31 diciembre, 2011

Largo

 Entre sábanas que se nos pegaban a la piel soñábamos con algo que sucedió, sucedió realmente. Estábamos en el pasillo larguísimo, liso, y ale, a quien solo habíamos visto bailar mover con gracia los brazos con volados en los extremos como tules verde-azulados sugestivos, se acercó. Quería decirnos algo pero buscó por un breve instante con fingida preocupación ese comentario que le resultaba en definitiva indiferente y sustituyó todo por un gesto. Sin mirarnos exactamente sino de un modo desatendido con ojos pardos y la voz apagada; pero que podía encenderse con facilidad lanzando estallidos refulgentes con su timbre de una intensidad indescriptible. Su dedo nos empujó por sobre la remera a rayas con una suavidad exquisita que perduró hundiéndose en nuestra carne un siglo; había sido como una caricia que nos regalaba a falta de palabras. El pasillo, cuarenta y tantos pasos hacia un lado y otros cuarenta y tantos hacia el otro, desierto.

27 diciembre, 2011

Esos raros días

 Entra ale al cuarto y se sienta, nos mira y baja la cabeza, la enfoca toda en unos papeles. Hace rato lo vimos ya leyendo esas cosas, no le preguntamos qué es. Hablamos de música y de músicos, y de nuestros gustos más personales como siempre, pero esta vez nos subimos encima suyo, él ya lo ha hecho otras veces, nos interponenos. En el piso reina el silencio. En esta época ni siquiera el personal de maestranza mueve sillas y mesas devolviendo a la amplia atmósfera vacía breves y ensordecedores chirridos. Le preguntamos por la familia, y su cara siempre enternecedora que se mece de un lado al otro en su barbilla sincera y sus manos claras, de pronto se apesadumbra. Ahí es, casi, para decirlo con más precisión, cuando saca la masa y nos da en medio de la cabeza, pluf... todo se divide y una sangre la más dulce que podamos recordar abre cursos y corre libremente. Primero su figura que se torna sombría y su voz siempre clara y precisa con esa sobredicción casi nos atrevemos a opinar, se apaga, pero solo para decir algo y luego intentar resurgir con más fuerza. ale casi nos insulta, en la cunita siempre en que nos mece con sus gestos entre dulces barrotes frescos sobre los cuales amamos apoyar nuestro rostro. Se muestra molesto, pero es todo una recriminación que terminará pronto, dice que ya sabíamos todo; que no hay más familia, que no hay más mujer desde hace varios meses. Y ya lo sabíamos, según él ya lo sabíamos. En realidad es ahí cuando saca ese artilugio digno del más embravecido guerrero medieval y nos da. Nuestros tejidos y nuestra expresión hacen un ruido de locos nos sentimos de plastilina, maleables, modelables en cualquier imposible sentido. Le avisamos que estamos hechos trizas -los nervios despedazándose solos y dejando la risa como en carne viva-, y que nos ayude a juntarnos y recomponernos. Pero bueno estamos casi satisfechos de que ale se agarre a esa papirusa.  

26 diciembre, 2011

Es hora de acercarnos a Dios

 Nos dice giuli que de a ratos con belén iban a la Iglesia de Santa María. Es esa iglesia de ladrillitos que ocupa toda la esquina de Av. La Plata y Rosario. Lo repite y lo repite ante nuestra incredulidad y su voz metálica y mojada se nos mete y se nos mete fresca revoloteando en el pequeño ambiente, mientras se prepara para darnos un abrazo de despedida. Sí, en primavera o en invierno, en las tardes cuando teníamos un rato entrábamos a rezar. 
 Lo primero siempre es elegir a tu Santo, a esa hora hay poca gente, se ven más que nada algunas señoras que ya han elegido. Entonces nosotras íbamos y pedíamos, deberías pedir, deberías elegir a San Expedito y así vas a conservar tu trabajo y vas a encontrar el amor. Nosotras hasta en casa le hicimos un santuario a San Expedito; y reían y reían y reían. Pero no a carcajadas, sino con esa risa que está del otro lado de lo jocoso y de lo sobrio. Es una dulce causticidad que te quema los huesos si no la sabés manejar o si dejás que te atrape. Nos da trabajo imaginarnos que semejante sarcasmo y esos brotes caprichosos de desparpajo hayan estado entrando y saliendo, circulando en medio de lúgubres corredores de fe. Ese piso de negra piedra helada donde se hace de noche en pleno mediodía al son de las trompetas que exhortan para la condenación definitiva de las almas. Las chicas se tocan y se estremecen en sus rondas entre las pilas de agua bendita. Te esperamos adentro al lado de una columna la primera que ves cuando salís del breve pasillo en ele de la entrada, adentro, porque afuera llueve y hace frío, y te mostramos toda la Iglesia y te presentamos cada Santo y elegís el que mejor te viene.

17 diciembre, 2011

Amen!

 Edith Piaf repetía y repetía que todo pasaba por el amor y soltaba como un humilde pero potente anatema -el imperativo de amar- a la juventud, a los que vengan, a los que la oigan. 
 Ella está sentada sobre la arena y mira al mar y se deja envolver en lo profundo, luego mira a la mujer que la entrevista y que le pide dé su mensaje de esperanza a todos los que vendrán, a las generaciones. Ella siente ahora todos los granitos de arena tibios desparramados, apilados y que la sostienen y la hacen flotar. Y repite lo mismo como alguien que no piensa, alguien que ya no necesita pensar. Es alguien que está atravesada por el rayo de la pasión; todo en ella está congelado y alimentado por una verdad incansable que hace sonreír y enloquecer. La joven mujer que la entrevista se siente satisfecha y contenta de todo lo caprichoso e inexplicado de sus respuestas automáticas. Se pone de pie y agradece y va alejándose de Edith Piaf que se queda sola entrelazando ambos murmullos.

13 diciembre, 2011

Despedida

 Por el empedrado con la mirada vuelta hacia un lado y hacia otro y la muchedumbre en las mesas, las parejas, van quedando con sus tragos y sus cenas livianas, la pesadez de la noche tan calurosa nos empuja hacia el reflejo azulado de la calle. Volvemos envueltos en la vacilación de si se puede o no se puede predecir lo horrible, la desgracia, la necesidad o el azar: el olor de la muerte; existe un tal aroma gélido? Seguimos caminando y repitiendo las palabras de que algo va a pasar hoy, ahora... dentro de muy poco.  
 Y tal vez nos parece siniestra la despedida aquella que no es más que eso una simple despedida, pero si fuera... un adiós, algo definitivo, irretornable. Como la única cosa que así lo es y que despierta como a tiros el aire compactado.   

08 diciembre, 2011

Alianza

 No recordamos el aniversario, simplemente lo adivinamos. Sin la guía de Humito, nos pusimos de pie en la penumbra de la habitación sin calzado sintiendo la tierra fresca. Afuera una puerta de algún cobertizo vecino se golpeaba con el fuerte viento que se levanta a la madrugada en la estación. También el perro del vecino comenzó a ladrar a esa hora, recordamos. Tanteando nos acercamos hasta la repisa amurada y tomamos la pequeña caja celeste que un chiquito cuida desde hace años. Pero luego nuestros dedos envueltos en cierta vacilación ya no acertaban a entrar mecánicamente en el cuadrado que con reflejos de la luz lunar la plata dibujaba centelleando en el aire. Ese mismo día ustedes nos visitaron luego de un aviso y un retorno sorpresivo. En la distancia y por diferentes vías pudimos lo mismo invocar un aniversario. Un aniversario auténtico debería ser el recordatorio de encuentros que nos señalan.

02 diciembre, 2011

Al mar

 Y de repente estábamos allí. El mar se abrió ante nosotros sin que lo esperáramos; no esperábamos mucho al atravesar ese camino del medio. Sintiendo la fricción suave que las zapatillas hacían sobre la tierra seca levantando un polvo imperceptible. Un calor también seco nos calcinaba con lentitud pero sin detenerse y nos daba risa. La mayor de todas las carcajadas que extendimos como enredaderas y lianas larguísimas entre la flora autóctona que no nos decía nada fue cuando intentaron hacer capturas de aves que eran solo eso. Por lo demás no había nada que pudiese sorprendernos cosas como bichos o animales salvajes que los carteles mostraban a otros visitantes. El mar sí nos sorprendió porque no nos importaba encontrarlo pero después cuando lo tuvimos a nuestros pies era algo demasiado inmenso y maravilloso profundo y hermoso como para tenerlo sin ningún esfuerzo; siempre tan cerca nuestro. En la ciudad.