17 febrero, 2015

Tuca

Levanté un correo, 
un muchacho al que yo no conocía había sido baleado y muerto
resulta que el tuca estaba con él y había sido herido.
Si el tuca se moría me hubiese sentido triste y vacío
mucho más vacío que triste; sobre todo vacío.



En la tele la jueza Arroyo Salgado hablaba en el Salón Azul
se me pegaba más que otra cosa su voz nasal, 
sus breves silencios y su registro de persona formada que se mezclaba con algo que venía de Costa Salguero 
del Chandon de Bellaqueo 
de eso ta re cheto, 
del peloduro,
del rancho, 
el repiola 
las guachas 
y la noche.
Por suerte también por la tele
supe que no había pasado nada,
descontó esa suerte felina que ya lo había tocado más de una vez.
Como cuando escapaba solo, porque había perdido al equipo
una madrugada
por las vías del Sarmiento entre Liniers y Villa Luro
los cables eléctricos le acechaban los pies como serpientes sedientas
él me acercaba la boca a la cara me hablaba cerca del oído
como para descubrirme, desafiante, quién, realmente, era él.
Pero esta vez la bala lo alcanzó en una pierna, 
pero esta vez con el amigo se endemonió más esa suerte y lo atravesó.
Dijo el padre,
por la tele de la suerte y de la desgracia
el padre del amigo en la puerta del hospital,
la bala entró por el costado izquierdo y salió por el derecho.
Cómo habrá llevado el tuca al amigo al hospital
era el amigo el que conducía la moto esa noche
y el tuca no es de dejar tirado a un amigo en la calle.
Al tuca lo conocen todos.
Alrededor del hospital había un montón de movimiento 
por estar tan cercano al barrio el hospital es siempre un territorio en tensión
delicado es decir poco.
La mañana prometía calor pero estaba agradable 
el sol acariciaba las paredes descoloridas del hospital
los noteros revoloteaban para un lado y para otro 
por fin uno de ellos agarró a una tía 
las tías siempre están.
Fueron los gendarmes dijo la tía con seguridad dos veces
y dos veces le repreguntaron;
si sabía quién era la chica que había muerto 
si sabía dónde vivía 
si sabía su nombre 
si conocía en qué circunstancias había muerto 
si había sido un enfrentamiento 
si entre los vecinos se tenía la noticia de inminentes operativos policiales,
cómo se había enterado ella de lo que había ocurrido 
dónde estaba en el momento en que se había enterado.
Entonces por un lado estaba el hallanamiento con saldo y balacera  la balacera otra 
la balacera famosa de la ambulancia
la balacera del allanamiento otra vez
y la balacera del tuca 
la tía había dicho les tiró gendarmería.
Bien, entonces ninguna balacera o enfrentamiento 
las balaceras no existen, los gendarmes tiran 
sus cuerpos pesados y verdosos por los bañados sanguinolentos que bordean el barrio.
No puedo dejar de imaginarme al tuca aquella noche recorriendo los canales internos a toda velocidad, 
temerariamente es decir poco,
cortando con la moto aquella oscuridad azulada 
los riachos estrechos que se clausuran abruptamente por acumulaciones de basura,
escombros y autos desmantelados,
pedazos de artefactos en desuso asoman en la superficie pantanosa
la espesura algo hedionda
la flora superabundante
hacen que se disimule qué habrá sido qué en el origen
tal vez si el tuca hubiese manejado aquella noche...
los remos
quizá sería él el muerto o hubiesen zafado 
hubiese podido esquivar esas mordidas letales 
esa aplastante torpeza de escamas verdosas
con esa suerte felina con esa elasticidad fibrosa de sus gestos.