08 diciembre, 2011

Alianza

 No recordamos el aniversario, simplemente lo adivinamos. Sin la guía de Humito, nos pusimos de pie en la penumbra de la habitación sin calzado sintiendo la tierra fresca. Afuera una puerta de algún cobertizo vecino se golpeaba con el fuerte viento que se levanta a la madrugada en la estación. También el perro del vecino comenzó a ladrar a esa hora, recordamos. Tanteando nos acercamos hasta la repisa amurada y tomamos la pequeña caja celeste que un chiquito cuida desde hace años. Pero luego nuestros dedos envueltos en cierta vacilación ya no acertaban a entrar mecánicamente en el cuadrado que con reflejos de la luz lunar la plata dibujaba centelleando en el aire. Ese mismo día ustedes nos visitaron luego de un aviso y un retorno sorpresivo. En la distancia y por diferentes vías pudimos lo mismo invocar un aniversario. Un aniversario auténtico debería ser el recordatorio de encuentros que nos señalan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sacar un sillón naranja por la ventana. Toda la vida debería ser eso. Sacar un sillón naranja por la ventana y después...
cada día, a las diez y diez, pido volver a eso. Poder recrear esa sensación, algo creciendo en el pecho y rehusándose a cualquier cárcel de palabras. otra vez por favor...