30 abril, 2011

La noche de los padres y los hijos

 Ed Dunkel, Dean... Jack Kerouac... las fotos que algún día mirarían asombrados nuestros hijos pensando que sus padres habían vivido unas vidas tranquilas, ordenadas... Hallazgo y desconcierto. Generaciones que se suceden y los hijos nunca pueden saber realmente algo de los padres: los padres son siempre ya muertos. Desde el lejano día en que primero el niño pensó que sus padres podían morir, que esa era la verdad irrebatible y, el único consuelo, juego, era intentar dar la vida por ellos por la causa primera y única para todo niño. Sin imaginarse jamás la locura de nuestras arrastradas vidas reales. Lo que hay es un oscuro lapso de tiempo irreconocido e insalvable entre generaciones. Y cuando una va en camino hacia su muerte la otra ya está en camino muerta. Es verdad que nunca podrán saber de la locura de los padres, de la aguda insensatez ya perdida para siempre en el camino medio truncado, chamuscado, ahogado. Desvío insalvable de las generaciones. Recurrente, abismal desencuentro en la noche de los padres, en la noche de los hijos.

28 abril, 2011

Simulacros

 Caminaba arrastrando sus piernas, una tullida. Las muletas se movían más rápido que las piernas. ¡Manuel!, dijo, gritó. Avanzaba siempre avanzaba, las muletas primero lanzadas hacia delante con ritmo y luego las piernas medio desacompasadas. Las piernas, una muerta, la otra medio viva o dormida o con gangrena. Las dos medio vivas medio muertas. Las dos muertas, de risa. ¡Manuel!, otra vez, salí de ahí. Le avisó que no se acercara a las puertas; no te acerques a las puertas. Cuando las muletas zumbaron a su lado le dio una palmada en la cabeza, de refilón, que le revolvió el pelo negro pero Manuel no le dio importancia. Miró como alguien mira el viento pasarle cerca. Pegado a la puerta silbaba bajito o tarareaba alguna musiquita, desentonaba con un grito. Se figuraba ser algo, jugaba. De pronto al otro, esa pierna le pesaba más, la apoyaba con mayor delicadeza, la dejaba aplomarse sola. Ya te dije, ya te dije. Eso era verdad se lo decía todos los días. No estés cerca de las puertas, alejate. Cuando seas grande sí, cuando seas como papá, pero ahora no. Le hablaba más bajo no por vergüenza de que todos los presentes pudiesen oír. Eso no podía existir para quienes estaban lanzados... Pero en ese momento no se podía detener tranquilo y explicárselo, a Manuel, porque solo podía pasarle por al lado en un ir y venir o mirarlo desde el otro extremo. Pero tal vez antes, tal vez, cuando venían caminando y Manuel corría a su alrededor. Fingía entonces que se enojaba, después que lo perseguía y lo sermoneaba, mientras Manuel con el morral sucio rebotando sobre su cintura revisaba frenético las cabinas de teléfono. Introducía su mano con comodidad en las celdillas del vuelto. Las bisagras metálicas se abrían empujadas por dedos hiperinquietos y se cerraban solas al salir la mano, una tras otra extendían un repiqueteo breve a lo largo de todo el andén. Y por momentos el otro, la apoyaba, a la pierna mala, -ya que por ahí andaban casi solos- y caminaba con ella; pero las muletas no se desconectaban nunca. Dos pasos de enfermo un paso de sano. ¡Manuel! Vení acá. Te había dicho que no te quedaras en las puertas, en las puertas no Manuel, ahí la droga, un borracho, un chorro.

26 abril, 2011

Un regalo

 En ese tiempo estaba hasta el cuello de oscuridad. Y cuando el teléfono sonó y vacilé un instante en esa confusión que me abrazaba entero... pero sin embargo me abalancé sobre el aparato y levanté el tubo con resignación, entregándome... A ese regalo, un regalo de la vida que desde la superficie me llamaba mientras yo me empecinaba o me entregaba a otra cosa, nadando en aguas muy densas, heladas, en un agujero profundo-negro que me absorbía y que amenazaba con hacerme desaparecer. Y entonces la voz del otro lado me dijo que la vida nos hacía este regalo a ella y a mí, supe que me decía esto porque el tono y la risa eran como de complicidad y de compartir algo grande algo infinitamente afectuoso que se me iba a pegar lo quisiera o no -lo supe, aunque ella no dijera nada en cuanto a un regalo para ella o para mí-. Quiero repetirlo una vez más; yo atravesaba una agonía devastadora. Pocas cosas iban quedando en pie como cuando viene el tsunami y todas las estructuras desaparecen bajo el manto informe de la fuerza pura. Una tristeza, una torpe desgracia de años rebasaba por todo el borde de aquella vida. 
 Dije hola, callé, dije bien!, callé. Adentro de mí, en mi adentro, en mi agujero negro que yo era se hizo algo que después sería una pura ternura. En ese entonces en lo negro, en lo oscuro del vacío, de las ganas de la renuncia, de la desdicha del no poder ser y de la impotencia que se inflama como un combustible rico, se reveló algo hermoso. Algo que eran como unas ganas de querer estar ahí escuchando que alguien te diga eso y que al decírtelo sea como si te dice... No todo está perdido. Un digno hechizo en el corazón. Y te dice otras cosas más, te dice que cargándote un regalo como éste podés continuar con tu vida; podés intentar introducir algunos reajustes en esa completa avería... Sobre todo, podés olvidarla, dejarla ir y no convocarla nunca más y tomar a cuestas las vidas de otros.

19 abril, 2011

Terrazas

 Le voy a decir a Pablo que un día paso y tomamos unos mates. Entonces cuando estoy ahí le pido subir a la terraza y puedo volver a sentir ese aire, y mirar, desde ahí la ciudad. Quiero volver a ver las otras terrazas y las sábanas blancas flameando allá abajo, las cagadas del perro sobre otra terraza sin embaldosar, los cumpleaños de desconocidos, el viejo aquel en la de al lado que siempre en compañía de su perro tiende la ropa y a veces prende un fuego. Quiero ver el tren; escucharlo... Ver a la gente en la plaza moviéndose como pequeñas figuritas. Ver la cancha de Vélez Sarfield al noroeste, aunque no me gusta, empezó a no gustarme cuando hicieron sufrir tanto a tantunita porque no devolvían las pelotas y hacían full al arquero y abrían el placard y los jugadores se caían de adentro y salían campeones ilegítimos. Luego empezó a no importarme que hace mucho jugaba en el CAL a invasión extraterrestre con la camiseta con esa V azul sobre fondo blanco que llevaba para todos lados... y todos te preguntaban la pregunta más simple del mundo que me ha llevado treinta y tantos años poder responder bien. Y quiero, además, ver el sol anaranjarlo todo a la tarde cuando subo con el propósito de llevarme esa impresión de que baña con esa luz todo lo que toca a su paso que es todo, aunque por un lapso corto. Cada vez que te distraes un poco con otra cosa ya se ocultó un poco más en el horizonte y si tenés un poco de paciencia o tiempo lo ves desaparecer; una última esquirla refulgente que se te graba en la retina y la lejanía se lo traga.
 No sé ya si voy a hacer alguna de todas estas cosas... no sé si las haré de vuelta... Al menos podría invitarlo a Pablo a mi casa nueva y decirle que venga y demuestre lo excelente guitarrista que es aunque él con humildad lo niega, una vez nos mostró cómo toca la guitarra, esperó hasta la última noche para hacerlo pero entonces puso con sus dedos que acariciaban las cuerdas, puso en música, todo lo que nos había contado sobre las embarcaciones, el Paraná, su tierra natal, los pájaros cruzando de una orilla a la otra, todos los cursos de agua desfilando serenos entre infinidad de cuchillas.    

10 abril, 2011

Conectados

 Extraño ese viento que yerbalito producía de continuo. Esa correntada agolpándose, ese chifle constante y a veces molesto. Esa misma corriente que se colaba siempre apenas acercaba el rostro a cualquier ventana. Yerbalito era así. ¿Cómo tan poca cosa podía hacer un mundo? me pregunto a veces.
 ¿Debía desear a yerbalito como un destino que se abraza y nos cobija como una tierra siempre nuestra y que nos justifica? Yerbalito como islote flotante de cemento compacto y amorfo. Yerbalito sequedad calcinada al sol bajo su engañosa flamante pintura grisácea sólo homogénea en la lejanía de las veredas donde han de caer los niños que juegan solos, descuidados, en los balcones asesinos. Yerbalito, chapa temblorosa y castigada; postigón inmundo, gente nadando de mentira en el tanque; basura lanzada por la ventana como huesos y restos de carne que ya saciaron el hambre de los niños que después van a ir a trepar, y a caer. Eso es yerbalito, siempre la ventana y yo conectados. Fuga sin fin hacia la avenida, las copas de las tipas y los jacarandás, gavilanes y raramente un búho que nos visita. 

04 abril, 2011

Kafka, la muralla y los nómades

 La construcción de la muralla sucedió en tiempos remotos. Pero en la actualidad esa extensión de la trama de la red del conjunto cuasi infinito de enlaces -que pueden atravesar océanos y continentes si las condiciones están dadas- persiste. Con parsimonia inquebrantable o una idiosincrasia por completo distinta. Cualquiera de los estereotipos de Oriente que circulan entre nosotros da risa. Lo cierto es que el mapa se traza con deslizamientos firmes y nítidos. Y la combinatoria definitiva se vislumbra en el horizonte. ¿Para qué trabajan tanto estos chinos? Este pueblo chino, ¿hay acaso una ecuación que explique todos los enlaces que produce? Pero ahora el espacio ya no es del tipo espacio-territorio infinito esto señala que en principio la construcción de la muralla sería concebible. Esa posibilidad exigiría en todo caso una organización mínima, podríamos como mencionar dos ejemplos; que se destinen los fondos necesarios, que los funcionarios no se roben los fondos públicos. Ahora la construcción empieza y termina en un tiempo finito que ni siquiera abarca a una generación en su totalidad. Pero lo curioso es que aquello con que los chinos pueblan el espacio sí es infinito en número; entonces de qué modo se dispone esa producción en un territorio que sabemos finito. Por otra parte no sabemos de qué clase de conjunto infinito estamos hablando, no sabemos si es un conjunto infinito mayor o menor. No sabemos si es el infinito ya establecido donde la producción del pueblo chino trazaría una curva ascendente que sería sin más la idea de un infinito mayor. Supongamos que algo así se da, o sea el conjunto de la producción que llamamos mch es infinito y máximo, es el conjunto infinito más grande que existe. Podemos decirlo de otro modo; es un conjunto este mch tal que no existe otro cuya infinitud sea mayor que la de él. La imagen modelo es que en este conjunto ideal hay una cantidad infinita de componentes que permanecen unidos en su pureza; un pueblo que no se ha diseminado. Pero este conjunto será asaltado algún día no lejano por los nómades, entonces, los mil fantasmas que pululan por este territorio capturarán los nombres y absorberán todos los seudónimos bíblicos que hoy tienen los chinos. Un chino al que se le asigna la variable (pocho-toma mate en la vereda-día domingo). Ahí el conjunto estalla.     

01 abril, 2011

Para después caer y que alguien te cuide

 Algunas cosas que me rodean me hablan de un modo u otro, cuando las miro. O me doy cuenta de pronto que hacía rato me observaban esas cosas y no me percataba del todo. Pero cuando la noche me envuelve, a veces, me acuerdo de yerbalito. Bajamos, penetramos la noche, esa soledad de aquel barrio azaroso donde todo me lo supe tan bien apropiar. A la ribera del sarmien con calor con frío, una vez con nieve, con sordera y sin luz los quince por escalera y ese zumbido insoportable de la avenida, las vistas de la ciudad monstruosa que no se puede creer que un paceño no podría creer... Todas las lunas y los soles a la mañana horrorosa y plácida a la tarde, y el viento corriendo del sur y del este y de todos lados el olor de la comida y la marihuana del 14; todo ese conjunto siniestro de lo que está bajo nuestros pies. En la estación de servicio que está en la esquina compramos cigarrillos y ustedes compran también chocolates que a marcel le gustan y venimos caminando despacio, con camperas que nos hacen parecer un poco más gordos y no nos cruzamos con nadie porque a esas horas avanzadas las calles están desiertas. Siempre ustedes dicen cuando ya no estemos juntos cuando ya no estemos juntos, como una música que saben hacer girar en un sentido y en otro. Y yo hago una mueca de fastidio y miro para atrás, a mí me parece que realmente ese día no va a llegar, lo veo demasiado lejano; trato de ver algo pero en el horizonte no puedo distinguir formas precisas. Quiero subir, estar en yerbalito, viajar primero en el ascensor linchyano que un día, por necesidad, caerá al foso se hundirá en el subsuelo y la cara del pelado juan carlos lo dirá todo sin decir casi nada, como el mejor amigo del hombre que está más allá o acá de la ley del hombre.
 Olvidé la lluvia, ver y escuchar llover en yerbalito es un montón de música, un chorro de tonalidades que te va revoloteando alrededor con paraguas que se te trepan desde abajo y te persiguen para acariciarte; cuando mirás, sí, para abajo -a ese abismo doméstico- siempre te dan ganas de tirarte por eso después cuando duermo ustedes sienten mientras les abrazo que caigo del árbol donde dormían los ancestros monkies.