18 octubre, 2016

LA DANZA … ¿QUÉ ES?


Mientras se ve a las bailarinas en el escenario, cuando es posible meterse en ese mundo de movimientos y quietud, se hacen patentes las singularidades y las búsquedas. Las separaciones y las uniones, eso parece que se repite siempre, como un péndulo bastante filosófico… dado que hay quienes opinan que la filosofía es un derrotero constante de intentar dar cuenta de esa comunicación, ese salto, ese hiato. Lo universal y lo particular, siglos y siglos explicando y desanudando el fundamento de esta relación. Lo uno y lo múltiple.
La danza nos muestra también que al parecer somos el único animal que se detiene en sus percepciones. Pero los animales juegan dice Paul Valéry y se pregunta si ciertos juegos animales que tienen un grado de sofisticación evidente no son ya anticipaciones de la danza. Pero Valéry no encuentra en el ámbito animal la inutilidad de los gestos, todo puede tener una explicación funcional, servir al instinto. En última instancia siempre podemos pensar que los animales obran con miras a la autoconservación; no pueden nunca salir de una relación meramente vital con su cuerpo.
Los bailarines en el escenario corren de un lado al otro, golpean con sus manos o con todo el cuerpo se frotan frenéticos contra las tablas y desaparecen para reaparecer. Y entre medio, al aire, esta pregunta acerca de qué vínculo hay entre danza y filosofía. Parece que los filósofos no lo han pensado y la historia de la filosofía muestra que todo lo que los filósofos no piensan tiene sus razones de carácter filosófico… ¿metafísico? Lo inútil parece apropiado para pensar una vinculación entre estos modos de hacer. Pues la danza está hecha de gestos sin finalidad y la filosofía encuentra desde sus inicios griegos un hacer su identidad en un tomar distancia de los fines prácticos de la vida. No sirve porque si sirve pierde su condición de pensar lo primero. Y la danza está gobernada por movimientos que no persiguen un objeto determinado sino que justamente el objeto de la danza es ella misma, envolviéndose en ella misma, pero además la danza no tiene fin. Dice en esta comunicación inmensa Paul Valéry: “Lo que da término a la danza son los sucesos ajenos; sus límites de tiempo no son intrínsecos a ella”(…)*Su límite está dado por un agotamiento más o menos previsible de las reservas del cuerpo danzante. Abordar ese centro autónomo de tiempo que se autogenera es seguramente lo más difícil, lo que más le importaría comprender a alguien con ambiciones filosóficas. Valéry dice también “es mucho más sencillo construir un universo que explicar cómo se sostiene un hombre sobre los pies”. La danza crea un tiempo. Aparece un acontecimiento único y por eso no hay parámetros para poder abordarlo, lo que la danza hace con el espacio y con el tiempo es tan atípico, tan instituyente... no hay un marco de referencia para entender. La bailarina está en otro mundo, un mundo sin afuera, sin finalidad sin resultados -todas expresiones magistrales robadas a Valéry-. Un mundo que tiene su propia necesidad y sus propias ataduras. Por lo demás, no existe en la danza la necesidad y la satisfacción de una necesidad, los medios no están claros ni los fines que esos medios procuran perseguir. Todo es un problema, una lucha sin fin. Si el mundo práctico se rige por una economía del gasto justo y necesario para obtener los objetos que el sujeto en cada caso requiere, la danza se regiría por una economía del derroche con la salvedad de que las reservas de fuerza siempre permanecen imprevisibles, en este sentido no tiene término, el término es un accidente exterior por ejemplo el sueño de los espectadores. O en última instancia el desfallecimiento oportuno de las fuerzas que sostienen la escalada de los cuerpos. En resumen, hay en la danza un funcionamiento único del tiempo y del espacio, Valéry habla de una poesía general de la acción. Sugiere que la danza comparte con todas las formas artísticas este proponerse y autogenerarse desde una lógica interna con sus propias reglas. La poesía haría danzar las palabras, la escultura la materia informe, y así sucesivamente. ¿Pero es casual que el arte que mayormente prescinde del concepto, de las palabras, y hasta de los sentidos, sea tan potente a la hora de generar esas otras duraciones, esas otras quietudes, balanceos, giros, torsiones, pliegues y virtualidades que con poca frecuencia han sido pensadas?  



*Nota: Valéry, P, "Filosofía de la Danza", Trad. Kena Bastien Van Der Meer