncado, chamuscado, ahogado. Desvío insalvable de las generaciones. Recurrente, abismal desencuentro en la noche de los padres, en la noche de los hijos.

28 abril, 2011

Simulacros

 Caminaba arrastrando sus piernas, una tullida. Las muletas se movían más rápido que las piernas. ¡Manuel!, dijo, gritó. Avanzaba siempre avanzaba, las muletas primero lanzadas hacia delante con ritmo y luego las piernas medio desacompasadas. Las piernas, una muerta, la otra medio viva o dormida o con gangrena. Las dos medio vivas medio muertas. Las dos muertas, de risa. ¡Manuel!, otra vez, salí de ahí. Le avisó que no se acercara a las puertas; no te acerques a las puertas. Cuando las muletas zumbaron a su lado le dio una palmada en la cabeza, de refilón, que le revolvió el pelo negro pero Manuel no le dio importancia. Miró como alguien mira el viento pasarle cerca. Pegado a la puerta silbaba bajito o tarareaba alguna musiquita, desentonaba con un grito. Se figuraba ser algo, jugaba. De pronto al otro, esa pierna le pesaba más, la apoyaba con mayor delicadeza, la dejaba aplomarse sola. Ya te dije, ya te dije. Eso era verdad se lo decía todos los días. No estés cerca de las puertas, alejate. Cuando seas grande sí, cuando seas como papá, pero ahora no. Le hablaba más bajo no por vergüenza de que todos los presentes pudiesen oír. Eso no podía existir para quienes estaban lanzados... Pero en ese momento no se podía detener tranquilo y explicárselo, a Manuel, porque solo podía pasarle por al lado en un ir y venir o mirarlo desde el otro extremo. Pero tal vez antes, tal vez, cuando venían caminando y Manuel corría a su alrededor. Fingía entonces que se enojaba, después que lo perseguía y lo sermoneaba, mientras Manuel con el morral sucio rebotando sobre su cintura revisaba frenético las cabinas de teléfono. Introducía su mano con comodidad en las celdillas del vuelto. Las bisagras metálicas se abrían empujadas por dedos hiperinquietos y se cerraban solas al salir la mano, una tras otra extendían un repiqueteo breve a lo largo de todo el andén. Y por momentos el otro, la apoyaba, a la pierna mala, -ya que por ahí andaban casi solos- y caminaba con ella; pero las muletas no se desconectaban nunca. Dos pasos de enfermo un paso de sano. ¡Manuel! Vení acá. Te había dicho que no te quedaras en las puertas, en las puertas no Manuel, ahí la droga, un borracho, un chorro.

26 abril, 2011

Un regalo

 En ese tiempo estaba hasta el cuello de oscuridad. Y cuando el teléfono sonó y vacilé un instante en esa confusión que me abrazaba entero... pero sin embargo me abalancé sobre el aparato y levanté el tubo con resignación, entregándome... A ese regalo, un regalo de la vida que desde la superficie me llamaba mientras yo me empecinaba o me entregaba a otra cosa, nadando en aguas muy densas, heladas, en un agujero profundo-negro que me absorbía y que amenazaba con hacerme desaparecer. Y entonces la voz del otro lado me dijo que la vida nos hacía este regalo a ella y a mí, supe que me decía esto porque el tono y la risa eran como de complicidad y de compartir algo grande algo infinitamente afectuoso que se me iba a pegar lo quisiera o no -lo supe, aunque ella no dijera nada en cuanto a un regalo para ella o para mí-. Quiero repetirlo una vez más; yo atravesaba una agonía devastadora. Pocas cosas iban quedando en pie como cuando viene el tsunami y todas las estructuras desaparecen bajo el manto informe de la fuerza pura. Una tristeza, una torpe desgracia de años rebasaba por todo el borde de aquella vida. 
 Dije hola, callé, dije bien!, callé. Adentro de mí, en mi adentro, en mi agujero negro que yo era se hizo algo que después sería una pura ternura. En ese entonces en lo negro, en lo oscuro del vacío, de las ganas de la renuncia, de la desdicha del no poder ser y de la impotencia que se inflama como un combustible rico, se reveló algo hermoso. Algo que eran como unas ganas de querer estar ahí escuchando que alguien te diga eso y que al decírtelo sea como si te dice... No todo está perdido. Un digno hechizo en el corazón. Y te dice otras cosas más, te dice que cargándote un regalo como éste podés continuar con tu vida; podés intentar introducir algunos reajustes en esa completa avería... Sobre todo, podés olvidarla, dejarla ir y no convocarla nunca más y tomar a cuestas las vidas de otros.

19 abril, 2011

Terrazas

 Le voy a decir a Pablo que un día paso y tomamos unos mates. Entonces cuando estoy ahí le pido subir a la terraza y puedo volver a sentir ese aire, y mirar, desde ahí la ciudad. Quiero volver a ver las otras terrazas y las sábanas blancas flameando allá abajo, las cagadas del perro sobre otra terraza sin embaldosar, los cumpleaños de desconocidos, el viejo aquel en la de al lado que siempre en compañía de su perro tiende la ropa y a veces prende un fuego. Quiero ver el tren; escucharlo... Ver a la gente en la plaza moviéndose como pequeñas figuritas. Ver la cancha de Vélez Sarfield al noroeste, aunque no me gusta, empezó a no gustarme cuando hicieron sufrir tanto a tantunita porque no devolvían las pelotas y hacían full al arquero y abrían el placard y los jugadores se caían de adentro y salían campeones ilegítimos. Luego empezó a no importarme que hace mucho jugaba en el CAL a invasión extraterrestre con la camiseta con esa V azul sobre fondo blanco que llevaba para todos lados... y todos te preguntaban la pregunta más simple del mundo que me ha llevado treinta y tantos años poder responder bien. Y quiero, además, ver el sol anaranjarlo todo a la tarde cuando subo con el propósito de llevarme esa impresión de que baña con esa luz todo lo que toca a su paso que es todo, aunque por un lapso corto. Cada vez que te distraes un poco con otra cosa ya se ocultó un poco más en el horizonte y si tenés un poco de paciencia o tiempo lo ves desaparecer; una última esquirla refulgente que se te graba en la retina y la lejanía se lo traga.
 No sé ya si voy a hacer alguna de todas estas cosas... no sé si las haré de vuelta... Al menos podría invitarlo a Pablo a mi casa nueva y decirle que venga y demuestre lo excelente guitarrista que es aunque él con humildad lo niega, una vez nos mostró cómo toca la guitarra, esperó hasta la última noche para hacerlo pero entonces puso con sus dedos que acariciaban las cuerdas, puso en música, todo lo que nos había contado sobre las embarcaciones, el Paraná, su tierra natal, los pájaros cruzando de una orilla a la otra, todos los cursos de agua desfilando serenos entre infinidad de cuchillas.    

10 abril, 2011

Conectados

 Extraño ese viento que yerbalito producía de continuo. Esa correntada agolpándose, ese chifle constante y a veces molesto. Esa misma corriente que se colaba siempre apenas acercaba el rostro a cualquier ventana. Yerbalito era así. ¿Cómo tan poca cosa podía hacer un mundo? me pregunto a veces.
 ¿Debía desear a yerbalito como un destino que se abraza y nos cobija como una tierra siempre nuestra y que nos justifica? Yerbalito como islote flotante de cemento compacto y amorfo. Yerbalito sequedad calcinada al sol bajo su engañosa flamante pintura grisácea sólo homogénea en la lejanía de las veredas donde han de caer los niños que juegan solos, descuidados, en los balcones asesinos. Yerbalito, chapa temblorosa y castigada; postigón inmundo, gente nadando de mentira en el tanque; basura lanzada por la ventana como huesos y restos de carne que ya saciaron el hambre de los niños que después van a ir a trepar, y a caer. Eso es yerbalito, siempre la ventana y yo conectados. Fuga sin fin hacia la avenida, las copas de las tipas y los jacarandás, gavilanes y raramente un búho que nos visita. 

04 abril, 2011

Kafka, la muralla y los nómades

 La construcción de la muralla sucedió en tiempos remotos. Pero en la actualidad esa extensión de la trama de la red del conjunto cuasi infinito de enlaces -que pueden atravesar océanos y continentes si las condiciones están dadas- persiste. Con parsimonia inquebrantable o una idiosincrasia por completo distinta. Cualquiera de los estereotipos de Oriente que circulan entre nosotros da risa. Lo cierto es que el mapa se traza con deslizamientos firmes y nítidos. Y la combinatoria definitiva se vislumbra en el horizonte. ¿Para qué trabajan tanto estos chinos? Este pueblo chino, ¿hay acaso una ecuación que explique todos los enlaces que produce? Pero ahora el espacio ya no es del tipo espacio-territorio infinito esto señala que en principio la construcción de la muralla sería concebible. Esa posibilidad exigiría en todo caso una organización mínima, podríamos como mencionar dos ejemplos; que se destinen los fondos necesarios, que los funcionarios no se roben los fondos públicos. Ahora la construcción empieza y termina en un tiempo finito que ni siquiera abarca a una generación en su totalidad. Pero lo curioso es que aquello con que los chinos pueblan el espacio sí es infinito en número; entonces de qué modo se dispone esa producción en un territorio que sabemos finito. Por otra parte no sabemos de qué clase de conjunto infinito estamos hablando, no sabemos si es un conjunto infinito mayor o menor. No sabemos si es el infinito ya establecido donde la producción del pueblo chino trazaría una curva ascendente que sería sin más la idea de un infinito mayor. Supongamos que algo así se da, o sea el conjunto de la producción que llamamos mch es infinito y máximo, es el conjunto infinito más grande que existe. Podemos decirlo de otro modo; es un conjunto este mch tal que no existe otro cuya infinitud sea mayor que la de él. La imagen modelo es que en este conjunto ideal hay una cantidad infinita de componentes que permanecen unidos en su pureza; un pueblo que no se ha diseminado. Pero este conjunto será asaltado algún día no lejano por los nómades, entonces, los mil fantasmas que pululan por este territorio capturarán los nombres y absorberán todos los seudónimos bíblicos que hoy tienen los chinos. Un chino al que se le asigna la variable (pocho-toma mate en la vereda-día domingo). Ahí el conjunto estalla.     

01 abril, 2011

Para después caer y que alguien te cuide

 Algunas cosas que me rodean me hablan de un modo u otro, cuando las miro. O me doy cuenta de pronto que hacía rato me observaban esas cosas y no me percataba del todo. Pero cuando la noche me envuelve, a veces, me acuerdo de yerbalito. Bajamos, penetramos la noche, esa soledad de aquel barrio azaroso donde todo me lo supe tan bien apropiar. A la ribera del sarmien con calor con frío, una vez con nieve, con sordera y sin luz los quince por escalera y ese zumbido insoportable de la avenida, las vistas de la ciudad monstruosa que no se puede creer que un paceño no podría creer... Todas las lunas y los soles a la mañana horrorosa y plácida a la tarde, y el viento corriendo del sur y del este y de todos lados el olor de la comida y la marihuana del 14; todo ese conjunto siniestro de lo que está bajo nuestros pies. En la estación de servicio que está en la esquina compramos cigarrillos y ustedes compran también chocolates que a marcel le gustan y venimos caminando despacio, con camperas que nos hacen parecer un poco más gordos y no nos cruzamos con nadie porque a esas horas avanzadas las calles están desiertas. Siempre ustedes dicen cuando ya no estemos juntos cuando ya no estemos juntos, como una música que saben hacer girar en un sentido y en otro. Y yo hago una mueca de fastidio y miro para atrás, a mí me parece que realmente ese día no va a llegar, lo veo demasiado lejano; trato de ver algo pero en el horizonte no puedo distinguir formas precisas. Quiero subir, estar en yerbalito, viajar primero en el ascensor linchyano que un día, por necesidad, caerá al foso se hundirá en el subsuelo y la cara del pelado juan carlos lo dirá todo sin decir casi nada, como el mejor amigo del hombre que está más allá o acá de la ley del hombre.
 Olvidé la lluvia, ver y escuchar llover en yerbalito es un montón de música, un chorro de tonalidades que te va revoloteando alrededor con paraguas que se te trepan desde abajo y te persiguen para acariciarte; cuando mirás, sí, para abajo -a ese abismo doméstico- siempre te dan ganas de tirarte por eso después cuando duermo ustedes sienten mientras les abrazo que caigo del árbol donde dormían los ancestros monkies.