16 septiembre, 2011

El informe




 Mi madre está abajo. Las escaleras llevan a la madre y luego al hall, al patio, a las rejas y la vereda y la calle y el barrio y bastante lejos las avenidas y las mesas lisas donde la gente ama comer hamburguesas. Tras las rejas había un tipo que sacudía, -solo lo vio johnny además de la víctima-, el pito, lo mostraba, se lo mostraba al chico del que se enamoró. Por eso la cabeza siempre girada hacia la ventana, sin oír, sin ver sin entender nada de lo que pasa alrededor. La dentadura floja después de dos trompadas terribles que no dejarían en pie ni a un animal de carga. Hacia las escaleras baja, se aproxima una carta para denunciar para que se vaya para que no vengan, no jodan, no digan, no exijan. La cabeza estalla en el pasillo, estalla tan fuerte que vuelan los sesos y la carne y la sangre espesa  chorrea por las paredes y de inmediato por la pata de una mesa que estaba allí y después todo eso va hacia el piso como un menjunje que se mueve despacio pero seguro. Y sigue, y sigue avanzando como si el suelo tuviese una inclinación. Por qué. La cabeza estalla porque se hartó de la pregunta acerca de qué era verdad y qué falsedad en toda aquella bola densa de palabras hilvanadas como un enjambre. Y sucumbió ante la pregunta y ante su impotencia analítica.    

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