27 mayo, 2017

Sobre un sueño

 Tuve un sueño rarísimo. Siempre me paro frente a la vidriera de la tienda de vinos y me quedo mirando las botellas. Nunca compro nada. Hay una promo de ron, tienen muchas promo algunas de bebidas con alcohol y gaseosas o jugos. Los adolescentes también siempre se paran a mirar como yo y no compran. La promo de dos botellas de ron el año pasado salía un 40% por debajo de lo que hoy. Esa tienda de vinos está sobre la avenida cerca de la esquina al lado de la panadería donde la gente se sienta a tomarse un café y observa hacia la calle por la vidriera. Por qué -me quejo-, me dejaste afuera de esto, por qué me dejaste afuera, -le decía yo al padre- porque éste se había asociado con unos compañeros del trabajo y habían comprado la boutique de vinos. El fondo de comercio -pregunto- eso es no... de eso se trata... Me dice sí, -como si yo preguntase algo sabido por cualquiera-. Como que ahora la tienda de vinos había bajado un poco el nivel, solo vendían segundas marcas, casi todo aperitivos. Al final les pedí que me contraten porque tenía varias mañanas libres y entonces iba a poder aprovechar bien el tiempo lo que pasa que no quedaba muy claro para qué iban a abrir desde tan temprano. Porque, quién iba a ir a comprar vino a las 8 o 9 de la mañana. Esto era como cuando Beckett cuenta que está ahí todo el día en el banco tirado sin hacer nada... pero sin desear nada más. De pronto una mañana entra al negocio una mujer madura y empieza a hacer preguntas. En la cuadra por momentos sobre todo a la tarde se siente un aroma intenso a bosta de caballo porque cerca hay un emplazamiento del ejército y debe haber cuadras. Los caballos nunca se ven por ningún lado. Solo falta el establo para que me mude. Y si puedo llevarme a la mujer al establo a dormir conmigo... Me doy cuenta de que yo quería que el negocio se abriese por la mañana para ver si entraba alguna mujer sola, aburrida con ganas de divertirse. Beckett jamás se la hubiese llevado al establo a la mujer. La mujer hubiese aparecido simplemente durmiendo a su lado. Ojalá la suerte becketiana se me posara como una varita, como una hada madrina. Ese momento oportuno en que hay que hacer las cosas, -el amor no se ofrece todo el tiempo- y tomar las grandes decisiones. Pases al pie del destino se diría. Para no retornar a la miseria o para salir, es como el tiempo que da el hada diciendo no se puede ir más allá del límite (horas) y la puerta que se abre se abre siempre pero nunca se sabe cuándo. Las horas llegan o simplemente se avisan cuando ya no hay casi nada de tiempo para planear. Es igual que la puerta de Kafka siempre estuvo abierta, va... igual es como cuando se dice que la vida siempre te da otra chance.      

04 mayo, 2017

Latiguillo

 Respiren cada cinco, dijo el entrenador. Hay un bebé de seis meses en el agua, fue el comentario de la mañana. ¿Y qué aprende el bebé? Y los pulmones llenos por explotar... o era el corazón. Todos lugares comunes porque el agua no puede correr por otros lugares más que estos. Todo eso se me iba mezclando adentro de la cabeza y tragué agua, veneno como tomar agua de mar. Cuanto más desfallecía más y más pensaba y el cuerpo ya iba solo se ponía duro o se ponía muy blando y se hundía, las piernas primero y después todo el resto. No debería insistir más con aquéllo mientras una brazada se hacía tan larga tan elástica que demostraba que cuanto más cansado y cuanto más estallado adentro mejor. Pero la imagen era deplorable. Beckett. Está sobre la lápida, huele a flores semipodridas un perfume dulce embriagante y se pone a mear sobre la lápida. La mea toda pero no por odio, sino porque sí, porque se queda viendo cómo salpica el pis y se escurre goteando siguiendo el leve desnivel y haciendo un hilo que se cuela por abajo desaparece en la tierra si es que abajo de la tapa de cemento hay tierra. Otra vez, no debería seguir insistiendo con su cuerpo con mi cuerpo y sin embargo aquí estoy fatigando todo lo mejor que se pueda y diciendo entre escupitajos y burbujas y respiraciones subacuáticas que ya no debería seguir insistiendo en esto si soy mucho mejor en esto: flotar, incinerarse, enterrarse y hacer el gesto invisible improbable y más encumbrado de la historia universal que es llenar los pulmones de aire. Los nadadores vienen desde el otro extremo enfilados agitando el agua más de la cuenta debería salir disparado antes que ellos lleguen; el calor del agua y la respiración es un hábito de locos. Solo vengo acá para verla. El agua está llena de ese amor que no hay en otros lugares llenos de tierra. Ni en las lápidas ni en los bancos de las plazas he encontrado tantas chicas como acá, tengo que apurarme mucho. La sensación de escapar nadando porque algo en el agua te persigue es incomparable. Pero en este caso el apuro es para conocer más y más amores no dice acaso Beckett en Primer amor que los amores te hacen crecer?