29 junio, 2012

Las cosas esenciales

  Ahí, sobre una macisa pesada repisa gigante, biblioteca u otra cosa que quiso alguien hacer cierto abuelo valet de Bartolomé Mitre, reposan las cosas. El mp3 grasiento, los guantes de recluta que ya creo están por cumplir 45 años, también los de meteoro con los que ansei jugaba al getoboru, la billetera gai, ese lobello super gastado pero que a duras muy penas protege la propiedad de los labios, la agenda santillana y el envoltorio de goma eva de una anterior agenda de la misma línea editorial, el envase de cassette de video-grabadora que es una cartuchera, el reloj buen regalo de tía que siempre adelanta 2. Y, entre todo eso meto de un modo atrasado quejumbroso con culpa, poca, innecesaria, los resabios de esos repuestos de la brown de la multiprocesadora de blas para que lo arregle... ¿quién? 
 Pienso que alguna vez voy a volver a leer a gilles deleuze porque nadie como él puede meter una palabra que amo y que es la palabra intensidad. Cuando una intensidad te toca estás frito amigo. No hay nada más que hacer. 
 Esa tarde-noche mi abuelo estaba un poco sacado porque blas no le había comprado los repuestos de la multiprocesadora que le había pedido hacía diez días, gritos, gritos, sangre invisible. Vamos. Nos tenemos que ir de este lugar. Es un lugar que está hecho para que no nos vayamos nunca así, pero nos vamos aunque haya que arrastrar el piso junto con las baldosas y arrancarlas con un cuerpo flojo que es todo penumbra. Todo así cruzando la villa, la provincia, los caminos fronterizos que se entrecortan de allá para acá de acá para allá tantas veces en la vida. Y vos qué pensás.    


16 junio, 2012

Árbol de mandarinas

 Mientras almorzamos ale cuenta una historia breve, bella, entre suspiros, resoplando tras cada bocado de carne y arroz, baboso pero rico. Hace gestos sentidos con las manos y dobla la cabeza como si todo lo que quisiese decir cada palabra cada impresión hiciesen que todos sus músculos y articulaciones se flexionasen. Y cuenta que las mandarinas le gustan, pero sin que lo especifique es evidente que no cualquier mandarina le parece sabrosa, no las de un super no las que se pueden adquirir en una verdulería cualquiera. Las de acá a la vuelta las de un puesto ilegal que no paga nada pero que ya es casi una tradición de treinta años sí. Y sobre todo, aclara enseguida, esto viene de la infancia, el perfume, el color, el tacto áspero de un tronco de árbol viejo en el fondo inmenso -porque su abuela tenía una casa de media manzana- y ale allí arriba descansando y comiendo la fruta. Y dice que le gustan esas cosas, como que eso es lo que en definitiva afecta el hoy, retiene y ocupa los momentos duros, las cosas de la infancia. Esto quiere decir que muchas veces está sin estar y soporta sin soportar nada de lo que muchos creen que soporta, en realidad está en esa media altura. Allí sobre ramas y troncos cebados de un verdor mate en suspenso en la humedad blanca de la tarde nublada; o de aquellas tardes en que se come fruta y se está en soledad en la casa de una abuela que como un titán sostiene todas las pesadas ausencias.
 Abajo está la abuela, ¿lo sabe ale?, parece que lo sabe, está abajo del árbol sosteniendo aguantando el gran árbol de la vida que quieren robar los americanos chantas del mismo modo que querían robarle a los pobladores del gran árbol de la vida todo ese tesoro a los Na'vi. Ale deja que las mandarinas sigan cayendo por atrás de su conciencia las mejores las dulces las jugosas las que son como caramelos porque no tienen semillas.

11 junio, 2012

Y se va la primera

 La segunda parte del año es mucho mejor que la primera. Hay algo en la primera parte que hace que un día todo eclosione, es una presión que el resto de los días se puede manejar, disimular. Pero el último día de la primera mitad es terrible porque el cuerpo está harto de los años y las estaciones y las promesas de los órganos. 
 En el capítulo XXIV del tomo I dice Marx lo siguiente en una traducción de W. Roces: "Los contingentes expulsados de sus tierras al disolverse las huestes feudales y ser expropiados a empellones y por la fuerza de lo que poseían, formaban un proletariado libre y privado de medios de existencia, que no podía ser absorbido por las manufacturas con la misma rapidez con que se le arrojaba al arroyo. Por otra parte, estos seres que de repente se veían lanzados fuera de su órbita acostumbrada de vida, no podían adaptarse con la misma celeridad a la disciplina de su nuevo estado. Y así, una masa de ellos fueron convirtiéndose en mendigos, salteadores y vagabundos; algunos por inclinación, pero los más, obligados por las circunstancias".    
 Cuando la primera parte del año va llegando a su fin se hace insoportable porque avanza como un rápido que a cada curva del cauce degenera hasta volverse irreconocible. Las multitudes van hacia su propia caída donde las lleva irremisible la corriente de los tiempos para desperdiciarlas, y no dicen nada, no dicen, nada dicen. Por eso hasta que llegue la segunda mitad no hay nada de qué quejarse pues en la Edad Oscura los individuos no decían ni mu. Luego en los siglos de las Luces era tan esquizofrénica la fuerza con que se los capturaba para recofigurarlos que los hierros candentes con que se marcaba su carne se enfriaban pronto. La segunda mitad es el fiel reflejo de la primera pero típicamente descomprimida. Es como tomar un globo entre los dedos índice y pulgar, bien inflado el globo hasta que las paredes se vuelvan tenues y transparentes, y retenerlo allí con los dedos presionando y no dejando escapar el aire pero luego soltando la cosa y que se disperse resonando errática viajando como un huevo enloquecido de corta duración. La segunda mitad del año es entonces un trazo menos hostil y acuciante pero de cobertura fofa: Zaratustra... había dicho que el horizonte había sido borrado con una esponja? 

02 junio, 2012

Deseo

 Empecemos por algo simple y pequeño. Una pequeña materia blancuzca de unos pocos milímetros de diámetro donde están puestas las esperanzas y las expectativas de ponerse bien de no tener más unas terribles visiones que suben de un interior desconocido de terribles impulsos oscuros llamados locura y muerte abrupta. Entre nuestras manos va y viene la pequeña esferilla achatada, compactada y difícil de manipular, sobre todo cuando tenemos que cortarla justo por el medio y que aunque está marcada de fábrica por una zanja perfecta que la corre cruzando su diámetro, es en extremo evasiva, partiéndose fragmentándose de un modo fastidioso que la transforma en polvo de vida desesperada. En cierta ocasión tratamos de cortarla con una tijera utilizando solo una de sus hojas haciendo presión contra el apoya brazos del micro en el que viajamos hasta un cerro que nos disponemos a escalar y es sumamente complejo; el corte falla, y después de vacilaciones y forcejeos nerviosos, por el tiempo que siempre nos corre, los trocitos de la pastillita saltan en fragmentos deshechos, pero por suerte todos quedan resguardados en nuestras manos. Ella dice que no es nada y chupa los trocitos vueltos polvo y los absorbe con pasión. Y pensamos que cuando levantemos la copa, soplemos pequeñas velas retorcidas o intentemos encontrar seres mitológicos mirando el firmamento en la cumbre de un cerro solo querremos pedir -porque tantas veces hubo que el deseo era un mero hueco y el futuro una estrella distante e indiferente- la estrella hermosa que ella se merece.