24 febrero, 2017

Minerales

 Todavía el sol hacía que la arena toda yodada brillase. Esos dibujos, esas líneas violáceas, sanguinolentas, como arterias que se expandían y se contraían; parecía la superficie caótica y dinámica del planeta que inventó Stanislaw Lem, llamado Solaris. El agua formando una fina capa y recorriendo, reflejando, moviendo las manchas que por momentos parecían tumores restos desapareciendo betas carcomidas, recreaciones de cosas conocidas como un hipopótamo al revés o una bailarina en puntas de pie y brazos deformes rostro deforme inclinaciones esfumándose... Si bien, las formas naturales tienen tendencia a ser una repetición tras otra, por eso nada de todo eso estaba allí. Y pisaste todo eso y dijiste que el mejor momento al fin y al cabo era cuando algo comienza cuando algo está por darse y asentiste. Y dijiste que que bueno que pasara eso que podía pasar pronto cuando prestaras ese libro divino. Y seguiste caminando y te alejaste y hubiese sido bueno mandar en ese preciso instante una buena canción para que no estés triste porque las cosas no se habían dado como esperabas pero no se te ocurrió cuál. Parece que las cosas se van escapando sobre la superficie y si viene una gran ola va a limpiar todo como una pizarra para volver a escribir la historia del corazón que me contás. Y me decís que no es posible que después de tantos momentos vividos en el pasado y en el presente, pero sobre todo muchos del pasado tan determinantes. Los amores enseñan, si te enseñaron tantas riquezas y como puede ser que te llore y las cosas sigan. No entendiste nada de todo eso vivido, grandes -esos personajes- hasta casi sublime, qué importa si igual todo se va a repetir.    

18 febrero, 2017

Ante la ley

 Lo prohibido y la transgresión en este pequeño texto de Kafka. Una fábula que no es una fábula, la enseñanza se pierde cuando la puerta de la ley se cierra y nos quedamos con la sensación de que algo quedo del otro lado. De ese lado infinito, sin aristas, sin bordes y sin espacios para descansar. 
  ¿Acaso un gran señor podría mirar hacia el interior de la ley? ¿Acaso podría un rey comunicarse con aquella cosa insondable, infranqueable por la potencia de aquellos que la custodian? ¿Cuál es el problema, la finitud del hombre o su condición -en este caso puntual- de pobre hombre? Habrá sido conciente Kafka de que el patetismo del hombre que espera podría haber sido puesto allí por ejemplo con un hombre uniformado. Cuando sabemos como señalan Deleuze y Guattari la fascinación kafkiana por el uniforme, por el botón que destella, los pliegues de la ropa.  
 Sin embargo el hombre que espera es y no es un pobre hombre. La angustia kafkiana es tal que simplemente angustia al que lee. Si es el caso de un lector tal que descrea de la comedia. Al personaje no llega nunca esa angustia, no padece esa experiencia. ¿Pero hay en Ante la ley lo que podríamos llamar una transgresión? 
 En el final se da el mayor de los desconciertos. El guardián adopta una postura de un dinamismo inusitado hasta ese momento casi lo vemos sonreír pero es una risa sádica en cierta forma. Parece un regalo que no es un regalo un regalo que es un chasco pero sin carnaval, sin día de los inocentes sin la confianza necesaria que lo muestre como un Karl Rossman desamparado o un Gregorio Samsa que no distingue aún el sueño de la vigilia, así y todo la angustia no lo afecta. Ello, la máquina de escupir flujos de inconciente no amerita poder hacer una broma pesada. No se puede pensar el después de nada, no se puede indagar qué reacciones se suscitarán al cerrarse la puerta. Es entonces como dice K en El Proceso; cuando afirma que el guardián es injusto porque engaña al hombre, es una espera sin esperanza alguna. Pero el sacerdote dice no, para nada, el hombre siempre fue libre y eligió ser un empecinado a pesar de que se le explicaba una y otra vez de la imposibilidad de acceder a la ley. Delirar, chatear, discutir y apasionarse por la política. Todas las noches en el chateo el juego consiste en comerle la cabeza al otro, devorarlo primero que nada por la cabeza, quemársela con el habla desesperada del chat. K por los pasillos interminables, las escaleras inconducentes, las relaciones inútiles. K convenciéndose de que cada discusión es maravillosa, sensual y al mismo tiempo vana. El guardián y el hombre han estado siglos comiéndose la cabeza y según K lo que quema es el silencio indiferente y mortífero del guardián y según el sacerdote el que engulle es el hombre con su estrategia de paciencia y de soborno.    

14 febrero, 2017

Sobre un fierro

 Es una cosa. Es simplemente algo. Duro. Oxidado. Pintado después mucho después...
 Cuando llegué me dijeron que con ese fierro tremendo habían aplastado un gato. El armazón de fierro aquel había sido el tiro de gracia. La guillotina para el gato aquel, el disfrute inmenso para sus ejecutores. Y con eso lo terminamos de matar. Y señalaban... el fierro verde, estaba todo oxidado. Un fierro, su forma, su peso, su talla, su andar, prejuicios, descomposición, oposición, hablar de un fierro. En este caso era una parte de otra cosa quizás un vehículo a sangre, algo del campo. O el resto de una máquina. El fierro como estructura de hierro siempre había estado allí al parecer adoptando diferentes formas. Acompañando a todo lo que lo circundara. Siendo chatarra, asiento o guillotina. Y el hecho de ser estructura debe haber sido la causa de que se haya mostrado siempre maleable a los cambios a las adopciones de diferentes formas. Y también a la dificultad de describir su configuración o mucho menos siquiera su aspecto exterior. Algo tan sencillo como eso. Decir de qué está algo hecho, decir para qué algo ha sido hecho; su color, su textura, su posición. Bajo lluvias bajo soles bajo los diferentes polvos que lo cubrieron, el fierro prosperó, pues muchos que lo vieron que lo usaron que con él hicieron cosas aunque muchas veces ordinarias como apoyar una maceta, ya hoy no están o se murieron o se fueron y la historia los olvidó con justicia o sin ella. Algunas cosas tiene su momento Odradek así como algunas cosas tienen su momento de cruza. Lo desconcertante es que algo pueda tener historia y ninguna función determinada, ni siquiera un nombre propio o genérico. Tal vez al fierro le falte algo de la singularidad de un Odradek. Por empezar no tiene voz, ni risa. No se compone de muchas partes si bien él parece alguna vez haber sido la parte de algo mucho más ambicioso. Su mayor virtud es el peso y su modo regular de permanecer apoyado. Carece de ese arte de saber ocultarse de evadirse o de fluir sin que el observador se dé cuenta. Hablarle como a un niño no parece razonable cuando se sabe que ha servido para matar o aniquilar el último aliento de un ser inocente. Su dura persistencia parece tener el poder inexorable del silencio, la suavidad de una noche calma. Y sí parece remontar su historia hacia adelante pero en aquella dirección solo se vislumbra una indiferencia atroz.    

09 febrero, 2017

Chubascos

 No sé por qué -y lo sé unos días después cuando nada más releo estos garabatos- toda la tarde estuvimos hablando de la muerte. Sobre el amor también y sobre ser románticos.Si lo éramos o no lo éramos. Si lo habíamos sido en algún momento de nuestra vida; nadie ya a esta altura se plantearía si lo iba a ser más adelante. Evitaba sobre todo preguntarle si sabía de qué hablaba porque en verdad presentía que todos teníamos una opinión tan heterogénea de lo que significaba ser romántico. Y heterogeneidad es quizás universos distantes y no tanto riqueza de sentidos diversos. Cómo soportar encima con el cuerpo ya cansado de tantos años esa especie de ignorancia o de duda. Todo el día, por otra parte, estuvo plagado de chubascos. El más potente fue uno en el que ya empezada la tarde se profundizó el tono gris del cielo, si bien, bueno fue, que no refrescase y se largó durante veinte minutos sin parar. Bastante más tarde le dije -era un poco yo diciendo- eso fue como una película de Kurosawa, y así intenté justificarme de mi poca cultura de películas clásicas o contemporáneas. 
 Hacía poco tiempo yo había sido romántico, enamoradizo, y se lo dije. Como que lo romántico era una corriente, algo que te arrastra por abajo. Un perfume que te trae recuerdos, una parri de la que se esperan muchas cosas cuando se pone a arder. Entonces también era una promesa. La ilusión de que algo iba a pasar porque la vida ante todo, por sobre todas las cosas no puede ser una monotonía, no puede ser un paisaje estático. Al romántico le pasan cosas pero qué clase de cosas. El padecer, el phatos. ¿Pero entonces ya los griegos eran unos románticos incurables? Bajamos a la playa y me dijiste que ahí justo ahí habían encontrado el cuerpo de una mujer mayor; enferma. Se había suicidado. Cuando la viste ya estaba embolsada. Morir ahogado... qué padecimiento que supera a otros... Y sin embargo, que a mano lo tenía esa mujer con el océano ahí... Tal vez lo que más esclarecería todo esto haya sido cuando hablamos de los perros virtuales. Esos que abundan, esos que son pateados, rechazados -y en tu caso- se transforman en flores amarillas, medio anaranjadas. Los perros virtuales son como los personajes de un video juego y me alegré mucho porque -te confesé- antes de salir... Estábamos que no podíamos más con la lluvia. Por la esquina dobló un amigo en bici y levantó su mano al cielo, hiciste lo propio, en la bici sobresalía hacia un lado ese soporte que usan los surfers para amarrar la tabla. La calle iba en pendiente y apretábamos los pasos sobre el lodazal que aumentaba, si bien por el medio la tierra se afirmaba, pero por los costados, a contramarcha, bajaban finos riachos de agua de un tono cobrizo. Empezaste y no terminaste tu confesión dijiste, es que me agarran como unos chuchos de frío pero son chiquitos y enseguida pasan. Estaba en casa antes de venir o sea justo antes de salir y daba vueltas y daba vueltas, buscaba cosas, pero la mochila al lado de la puerta lista no faltaba nada y las llaves que se apretujaban en la mano. Lo que enloquecía al pensamiento era no tirar al aire virtual contaminado o no contaminado ese perrazo que tal vez picara o no picara... ¿Y qué hay de romántico en eso? Habría que ver si no hay en ello una pura estrategia. El punto es que si los perros virtuales a los que se patea y que se transforman en flores a veces, por qué no, pueden transformarse en jarras de vino cabeceadas por Baco. Y últimamente se me apareció mucho Napoleón Bonaparte que algo de romántico habrá tenido. Estrategia. 
 Además me sorprendió bastante que me digas que no era tan anormal ser muy apasionado. Hace tiempo confirmé que eso era algo bastante ridículo pero después surgió este gran, gran dilema; ¿la experiencia y el romanticismo son cosas incompatibles? O sea ¿por qué el viejo no puede ser romántico? En la pura ignorancia de la cuestión. Pareciera que la experiencia hace ver... y Napoleón se aleja en su caballo... desaparece más allá del campo de batalla. Romántico como Guerra y Paz en un cuadro de Tolstoi, cuando el príncipe Andrés lo ve pasar a Napoleón en su caballo, blanco obviamente. ¿Qué es lo que le da a esa escena la pincelada romántica indiscutible? Hagamos la lista: la fuerza animal y su belleza/el genio y su figura/el magnetismo de la fuerza, la violencia, la sangre derramada a groso modo por amor/la muerte rondando lo muerto.        
 Y después, una imagen que es por definición romántica; el mar. Este mar es verde y frío. Solo frío y mucho verdor y transparencia. Estaba revuelto, por momentos furioso, potente no calmo como yo creía que iba a estar acá siempre. Trepamos por las piedras cuando ya anochecía. Soñando encontrar algo entre aquella bruma que se desparramaba por toda la costa. Entres las piedras inmensas con sus estrías, sus canaletas llenas de agua y anémonas y sus filos centenarios habría tal vez alguna sirena que nos apresaría con su romanticismo o al menos con su pasión caníbal. Hambre incontenible de esa naturaleza inhóspita... ¿robinsoneana? 
 En horas de sol nos salió el yo de dentro. Entonces me puse a mirar las algas flotando en el agua como se mira en una película de Tarkovski. Verde casi transparente, se podía ver el fondo, la turbulencia, la arena, todas las partículas ahí suspendidas y el agua verde como lo que más verde no podía ser hasta que al fin dejaba de serlo. En la transparencia se podía leer. Y las algas nadaban entre esas corrientes imperceptibles, las hojas con esa textura lisa nada más liso que sus estrías siempre abriéndose y cerrándose para moverse de un lado a otro sin lado alguno. O simplemente no moviéndose, la masa infinita. Entre verdes hojas con agujeritos, restos, otras más largas, retorcidas o más perfectamente recortadas. Rojizas, como quemadas por la radiación por otra especie de movimiento con hojitas y detalles en miniatura, sin perfectos mordiscos de caracoles. Entre todo eso lo heterogéneo, las cosas heterogéneas que iban encadenando el atardecer con la Luna y la raja entre los mundos. Todo anaranjado menos el cielo; pálido y tendiendo nubes como chopos al revés. Lo romántico emitiendo llamada y allí van estas tan odiadas inclinaciones del cuerpo envejecido pero joven no cambiaría mucho nada. Tal vez sí cambiaría todo. Acaso había encontrado lo romántico como algo que a raíz de lo heterogéneo une los reinos incomponibles. Y se acababa todo en este descubrimiento. ¿Cómo era posible haberse enamorado de heterogeneidades y nada más? No importaba que todos los individuos sean un mundo se suponía que siempre se encuentra lo que desea ese yo que es así llamado porque es algo de mínima idéntico... ¿pero a qué? ¿Un alga con agujeros que los caracoles han devorado con una ternura devastadora? Ups... ¿Qué romanticismo sería asequible?
 Cómo conectar todo esto con el hecho de que alguien parado en la orilla nos espera y nos dice, cuando salimos goteando salitre, románticamente afirma que romántico es entregarse a las causas inútiles.