19 abril, 2011

Terrazas

 Le voy a decir a Pablo que un día paso y tomamos unos mates. Entonces cuando estoy ahí le pido subir a la terraza y puedo volver a sentir ese aire, y mirar, desde ahí la ciudad. Quiero volver a ver las otras terrazas y las sábanas blancas flameando allá abajo, las cagadas del perro sobre otra terraza sin embaldosar, los cumpleaños de desconocidos, el viejo aquel en la de al lado que siempre en compañía de su perro tiende la ropa y a veces prende un fuego. Quiero ver el tren; escucharlo... Ver a la gente en la plaza moviéndose como pequeñas figuritas. Ver la cancha de Vélez Sarfield al noroeste, aunque no me gusta, empezó a no gustarme cuando hicieron sufrir tanto a tantunita porque no devolvían las pelotas y hacían full al arquero y abrían el placard y los jugadores se caían de adentro y salían campeones ilegítimos. Luego empezó a no importarme que hace mucho jugaba en el CAL a invasión extraterrestre con la camiseta con esa V azul sobre fondo blanco que llevaba para todos lados... y todos te preguntaban la pregunta más simple del mundo que me ha llevado treinta y tantos años poder responder bien. Y quiero, además, ver el sol anaranjarlo todo a la tarde cuando subo con el propósito de llevarme esa impresión de que baña con esa luz todo lo que toca a su paso que es todo, aunque por un lapso corto. Cada vez que te distraes un poco con otra cosa ya se ocultó un poco más en el horizonte y si tenés un poco de paciencia o tiempo lo ves desaparecer; una última esquirla refulgente que se te graba en la retina y la lejanía se lo traga.
 No sé ya si voy a hacer alguna de todas estas cosas... no sé si las haré de vuelta... Al menos podría invitarlo a Pablo a mi casa nueva y decirle que venga y demuestre lo excelente guitarrista que es aunque él con humildad lo niega, una vez nos mostró cómo toca la guitarra, esperó hasta la última noche para hacerlo pero entonces puso con sus dedos que acariciaban las cuerdas, puso en música, todo lo que nos había contado sobre las embarcaciones, el Paraná, su tierra natal, los pájaros cruzando de una orilla a la otra, todos los cursos de agua desfilando serenos entre infinidad de cuchillas.    

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