28 agosto, 2011

Destiempos

 Nos hubiese gustado decir lo que teníamos que decir en el instante preciso, pero nunca funciona así para nosotros. En todos los demás casos no nos importa esa contramarcha, esa estupefacción. Pero con ustedes sí hubiésemos querido reaccionar a tiempo. Explicarles que todo eso lo habíamos predicho. Ahora qué hacer, qué hacer con nuestra vida disponible; material ahí echado junto a la puerta en esa espera de que las cosas pasen. A quién se le puede preguntar, junto a la puerta no hay nadie, no hay luz ni esperanza ni expectativa. Tal vez no esté lo suficientemente entreabierta y la hendija sea demasiado pequeña. Qué pasará si empujamos la puerta y entramos, qué pasará si nos quedamos a la espera de que otro la abra por nosotros. Bueno sería para nosotros poder abandonar este lugar de indecisión de cargarse de silencio y de sombra. En otro sueño deberían ustedes abrir la puerta, asomarse, saludar, un beso un abrazo y luego contarles de este enojo repentino, impotente de sentirse barrido junto a la puerta, fuera, lejos.

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