26 diciembre, 2012

Otra vez

 Me miro en el espejo, me reflejo, reboto y vuelvo para recomponerme. Otra vez, me miro, me reconozco, porque reboto y vuelvo en mí para ser el yo que se desdobla y se reconstituye en su unicidad originaria. Sobre la mesa hay un montón de libros desparramados hace mucho tiempo que están ahí. Los leo y me pregunto qué es lo que constantemente se inocula en mi deseo para querer leer eso ilegible y que mi fisiología rechaza. Bueno... no es exacto lo que digo el deseo siempre es el deseo; pero algo me pone frente a una experiencia constante de fracaso. Fracasar como lector es terrible, es tan terrible como fracasar como oyente de música; eso no me ha pasado aún. En fin, ante la metafísica, ante la posiblidad/imposibilidad de superación de la metafísica siempre resulta más atrayente escapar hacia otros territorios... De todos modos me preocupa muchísimo, ni siquiera, poder permanecer en una clara y exquisita explicación de Agamben sobre el Ereignis heideggeriano y una equiparación con lo absoluto en Hegel. 
 Me retiro, me regocijo, recorriendo mentalmente las líneas de una oración irlandesa que Stela me envió para navidad y que dice así:
  

Que la tierra se haga camino ante tus pasos,

que el viento sople siempre a tus espaldas,

que el sol brille cálido sobre tu cara,

que la lluvia caiga mansamente sobre tus campos,

y hasta tanto volvamos a encontrarnos,

Dios te guarde en la palma de su mano.


22 diciembre, 2012

Fábulas

 Nos sentamos a la mesa y el camarero nos trae la comida; en una mano todos los cubiertos juntos y en la otra los dos platos, luego en otro viaje la jarra de agua, los vasos, uno rojo para Ale uno verde para mí y la panera. Agradecemos. Ale además de agradecer hace reverencias y lanza una de esas frases que no se sabe si son irónicas o sinceras. Es un adulador espontáneo y magistral Ale. La charla del almuerzo comienza a fluir pero con platos super fuertes discutimos la cuestión de la absolución de los imputados por el caso de Marita Verón. Basta de ciencia ficción Ale, esto es corrupción y nada más, hay altas cúpulas policiales comprometidas que protegen, hay jueces temerosos de amenazas más o menos reales y también fácilmente sobornables. Qunes. Los jueces claro. Por momentos no me mira a los ojos y está como ido, no exactamente ido sino absorbido por algo que en la calle lo distrae, lo inquieta. No le doy demasiada importancia, ni le pregunto por qué constantemente mira para la esquina donde se juntan los pibes todas las tardes, todas las noches... 
  La discusión acerca de la trata de personas, cuáles son sus límites cómo exactamente se la define si la prostitución voluntaria es trata de personas, todo eso, puede quedar para más adelante pues con mucho menos a Ale se le enciende la lengua cuando le pregunto si alguna vez ha entrado al barrio. Mientas tanto por los ventanales sigue mirando para la esquina mientras se lleva a la boca un trozo de pollo con un poco de pure flojo y muestra el destello metálico de una corona que bordea como un hierro de encofrado uno de sus molares inferiores. Es una maravillosa sorpresa que me diga que nunca ha entrado que solo ha andado por la periferia. Inevitablemente todo se desliza hacia cuestiones como la delincuencia y el narcotráfico Ale cuenta que sabe muchas cosas de allí dentro pero que son como una gran fábula, aunque nada indica que uno no pueda considerarlas reales. Habla sobre dispositivos tecnológicos difíciles de describir pero que se puede presumir que existen, más allá de las chapas yuxtapuestas ad infinitum. Y, hablando de chapas, menciona al famoso Marcos que ha sido en algún tiempo buscado por interpol o alguna de esas agencias federales que siempre suenan con mucho bombo. Pero quién es ese Marcos es el Comandante Marcos? Ale hace una mueca entre escéptica y evasiva y dice que en realidad no está seguro. Lo cierto es que el tipo ha zafado montones de veces, nunca podían echarle mano. Alguien le ha contado hace unos años que existen adentro unos túneles que comunican con otros barrios más al sur, es más, el que ha contado la historia los ha visto con sus propios ojos según Ale y no tenía necesidad de andar mintiéndole. Supuestamente Marcos usaba esos túneles y por eso era capaz de desaparecer aunque las redadas de los grupos especiales fueran sorpresivas. Cómo serían esos túneles y dónde estarían ubicados; dentro de una casa, en un pasillo, bajo qué angulo bajo qué techo angosto como un desfiladero? Tal vez detrás de una puerta falsa que comunicaría con un pasillo contiguo tan angosto que las personas deberían atravesarlo de espaldas a la pared, como muestran en un informe colgado en ytube. La periodista sobreexitada, como sucede siempre en estos casos, dice que desde esos pasillos no se puede ver el cielo... Mientras la cámara avanza y se pierde entre bifurcaciones y más bifurcaciones de pasillos, escaleras y múltiples fascinaciones borgeanas. 
 Se zampa rápido los últimos restos que dejan limpio el plato sin que le pase el pan ni nada de eso y me pide que lo disculpe. No ha dejado de estar nervioso durante todo el almuerzo mirando hacia las ventanas y enfocándose en esa esquina que lo preocupa y lo inquieta que un tal Bran estuviese jugueteando con un bate de beisbol; tal vez están esperando a alguien, hipotetiza Ale. Me saluda me dice que después la seguimos y me deja pensando en vuelos de reconocimiento, en techos que no son solo techos en cosas imposibles de registrar en radares, en el google earth, en cómo todo se ve desde arriba en cómo todo se ve desde abajo, desde adentro desde un afuera. Hay un juego de fuerzas en el ambiente pero mientras que yo insisto en que la corrupción y las estructuras derruídas permiten la injusticia y la violencia de todo tipo Ale cree, que más allá de eso, existe un mal que no puede ser extirpado. Pero de qué modo se logra esa pervivencia?; por contactos con la política, por tecnologías electrónicas desconocidas por magia de la negra de la buena de la terrible? Hay que creer entonces que los techos apelotonados unos sobre otros configuran un centro de dinamismo desconocido que hace rebotar todas las señales; no eran solo chapas regalas por cualunques punteros políticos de turno?
 Me quedo solo terminando el almuerzo mirando a través de los ventanales hacia afuera, ese desfile de libertad agónica, de vida de repetición. Un gran desfile la calle como ver una película muda que desgarra la pantalla o mejor dicho la derrite. Imagino que Ale también desfila por ahí afuera vestido como un obispo porque el rey lo ha investido con un grado mayor de jerarquía. Eso hacían los reyes -cuando los había- con total desparpajo producían estatutos de realidad a través de sus meras palabras; nombraban, adjudicaban, elevaban, jerarquizaban la simple faz y el aliento inútil de cualquier hombre común. Bueno ellos también habían sido investidos de ese modo por la palabra pero también por la sangre. Y entonces pasa Ale con su vestido color violeta y en la cabeza el solideo también violeta y un báculo que agita en el aire con suavidad como si tanteara la espesura en la que se interna. Ale entra al barrio por primera vez. 
       
 

11 diciembre, 2012

Otras regresiones

 Me gustaría poder codificar en onomatopeyas el llanto del perro. Qué difícil es admitir que los signos reproducen aquello que en la tibia noche se enarbola entre los patios internos, las medianeras y la general disimetría de las edificaciones. Pero lo intentaré; uuee, uueyee. Cómo se lee eso lo ignoro. El perro no para de lanzar ese reclamo al firmamento desde hace semanas. De pronto, una iluminación. Está claro que para triunfar en la vida hay que creérsela. Siempre hay que creérsela. Hay que pararse, caminar hasta la heladera, después encender la nottbook, hablar por teléfono lo que sea no importa hay que creérsela... si no... nada funciona. Mientras sigue lanzando el quejumbroso lamento me convenzo más y más del significado profundo de lo que es la autocreencia. 
 Vamos caminando por Bolívar con la sensación de que vamos bajando por la vereda, esa angostísima, -caminar por una vereda así supone toda una destreza, un conocimiento de la ciudad y de las cosas que asoman a cada recodo, sorpresivamente- y le digo, a Ale, que el problema es que siento que se me acaba la nafta. Y me dice que eso es tan solo una sensación. De pronto se detiene y me avisa que nos despedimos porque allí en la puerta de ese garaje va a buscar su auto y sabe que se la cree cuando dice eso, pero me tranquiliza de inmediato porque después vamos a seguir discutiendo los pormenores. Sigo caminando solo hasta la esquina y cuando estoy esperando que el semáforo corte para poder enfilar directo a la boca del subte hago unos segundos de tiempo balanseándome sobre el cordón gris de duro adoquín. La diferencia de altura entre el cordón y la calle parece una distancia enorme que estremece como si jugara a caminar sobre un desfiladero. El sol pegándome en la cara; no me deja ver. Pienso, en ese instante, que dentro de muy muy poco estaré descendiendo por la escalera de la estación Bolívar y no creeré en nada.

01 diciembre, 2012

Transferencia

 A horas diferentes las cosas que pasan en la calle son diferentes, debe ser porque en definitiva la calle es como una especie de ecosistema muy perverso con cinturones de paranoia que lo rodean y cinturones de gendarmería y de prefectura. Pero a esta hora cuando ya los comerciantes van cerrando sus persianas porque todos de manera sincronizada ponen sus cadenas, sus candados, sus barras y hierros hiperduros quiere decir que la noche se va haciendo de noche pero para cerrarse la jornada. Es lindo cuando la noche está fresca y hay un viento que se va levantando y se hamaca como una bisagra olvidada, suelta ahí en ese límite de la noche que cada vez es más noche pero que se detiene un poco en este momento de la jornada donde todo de a poco se va cerrando y yo con mis bolsas de compras estoy por llegar a mi casa. Todos están por llegar a su casa por eso brillan un poco más, menos los que no tienen casa que se quedan sentados mirando a los que refractan un poco más la luz porque están por llegar. Cerca de mi casa hay un local que -al contrario de todos los otros- siempre está cerrado a la calle, es decir para ser un comercio carece de algo esencial que es estar vuelto hacia lo que pasa. Sencillamente tiene apariencia de estar cerrado. Es evidente que no lo está; hay vida comercial en su interior, se realizan desconocidas transacciones o servicios gratos ya que otras veces cuando los transeúntes van hacia el sur o hacia el norte sobre la angostísima -fastidiosa- vereda revuelan (escapan) de dentro voces, risotadas, aprobaciones que se diluyen en el poco entendimiento de quienes se llevan engarzado del oído algún hilo de voz. Pero cuando, ahora, paso con las bolsas los jóvenes agrupados en la puerta me miran. Están fuera es raro. Un poco recostados en los asientos de sus motos y en sus bicicletas bike con cambios shimano y frenos a disco. Ahí a través de los vidrios del negocio se ve un gran resplandor violeta y las puertas están abiertas... liberaron al helecho bioluminicente, lo mostraron al exterior, tal vez porque la noche permite esas cosas, ciertas pequeñas transgresiones. Lo primero que le preguntaría a los muchachos es por qué siempre en vigilia están encerrados, puertas adentro, en lo que debe ser con seguridad un pequeño recinto iluminado con luz artificial. El helecho bioluminicente ahí emanando esa luz particular, inconfundible, algo sagrado hay en esa luz algo orgiástico y salvaje. Y los jóvenes parecen rendirle culto. Otras veces imagino una logia donde las palabras mesuradas pesan y cada afirmación se calcula y sopesa. Las conclusiones pueden fluctuar a veces pero todo es pausado porque cotiza. Lo raro es que el resplandor violeta esta noche fresca se escapa puertas afuera y se expande hacia la calle hacia el tráfico de automóviles pues lo retienen todas las tardes oculto sin que nunca se pueda saber nada. Solo sus motos y sus bicicletas estacionadas casi apelotonadas en la vereda insignificante a la espera de algo ignorado por todos en las cincunmediaciones. Acaso allí dentro están hablando de cómo se educa, de por qué se educa, de si es necesario pagarle a la gente joven para que se eduque mejor, más felizmente. ¿Acaso hay que motivar a las personas para que no falten a sus obligaciones y descontarles de su cuenta en el banco ciudad cuando faltan al bien, cuando no cumplen, cuando no hacen lo que se espera? Pero también es cierto que crecer creyendo que siempre a uno se le debe dar cash sonante por cada cosa buena y esperable no es bueno o no es lo más deseable. Pues, se dirían mirándose a los ojos, porque siempre hay que mirar a los ojos cuando se habla del bien, hay que hacer lo que se debe hacer porque sí y la recompensa va a llegar, va a llegar pero mañana... cuando dicen mañana es un mañana lejano tan lejano que es lo menos cash que pueda imaginarse. 
 Antes de encarar la cuadra con las bolsas he estado hablando de todo esto en la terapia. Fue la última sesión con la doctora porque hice que todo estallara al preguntarle si quería acostarse conmigo. Durante algunos meses había estado concurriendo al hospital de psicología. En una primera entrevista la doctora me dijo, después de escucharme hablar de corrido durante aproximados cinco minutos, que bueno, que sí, que parece que algún tipo de conflicto hay... Ya en la segunda y tercer entrevista le molestaron algunas cosas. Le molestó que hablara de manera abstracta que intentara dirigir las potencias discursivas hacia cosas que no fueran yo mismo; por ejemplo mi gran fascinación por el helecho bioluminicente. Eso, dijo, era una barrera que ella se encargaría de disolver o mejor dicho de proveerme las herramientas para que yo mismo lo disolviera. Y después de tantos meses de escucharme tanto ella como yo y de ir notando esa evolución en que se vivencia que todo el sentido y la significacia emerge porque hay alguien allí que escucha, que acota, que pregunta; alguien allí que se supone que sabe. Entonces esta tarde sentí como un mareo mezclado con un frenesí, no pude ni quise pararlo y le pregunté a la doctora, mujer madura de unos sesenta años, si quería acostarse conmigo. Que modo estúpido de dinamitarmitar el proceso de cura. Cuando la semana próxima vuelva al hospital ya sé perfectamente que tendré otro profesional para que siga mi caso.   

24 noviembre, 2012

Drones

 Iba con mi bicicleta por las calles de la ciudad a la tarde con el calor pesando en el cuerpo. Avanzaba en la bicicleta y los autos siempre me pasaban cerca, siempre quedaba más atrás pero seguía cruzando calles y bocacalles que veía por primera vez o como por primera vez. Cuando me acercaba a la autopista la sombra comenzó a crecer pero aunque el cemento dejaba de brillar porque el sol quedaba totalmente oculto entre un sinnúmero de ángulos de cemento hierro y perfiles espejados, las altas temperaturas hacían que se hiciese más y más difícil respirar. El aire se iba cargando con una humareda casi transparente. Cuando ya estaba debajo de la autopista no pude más. Bajé de la bici porque sentía que me bandeaba para un lado y para el otro. Casi la dejé caer sola y me senté en el cordón grasiento viendo cómo una de las ruedas seguía girando suspendida en el aire y los rayos cruzando la circunferencia dibujaban formas centrífugas, sin detenerse, dejándose estar como efectos de fuerzas inertes. 
 Justo debajo de la autopista donde todo era semioscuridad, donde a los costados había personas durmiendo una siesta inactual me costaba mucho respirar y pensé que eso era como un refugio de los drones que zurcaban el cielo con esa inhumanidad fulminante. Los drones para un lado y para el otro inspeccionando el territorio de la Franja de Gaza o lanzando misiles superveloces que pueden dirigir un bombardeo desde 200 km de distancia y acertar en un objetivo preprogramado. Un pavor irresistible me fue invadiendo de a poco pues ser perseguido por drones inteligentes y devastadores solo lo había visto en las increíbles películas de Swarggeneger en los 80. Pero ser perseguido y quemado vivo por un robot es terrible. Un humano asesino que va haciendo una escalada persecutoria y diezma poblaciones a cualquier hora es aberrante pero los drones cuando hacen que la manpostería estalle en miles de fragmentos fundidos y carbonizan la carne que tocan da más miedo aún, aunque el resultado en definitiva sea el mismo. 
 Sobrevuelan los drones, sobrevuelan todo el tiempo. No hay alertas ya, porque al principio eran como zumbidos que bajaban desde el cielo y todas las personas corrían a refugiarse pero cuando su número comenzó a crecer en forma desmesurada ese zumbido se prolongó tanto que pareció como si una máquina gigantesca -algo parecido a una usina- hubiese quedado encendida, olvidada. La vibración ahora acompaña las horas de las calles desiertas y la ciudad silenciosa como un gran artificio que pareciera quebrarse de un momento a otro, es un gran escenario que se descompone y se muestra como aquello que no está hecho para estar así. Así humeante así solitario, languideciente.

14 noviembre, 2012

Los gatos radioactivos de Skoglund

 Estábamos suspensos en una de esas increíbles imágenes de Sandy Skoglund sobre todo la que muestra una habitación donde hay unas personas, aunque sería mejor decir cuerpos sentados y todo está revestido como de unas larvas impresionantes de un tono salmón apagado en una atmósfera surreal pero que no deja de hacer llegar el sonido de la naturaleza produciendo de manera subterránea... haciendo un sonido estremecedor que tiene que ver con la vida y con la muerte; con el consumir y extender las fuerzas hasta donde se pueda y con el destruir otros organismos hasta donde se pueda también. Todo por abajo está chillando atrozmente en un grito de dolor natural que carece de injusticia. Todo está limpio y contaminado todo brilla pero se marchita, todo jadea una baba que purifica la mugre que toca, como los gatos que se limpian con su saliva, como las cucarachas que nunca andan cerca de la mierda y las telas de las arañas que al contacto con la piel herida la curan, la cauterizan. Mientras mirábamos las imágenes de Skoglund el veterinario que había entrado en el recinto explicaba de pie cerca de la mesa pálida, estas cosas; las propiedades hipercicatrizantes de las telas y desinfectantes también. Mientras hacía girar en su mano el frasco plástico de curabichero -que debía entregarle a un colega como muestra o regalo- y explicaba que cuando se aplica sobre las heridas del animal los gusanos se mueren y hay que sacarlos de a uno. Una vez a un caballo le sacaron medio balde de gusanos muertos, de otro modo caerían solos para continuar sus fases de desarrollo, por ejemplo la fase llamada pupa que es la última antes de que se transforme en mosca verde para continuar el ciclo de vida. Más tarde a la sombra de un ficus en el patio seco alguien se detiene a saludarnos y como nos ve leyendo nos pregunta sobre ese libro que no conoce. Le mostramos la tapa de Extension du domaine de la lutte y quiere saber algo sobre el autor. Quién no va a querer saber algo sobre el autor si al mirar la tapa azul cielo-artificial los gatos verdes fluo empiezan a moverse para todos lados, parece que hicieran gimnasia con sus colas cada uno gesticula y a su vez tiene dobles que reproducen el gesto de colarse, de inmiscuirse y contaminarlo todo. Que a quién se parece la primera star litteraire desde Jean Paul -como dice la contratapa-. Y se parecerá a un reventado... Lo cierto es que una pregunta no difícil de responder sería esta: por qué los libros de Houellebecq suelen emparejarse con las fotografías de Skoglund? 

 

10 noviembre, 2012

La pintura de Duchamp

  Al otro día no podría mirarla al rostro, a los ojos francos. -Igual lo hice sin poder evitar que un frío me recorriese desde abajo y hasta la nuca-. La noche anterior había soñado con ella. Entre relámpagos y cierta asficcia los destellos azulados de la tormenta bañaban todo el interior de la habitación. Y nos abrazábamos y la amaba pero cada vez que me acercaba se transformaba en la pintura de Duchamp, solo que en sueños no lo sabía. Solo después, muchas horas después, me di cuenta de que se trataba de Étant donnés. Estaba congelada con su carne rígida con ese tono rosado un poco lavado y penetrante. Todo ese pedazo de carne amputada y esas terribles ¿heridas? cauterizadas. Era horrible; era hermoso y horrible. Siempre me había preguntado sobre esa pintura de Duchamp. Siempre había escuchado hablar sobre el mingitorio famoso, que el mingitorio esto que el artefacto lo otro que R mutt de acá y de allá, que la crítica a las instituciones y demás. Pero qué había en aquella vulva encantadoramente siniestra; en aquellos miembros amputados en aquel deseo irrefrenable de producirle dolor a la mirada, una eterna comezón como si tuviese que pagar tributo por haber querido estar ahí ¿dentro? frente al cuerpo ¿contemplando? lamiendo ¿mimando? o minandoÉtant donnés era la carne joven que se transforma en piedra y en todo lo que se hace piedra siempre hay algo de magia negra -como en los cuentos clásicos infantiles- y de violencia inapelable. Era el apetito que se quiere conjurar aplicándole ese golpe maestro que hiela la mirada de los arrepentidos. Y había una contaminación del cuerpo y una expulsión de toda posibilidad de goce pues como un objeto mudo, pétreo, abandonado en la intemperie de olvidados jardines se le iban engarzando las pestes de la naturaleza descontrolada. No sé si así puedo explicarme aquella extraña metamorfosis sufrida por el cuerpo de Anne cada vez que me acercaba. Flashes como apagones y alumbramientos reiterados que más y más me apesadumbraban. El destello azul desde todos lados y luego como si la pantalla de la conciencia se desgarrara y brotara el agua por todas partes y otra vez todo Anne o lo que tan solo había quedado de ella en el gesto perverso del deseo, su vulva para ser amada. Otra vez se había transformado en la pintura de Duchamp.     
 

31 octubre, 2012

Libro devuelto a la biblioteca

 De aquel texto de Oé nos quedó sobre todo algunos modos de describir al hombre obeso, al estanque de los osos y la conversación con la madre. Había más cosas, estaba el olor.... con seguridad a agua o pescado podrido; cómo podía ser tan intenso el olor en aquel frío que casi había matado al hombre obeso, al casi caerse al estanque de los osos. Seguramente no se hubiese ahogado pero sí se habría congelado en ese témpano artificial.
 Aquello contrastaba con el verano y las tardes tranquilas en que leíamos a Oé en el fondo de la casa. En el silencio de las tardes y de las largas vacaciones con las perras descansando cerca nuestro y los árboles proporcionando buena sombra mientras disfrutábamos ese buen regalo de tía. Aquel año tía nos sorprendió con ese texto de relatos de lectura envolvente pero difícil de asimilar. En años anteriores habían desfilado Kawabata y Mishima. La traducción de Oé parecía esmerada y sin saber nada del original se podía percibir que el tono del autor no moría o se echaba a perder en el trasvasammiento a la lengua occidental, como pasa tan a menudo y que da por resultado unos textos semimuertos que ningún lector puede remontar ni en la más bien predispuesta lectura; paciente y benévola.
 Actualmente ese libro de Oé reposa en una de las bibliotecas de tantu y cuando nos acordamos de ese primer gran relato que abre el libro quisimos hojeralo y releerlo. Después del tercer o cuarto americano ya no lo pensamos más, al verano aquel lleno de proyectos del pasado, y corrimos en la semioscuridad y regresamos con el libro de hojas amarillentas pero firmes. 
 El libro cerrado aún reposa sobre nuestras piernas cruzadas, lo tomamos con una mano y luego la otra mano para comenzar a releerlo, antes repasamos el nombre del traductor, son dos, una señora con nombre nippon, la otra no. Vamos a comenzar. Pero las huellas de huellas sin origen deben estar revoloteando de manera insoportable, acediándolo todo allí dentro en ningún lugar. Y el inconciente no reprime nada, el inconciente repite y repite. Por eso cuando notamos que todo ha sido delineado por la misma monotonía por el mismo automatismo deseante nos queremos salir. Pero hacia dónde correr; por dónde huir? El libro de Oé vuelve a ocupar la misma disposición en los estantes de la biblioteca y dejamos que la noche avance sola envueltos -todos así estamos con seguridad- presos, aunque desdeñoso sea decirlo, de imborrables huellas atávicas de las que no logramos desembarazarnos.  
  

26 octubre, 2012

La locura de los mapas

 Hay discursos que van envolviendo al sujeto, meciéndolo y transportándolo, de pronto, a una zona insospechada del mundo práctico. Como cuando una masa es arengada por un lider político, éste suele ser el ejemplo clásico de la conexión total que se sustrae al así denominado principio de individuación en el que se desenvuelven comunmente los días de puro egoísmo. Sin embargo no es ni del lider carismático ni de las arenas políticas de lo que queremos hablar. Pero sí de algo que conecta y envuelve mientras escuchamos cómo habla, cómo explica y reordena ese frenético cosmos interior. La puerta se entorna y en un rato breve de tranquilidad con la inquietud de que la interrupción llegará tarde o temprano dice: Que lo apasiona el objeto del que se ocupa que realmente quiere darlo a conocer a otros que no se hace ninguna ilusión de todas formas en relación a que alguien lo ayude... porque al fin y al cabo siempre todo termina igual es (me siento) puesto en ese lugar casi sintiendo cómo todo se invierte (pende sobre mí) y cómo sin quererlo y sin haber hecho en lo absoluto algo para que las cosas tengan un desenlace funesto es puesto él (yo soy puesto), interpelado como aquel que es el culpable, el responsable, el que no cumplió el que no supo ver el que no tuvo en cuenta todos los matices y las diferencias y la realidad social y las pautas generacionales porque en definitiva de qué... de qué se trata todo esto? De algo muy simple (y río y río) Llora? Se trata, en definitiva, de un adulto hablándole a un adolescente. 
 A estas alturas, y frente a la velocidad a la que nos expone y la manera arborescente con que va tejiendo y exponiendo sus intranquilidades sentimos esa iluminación, fría y leve como brisa, sin que resulte cortante sobre la piel. Y nos conectamos pero más con el hilo y las galletas que ha suspendido en todo el pequeño espacio circundante del recinto que con el sentido de conjunto de los argumentos plenamente racionales.(Creo notar creo ver que hay una fisura entre nosotros) Le dice después. En todo caso, continúa (voy a ver cómo sigue esto voy a imprimir el mail porque tengo con qué porque esto si bien yo lo intuía porque son tantos me imagino que en los meses anteriores como los números cerraban los ánimos...) Y se habla de Estocolmo que es la capital de Suecia y de mapas fotocopiados y recorridos y cuestiones para memorizar pero otras más bien para razonar. Todo el tiempo mientras la conexión dura estamos como encandilados e irrefrenablemente unidos cópula de palabras resopladas, y nuestra amenaza dócil una dos tres y por cuarta vez como oleaje que no va a detenerse nunca; las carcajadas disimuladas reabsorbidas con dificultad. Por qué los mapas, los territorios, las coordenadas geográficas, los husos horarios y las rutas y recorridos hacen que la lengua delire?        

24 octubre, 2012

Manifiesto en torno a Leo Romero

 Después de enterarnos que no hay genialidad ni talento. Que en la noche las narraciones no le interesan a nadie y que la analiticidad de las cosas es otro límite más, para nosotros, en los insondables territorios del pensamiento. Todavía, aún, queda una comunicación solo hecha por gestos, por dobles que no son señalados ni mostrados sino solo invocados desde otro lugar pero callando. Como realidades paralelas que coexisten en un mismo espacio-tiempo que se encuentra equilibrado por obra de un azar intraducible a cualquier fórmula abstraíble.
 Entre medio de las cosas que arrastran; los efectos de arrastre -que es esa la razón por la cual escribimos- intentamos decir que es a instancias del devenir que tomamos la opción de afirmar el lenguaje por el lenguaje mismo. No porque un deseo edípico nos fuerce a ello. No porque las cosas siempre van mal y entonces hay que tirar líneas de descarga para que la experiencia no explote desde dentro (desde un dentro que es siempre imaginado, ilusorio) pero que hace o podría hacer reventar el cuerpo y paralizarlo. 
 Escribimos para que aquello que es una materialidad difusa, una sombra que se difumina, una articulación que fricciona sin que nadie lo note. Todo eso se pierda en la nada de la nada de la luz y de la oscuridad para que todo eso esté alguna vez en un lugar de más luz y de más oscuridad. 
 No hay objeto más elocuente al respecto. No hay, para ser algo producido por lo posmoderno por la sobrecarga y la saturación del Imperio... No hay decimos una práctica que explote, rechace y se funda con el espacio y la materialidad y la urbanidad como lo hace un skateboarder. Parece que hace siglos que las cosas rebotan con esa violencia con esa frivolidad, repitiendo siempre repitiendo... el gesto de desprecio y aceptación por todo lo que viene por todo lo que se aleja por todo lo que se deja atrás que ya es simplemente nada. Hasta que recomience. Persianas, empalizadas, desniveles, barandas, escaleras, canteros, plazoletas, rotondas, asfaltos lisos y menos lisos pero nunca con estrías! Superficies opacas, metálicas, brillosas como de crema y beige, azuladas de un azul casi transparente como dice la traducción de una novelita de Ryu Murakami.   
   

21 octubre, 2012

Ramo de flores

 En qué se diferencian un cochecito de bebe, un ramo de flores y un bastón y una escoba?
 Por la ventanilla todo se puede ver con una dirección y una lentitud propia de lo que no llega con sonido. Como si lo mudo permitiese ver que los desplazamientos se desdramatizan pero sin perder intensidad; ganando una tensión menos violenta y no por ello más pura. Todo lo que se puede imaginar y presumir es demasiado arbitrario y unilateral. Como adivinar que el pibe que empuja el cochecito está resentido porque es demasiado pibe para soportar la resistencia que ejerce un cochecito que no avanza si no se lo empuja en forma constante. Y un viejo que sufre porque perdió las fuerzas y se ve su sufrimiento por el modo lastimoso en que lleva su complemento de vida; su bastón. Y sufre porque está arrepentido. O la señora cincuentona con un pantalón jean que le marca la cola y maneja la escoba con destreza al desplazar las colillas, los papeles los envases y envoltorios. Se crispa por la indiferencia gélida de los transeúntes que son tantos, como calcados, y va todo a parar a la zanja seca de la avenida. La vereda de la boutique de la señora está limpia un rato. Pero el punto es la chica de las flores.
  La chica de las flores. Podría ser el chico, la vieja, la niña. Eso no importa demasiado. Pues lo que aquí cuenta es el objeto y el cuerpo. Quién no ha visto a un mortal llevar un ramo de flores por la avenida? Los pasos se afirman y las caderas se contonean sin exageración alguna, la mirada corta rasante hacia el horizonte mientras un enjambre de partículas hacen que cada pétalo de las flores se ponga a vibrar multiplicando los colores de las fresias, si es que son fresias, lirios distinguidos o narcisos siempre difíciles de conseguir. La chica de las flores está alegre al caminar entre el montón de gente y el montón de materia que cruje sin llegar nunca a quebrarse por completo. Llevar un ramo de flores no es lo mismo que llevar una torta selva negra con el cuidado que se debe poner para que la crema no se abolle o el sol no la derrita y tampoco es como llevar al perro con bozal para que no muerda o husmee lo que no debe. Nada es igual a nada si se trata de objetos y partículas. En la primera esquina la chica de las flores espera casi un minuto y al cruzar esa calle asediada de a poco pero sin retardo desaparece. A través de una pantalla siempre es más fácil percibir la liviandad de ciertos objetos.   

15 octubre, 2012

Carabelas

 Hoy día si se quiere hacer a La Niña a La Pinta y a La Santa María con cáscaras de nuez, plastilina, restos de fósforos o palillos para dientes habrá que buscar un tutorial en yotube. Cosas y discursos que han naufragado o sencillamente han sido barridos por otras cosas y discursos. Los días se mueven, se corren dentro del calendario y los contenidos de éste sufren considerables reensamblamientos y resignificaciones de sentido. Descubrimiento, encuentro, genocidio, Genocidio entre los genocidios. En el día en que se habla de los territorios y de los saqueos de territorios el día conmemorado -12 de octubre- se desterritorializa en su conmemoración misma. Pues ahora dicen que la memoria debe quedar anclada en el día final en el día previo -11- a todo el infinito escalonamiento de descenso hacia la desertificación de la vida. Dicen que el 11 de octubre es el último día de libertad para los pueblos originarios del continente llamado América. Tantos años de la pinta la niña y la santa maría llevando un mensaje de descubrimiento, un choque develador, una fricción y aún más un amordazamiento deslumbrante.
 Esa chica que está parada en el medio de la cancha de basquet en Parque Roca un día ventoso de primavera que tiene la mirada un poco perdida en un pasado que se le insufla en el medio del pecho, pero sin que ella lo sepa como cuando se sabe algo y se puede comunicar a otros. Esa chica es igual a Lisbeth, la chica que mataron hace poco en el barrio los transas o los mafiosos o los uniformados: todo se hundió también bajo los pies de Lisbeth como eternamente se hunden La Pinta La Niña y La Santa María en una maqueta donde está representado todo... El mar y el viento, la tierra más lejos, los árboles los camalotes y las orillas con brillantina de diferentes colores y más plastilina y algunos restos de juguetes viejos en desuso incompletos, playmobil en el mejor de los casos. O muñequitos de indios y algún soldadito disfrazado de conquistador que ni siquiera se puede meter adentro de las carabelas todas rellenas con plastilina y su improvisada vela hecha con un pedacito de fósforo quemado y cartulina pintada. 

14 octubre, 2012

La escuela de noche

 En una edición de cuentos completos de Alfaguara se lee que Julio Cortázar nació en Bruselas en 1914 que se educó en Argentina que realizó estudios de Letras y Magisterio. Una sola oración puede ser el itinerario de toda una vida, no sabemos si eso es bueno o malo. Una nota leída en la revista Viva que es un informe especial que después guardamos durante mucho tiempo y que es como una guía de luz en el sendero de los proyectos que van a venir. Y llamamos al ciento diez que pregunta que cuál es la razón social y cortamos. Volvemos a llamar al ciento diez y le pedimos el número de ese colegio que para nosotros es El Colegio. Porque nunca tuvimos uno. Alguna vez queremos tener un lugar al que pertenecer. Debe ser como tener un chapón duro bajo la camiseta, no se ve, pero está y protege, es ese pararayos que cuida y está siempre encendido como un escudo, como escudero invisible que lleva las armas y cuando es preciso que el escudo pare golpes del exterior o las armas incidan desde el interior sale la fuerza a borbotones. Pero Cortázar dice lo siguiente:
La idea de meterse de noche en la escuela anormal (lo decíamos por jorobar y por otras razones más sólidas) la tuvo Nito, y me acuerdo muy bien que fue en La Perla del Once y tomándonos un cinzano con bitter. Mi primer comentario consistió en decirle que estaba más loco que una gallina, pesealokual -así escribíamos entonces, desortografiando el idioma por algún deseo de venganza que también tendría que ver con la escuela-, Nito siguió con su idea y dale conque la escuela de noche, sería tan macanudo meternos a explorar, pero qué vas a explorar si la tenemos más que manyada, Nito, y, sin embargo, me gustaba la idea, se la discutía por puro pelearlo, lo iba dejando acumular puntos poco a poco.
  Hasta hay un momento que se confunde con múltiples capas de momentos anteriores, de pasados que ya no están en sitio alguno ni de la conciencia ni de ningún resabio del mundo en que estamos buscando la dirección del colegio en una guía filcar desactualizada. Y soñamos o analizamos despiertos si lo que recordamos es un sueño o algo que alguna vez vivimos.... Estamos en el asiento trasero del coche del padre y nos sobresaltamos al oír un bocinazo por una frenada por un casi alarido de la madre y nos despertamos de ese asiento frío, cómodo con esas terminaciones de plástico cuarteado que pellizcan la carne de los muslos. Vemos las rejas gruesas y la estatua del holandés y el peristilo y esa gran sala majestuosa solo ocupada por espacio vacío dominada por esa lámpara inmensa color caoba con forma de octaedro que suspendida a media altura baña todo de una tiniebla amarillenta y dulce. Y Cortázar:
    Casi meto la mano en un pincho, pero pude saltar bien, la primera cosa era agacharse por si a alguien le daba por mirar desde las ventanas de la casa de enfrente, y arrastrase hasta encontrar una protección ilustre, el basamento del busto de Van Gelderen, holandés y fundador de la escuela. Cuando llegamos al peristilo estábamos un poco sacudidos por el escalamiento y nos dio un ataque de risa nerviosa. Nito dejó el poncho disimulado al pie de una columna, y tomamos a la derecha siguiendo el pasillo que llevaba al primer codo donde nacía la escalera. El olor a escuela se multiplicaba con el calor, era raro ver las aulas cerradas y fuimos a tantear una de las puertas; por supuesto, los gallegos porteros no las habían cerrado con llave y entramos un momento en el aula donde seis años antes habíamos empezado los estudios. +
   El profesor Narodoski colaborador exclusive del mal años más tarde, ya había dicho en uno de sus tantos libros donde no paraba de robar ideas al filósofo Foucault que al colegio no entraríamos nunca por Urquiza saludando de soslayo el busto del fundador. Entraríamos siempre por el costado, por Moreno, y dar gracias por ello inclusive. Políticas institucionales de la exclusión. No importa. 
 Al gran escritor ya nada de todo esto lo reconforta, no busca la identidad sino más bien el modo cabal de conjurarla. Admite que la luz azulada traspasando los techos de agua del doble patio fascina, el juego, el rondar, el silencio, el poblar espacios semi o totalmente regimentados seduce. Pero esa noche el punto no es ese. Y esta noche... cuál es el punto en nuestra noche en la escuela de noche.

11 octubre, 2012

Vas a ver un nuevo deporte

 Algo bueno de practicar deportes es que se está frente a un mundo completamente reglado donde todo cierra. Sobre los cuerpos llueven miles de ilusiones; sobre los cuerpos, los cuerpos son sin lugar a dudas los héroes de todo deporte. ¿Puede haber un deporte donde el cuerpo no sea la gran heroína?; puede, como en el ajedrez que lanza la definición misma de deporte y la amplía de un modo generalísimo y tal vez justo. Pues un prejuicio superficial nos lleva a pensar de manera inmediata que en los deportes solo interviene una cierta energética corporal, reflejos, destrezas meramente físicas. Pero qué sucede cuando aparece uno de esos deportistas que parecen hacer saltar los tableros y los campos por la cantidad de moléculas de puro pensamiento y cálculo que expanden y reafirman en cada movimiento? Por eso el ejemplo del ajedrez sería el no deporte o deporte puro. El deporte completamente virgen llevado a su grado sumo de perfección; la idea. No pasa nada con los cuerpos, podría no haber cuerpos solo cerebros comandando una serie de palancas de botones imperceptibles como los gestos de un cambio de decisión. 
 Sin embargo nadie quiere escuchar o ver un deporte donde nada tiene que mostrar el cuerpo; a lo sumo sí escuchar las proezas de los contra-deportistas que sentados y sumergidos los cerebros en las cubetas se debaten durante horas y días enteros mostrando que con un conjunto de reglas finitas el mundo puede rotar sobre sí mismo hasta el fin de los tiempos y no hace falta nada más. Eso no es para nada atractivo. Lo que queremos es estar frente al teatro que un juego nos incluya como espectadores y haga con nuestros cuerpos todo lo que no hacemos con ellos. Cuando la política habilita que los cuerpos participen ningún cuerpo se niega a adoptar la democracia como la mejor forma de gobierno. Pues nada queda afuera frente a un mach de lo que sea. Solo se necesita un objeto cualquiera que ruede, repte o se sumerja en el campo y que los deportistas se apliquen a chocar a ponerse en contacto con el objeto y los otros cuerpos. Los espectadores del teatro político hacen el resto sin permitir que nada quede excluído, haciendo del campo de juego el único mundo posible que vale la pena sea construido y contemplado para disfrute de todos los actores políticos, pues si no fueran políticos se despegarían alguna vez de la pantalla rechazarían las reglas, amarían el caos y no querrían ver jugar a nadie más nunca más. 

06 octubre, 2012

Frente a la góndola

 Hace mucho que esta idea ronda nuestras cabezas. Hay un gran desierto y soplan ráfagas insoportables es de noche o se está haciendo... Y nos cubrimos con el velo, con los antebrazos o con lo que tenemos más a mano. Cómo duelen esos gruesos látigos de arena fría sobre la piel cuando a velocidad estrepitosa golpean de todos lados; dónde está el norte dónde está el sur? Me acerco a la góndola le digo a Ani que me espere afuera pero me sigue igual hubiésemos preferido estar solos para poder elegir en paz. Ani espera con cierta impaciencia; cabernet u otra cosa? Ani no nos dice nada. Queremos agasajarlo mostrarle que podemos dar que gastamos en él. Enseguida entre todas las botellas vemos una conocida, todas son conocidas pero esta es especial y pensamos mientras le decimos a Ani que elegimos para él una especial, pensamos que todo lo que sucede todo lo que damos lo que mostramos lo que enseñamos y transmitimos a la gente que nos conoce y disfruta de nuestra compañía, todo, todo lo que un poco brilla, es obra de algo que no somos. Algo que está en otro lado, que pasó en otro tiempo en otro lugar. Caminamos hacia la caja mientras el chino está absorbido en otros billetes que no son los nuestros, y pensamos en todas las otras botellas que se quedan ahí quietas en la góndola y en ese lugar ahora vacante ocupado por la botella que nosotros tomamos y que ya no está allí; Ani dice que ese es muy caro. Sí no es barato, todo lo que teníamos lo ponemos para ese cabernet, es lo justo. 
 Toda la experiencia toda nuestra experiencia está en algún lugar; en algún lugar que no es hoy. Ani dice que nombramos una y otra vez la misma persona cuando hablamos de nosotros como si no pudiésemos hablar de nosotros más que hablando o citando a un nosotros que no somos nosotros. O como si para hablar de nosotros siempre debiésemos necesariamente dar como cierto rodeo porque todo lo novedoso que sabemos todo lo informado y preparado está en otro lugar.

22 septiembre, 2012

Del rodeo

 El rodeo es una operación, un giro, aparecido en todo gesto de pensamiento de análisis. El rodeo presencia de presencias en la cultura y en la historia de los textos. En los textos que hacen fila y en las interpretaciones que esperan siempre está el rodeo. Algo curioso algo sorprendente; el rodeo está siempre. Como término, como cita. Ahí siempre es traído el rodeo. En Freud, en Marx en Derrida que es seguramente quien lo ha hecho ser algo topológico quien lo ha llevado a su lugar de descubierto. Es decir quien lo ha pintado quien lo ha trazado quien nos ha hecho notar y visualizar de qué modo fantasmagórico y visceral más allá y más acá el rodeo presiona y produce todas las variaciones de sentido. Al punto de que grandes textos y conjuntos y más conjunciones de fundadores no son más que costureros y tejedores de rodeos que exponen tesis o revoluciones, hipótesis muchas veces locas pero que nos han hecho despertar a realidades antes impensadas pero siempre rodeando rodeándolo, acercándose a eso que se escabulle y a sabiendas de que nada hay bajo los velos descorridos una y otra vez como mujer inexistente como relación que no hay como ente que desde la sustracción empaña baña fulmina con su presencia que nunca se hace presente. Pero así avanzando así abriendo una vez y otra para continuar el interminable sendero de esa episteme cósmica y prometedora que decía:
 "(...)precisamente porque no se reconoce como tal sino por un rodeo, sirviéndose de un intermediario. La religión es propiamente el reconocimiento del hombre por un rodeo, por un mediador." Marx, La Cuestión judía.
 "Este rodeo estaba destinado, en primer lugar, a recordar que el olvido del que hablamos, pese a ser constitutivo del don, no es ya una categoría de la psyché. No puede no tener relación con el olvido del ser(...)." Derrida, Dar (el) tiempo. El tiempo del rey.
 "El que el fin de la vida fuera un estado no alcanzado nunca anteriormente, estaría en contradicción con la Naturaleza, conservadora de los instintos. Dicho fin tiene más bien que ser un estado antiguo, un estado de partida, que lo animado abandonó alguna vez y hacia lo que tiende por todos los rodeos de la evolución." Freud, Más allá del principio del placer
   Y, finalmente, el giro en derredor de una caja de fósforos Rodeo que muestra iconografías propias del rodeo como deporte estadounidense o práctica méxicana o canadiense; un jinete con el caballo parado en ancas preparándose para lanzar un lazo simple y un fondo que repite los motivos de revólver, bota tejana, cráneo de toro, cactus... pero sin formar una secuencia que se respete siempre igual. 220 fósforos de seguridad de madera. Madera de bosque 100% reforestado. Del reverso de la caja amarilla también es amarilla y tiene un refrán: "más vale maña que fuerza". Material para ser recortado, tal vez coleccionado por la familia y los chicos. Una excelente definición del rodeo; demasiado real para ser verdadera, demasiado simple para ser visible: "Se obtienen mayores logros con la habilidad, destreza y tranquilidad, que con la fuerza y violencia".

Mariposas

 Era un juego violento que enardecía los instintos y la percepción como una droga de deshecho. Felicidad efímera y cara, luego algo parecido a la tristeza nos invadía sin consuelo. Una especie de culpabilidad que irrumpía muda en sensaciones dejando la carne agitada de los cuerpos de los niños en un estado apesadumbrado y reflexivo. Se precisaban unas ramas, de paraíso con seguridad, pero cualquier otra rama que lanzara un cúmulo de bracitos finos y flexibles al entorno serviría; ramas peladas, ramas que se pelaban como soldados asesinos preparando sus filos para ir al campo a matar sin jamás cuestionarse el motivo y todo hecho con gran delectación. En el campo, o sea en el territorio de tibio cemento semidesierto que era la calle se llenaba de mariposas de todos los colores. Lecheras, chinas, azules, naranjas... Se las esperaba, se las perseguía; a esos enjambres frágiles de polvo de estrellas, rimell y papel de origami. Volea, smash, revés y saque para volver a reejecutar aquellos animales -hoy extintos-. El aire era partido también como un queso por el filo agudo de las ramas y zumbaba fushh fushh, fush fush, las alas de las mariposas siempre eran tocadas y dañadas mortalmente por aquella magia. Parecía que danzaban por última vez en su medio, daba la apariencia de que se relentizaban, se congelaban se elevaban un poco y luego se desatornillaban sobre sí mismas girando como un trompo y yéndose a pique, hacia el suelo. Desmalladas con una vida acortada todavía, -como si no bastara aquella cortedad designio de lo anorgánico- como si una gota de agua y luz se pudiese dividir siempre otra vez. Siempre había una apariencia de que las armas habían fracasado de que el golpe había sido inútil o tardío de que las mariposas lograban escapar por entre los agujeros del aire y los espacios entre los dedos nudosos y amputados de las ramas; pero no, nada había más fácil y más efectivo que aquel terror solo aliviado porque la tarde era regada de sol y las mariposas no tienen sangre roja.   

16 septiembre, 2012

Bosques

 A la noche va a pasar algo. A la noche cambian las reglas. ¿Eso está en la mente o está en la naturaleza; está en Dios o en los hombres? 
 A la noche es el reino de las tinieblas. Habría que delimitar territorios y decir qué es igual qué es distinto qué se puede y qué no comparar tranquilamente. La noche en el campo no es la noche en la ciudad; es conocida esa vieja y homogeneizante tópica que confronta dos modos socio-económicos para explicar de dónde a dónde y hacia dónde. Después también están la montaña, que en mucho ha de parecerse al bosque, la playa, el río y el bosque, los montes y el pueblo inundado y por consecuencia las ruinas y un sinnúmero de variantes y combinaciones de accidentes y topologías. En cuanto a la noche en el bosque es una radical transformación de la tierra, de las cortezas, de las zonas más o menos pantanosas, de los sonidos. 
 Apenas desaparece el sol, aunque aún haya luz ya los sonidos son de otro mundo; con otras reglas, otros ritmos y una profundidad que dura y se espesa en el límite de los sentidos.
 A la noche todo se hará un poco más irreconocible y sordo; rápido pero deficitario en las respuestas a los llamados. 
 Cuando ya es noche cerrada y a cualquiera le parece que caminar solo por el bosque es del orden de lo siniestro sucede que Estelle pierde su celular entre la hierba. -Se cayó o está en un bolsillo que existe o no existe, si llama al celular no pasa nada, pero alguien brillante propone que aunque esté en vibrador se podría ver una luz azul artificial entre tanto azul profundo, abismal, de perfectas simetrías que es el bosque. De inmediato se reorganiza una cuadrilla de búsqueda vectorizando el espacio de un modo perfecto (posible); porque la oscuridad lo permite... Avanzan en línea con linternas de luz blanca de luz un poco más o menos mimética con el azul del espacio y barren cada metro de pasto, de hierba, de hojas de eucaliptos. Usan, para tantear el terreno si es necesario, los resortes de las zapatillas y el olfato adormecido por siglos de respirar el aliento de la antirrevolución que son los escapes de los automóviles-. 

12 septiembre, 2012

Crónica

 A Rose la había enloquecido algo azaroso y cíclico. A veces lo externo puede bajarnos cuatro dientes rompernos las costillas y dejarnos sin respiración. De dónde vienen los auténticos males? Cómo formular la pregunta después de que sabemos que diosito ha muerto? Que toda trascendencia se ha disuelto y que solo hay plano inmanente? Dijeron que Rose estaba bien... era como cualquiera de nosotros pero cierto día dos estrellas se pusieron de acuerdo para finiquitarla para darle ese golpe maestro del cual no se recompondría jamás. Su prometido y su padre amado dejaron este mundo en un lapso de tiempo no mayor a los veinte días...  Eso fue todo.
 Facebook es, yendo a otra cosa y permaneciendo en lo mismo, el ser que trama el espacio de lo decible y el espacio de lo decible es el infinito pasillo por donde los cuerpos circulan y se van tallando y diciendo. Vamos a transitar estas aberturas y por estas oberturas vamos a ser nominados. Dicen que Rose nunca volvió de esa tristeza que casi la mata; solo porque dos estrellas se pusieron de acuerdo, la estrella que para ella era su padre y la otra estrella que para ella era su hombre amado. Muertos juntos. Hojas en el otoño revueltas en el suelo, pudriéndose en el suelo, sobre la lápida mirando el crucifijo como se mira la llaga de una quemadura insoportable, incurable. 
 En la locura hay algo de los cielos; hay claro lo genético, lo psicológico, la historia de toda vida las propensiones afectivas y la experiencia personal pero están las conjunciones de los astros necesarias y cíclicas y sus refracciones sobre los mortales que son azarosas; destinos caprichosos, inexplicables. Flechas disparadas por un ciego arco, sin vacilaciones, rebosante de hambre y dolor. 
   

05 septiembre, 2012

Aprender a vivir

 Hay pocas cosas que pueden saberse pero no hacerse, decir que hay que hacerlas a los demás pero no hacerlas uno -pero no por una intención deficiente o maliciosa- sino por una condición de la pedagogía, de la palabra que se dice se siente y tal vez tal vez también por una condición de la vida o de cierta vida como condicionante; de esa vida que se quiere salvar o al menos no desperdiciar. Derrida habla en este Exordio que se me pega como sombra, de la heterodidáctica, del discípulo del maestro y del aprender a vivir por fin; siempre por fin. Y una condición de ese aprender a vivir por fin es que se lo enseña se lo transmite bajo el ímpetu de cierta fuerza que acoge y relanza al discípulo todo el tiempo para animarlo a la mejor vida posible pero en el ejemplo, es decir en aquello que debiera ser el modelo a seguir o esa especie de mímesis posibilitadora de todo aprendizaje, de toda nueva incorporación de mundo... Quien dice que sabe cómo enseñar a vivir se corre, da un paso al costado porque no puede mostrar que lo que dice que sabe lo hace. ¿Es por eso que Derrida habla de una heterodidáctica? 
 Seguro hay una urgencia en el siempre por fin; la urgencia de terminar o de empezar alguna vez con esto de una buena vez.   

03 septiembre, 2012

En el aeropuerto

 Los aeropuertos tienen poco que ver con mi juventud y con mi vida de adulto. Pero en mi infancia sí los frecuentaba a menudo. Una vez fui feliz en un aeropuerto, ya era grande, al menos ya no estaba junto a mi familia, había ido solo a Ezeiza o acompañado por alguien joven como yo. Ese día me sentí muy feliz. Fui a despedir a mi amigo que viajaba a Europa y cuando llegué me dijeron que había abordado; había desaparecido por esas escaleras mecánicas tan misteriosas como la desaparición de un cuerpo humano ante una mirada expectante. Ya habían pasado los tiempos en que se podía ir al patio gigantesco a mirar los aviones despegar o aterrizar trepado a esas estructuras metálicas parecidas a las que ponen los policías de infantería en las manifestaciones para que nadie cruce ciertos límites. 
 Cuando entré al hall central también difícil de abarcar con la mirada -donde esas columnas imponentes y simétricas con apariencia de plástico y metal azulado se reproducían por todo el recinto amplísimo- me salió al encuentro la que no sería la mujer de mi amigo y me entregó un sobre de papel madera y me dijo; él quería que tuvieras esto. Lo tome entre mis manos y el sobre resonó aunque no lo presioné con demasiada fuerza, repiqueteó como algo flamante, escurridizo pero que no se separaba de mi piel. Candelita se quedó mirándome con sus grandes ojos negros y yo agaché la cabeza avergonzado por el honor supongo, porque mi amigo dejaba, para que yo los viera, esos poemas que nadie aún había leído. Su mueca de escepticismo se dibujó con trazos precisos en mi imaginación, guardé el sobre en la mochila y salimos para retornar de ese lugar de paso. De fondo las turbinas de algún avión ensordecían el atardecer y el gran radar giraba en la terraza y continuaría girando rápido y sin intervalos ni atropellos.  

01 septiembre, 2012

Mentiroso está celoso está re loco

Desde que tengo memoria que la cosa no funciona. La crisis, los impactos, las disrupciones sociales, la pobreza, los que fuman marihuana... La cosa es el déficit atencional la crónica dispersión, la inexistencia del todo; o que el todo fuera humo al fin de cuentas. Muy de vez en cuando la cosa nos da una oportunidad pero siempre llegamos a destiempo para unirnos a ella para ser con ella para impulsarla a seguir para capitalizar su fuerza inabordable y hermosa. Pero estaba toda ahí desarrollada, habían tomado cada uno sus instrumentos; tumbadoras, bongos, el huiro, panderetas y no paraban de disfrazarse de echarse encima trapos viejos chalinas roídas maquillajes panzas de embarazadas falsas. Todo esto con la noche a cuestas, con todo lo que la noche trae y teje; la voz de Lara nos envolvía como su panza de embarazada falsa su sonrisa y las risas de los otros mientras aullaban y lanzaban una mezcla de sapucai y de pregunta enardecida: quiénes son los que fuman marihuana?! Pregunta retórica que hacía estallar como pocas todas las barreras y la cosmología y la cosmetología social. Esos son los momentos, cuando se conectan por sí solos; auténticos arquitectos tramadores de contenidos nuevos, para enseñar y aprender.