21 enero, 2016

Estaba Cristina

 En una reunión de trabajo alguien me dijo mirá ahí está Cristina. Fue una gran sorpresa estaba Cristina entre la gente y quise ir a saludarla. Me hubiese gustado ir y pedirle permiso para sacarme una foto. Cristina sabe sacar buenas selfies. Yo le dije a un compañero; mirá vos estamos acá en la periferia y al final vienen, quiénes, me dijo, quiénes, vienen, no sé, personalidades, grandes políticos funcionarios importantes. Cristina estaba igual que como la vimos siempre es una de las pocas personas que estaba igual que como la vimos siempre. A lo último me animé y me acerqué a saludarla: Cristina, dije. Me miró, me miró directo a los ojos y se me quedó mirando un largo tiempo. Sonrió un poquito. Le pude dar un beso. Apunté hacia Cristina y hacia mí para sacar esa foto para después poder mostrarla diciendo me saqué una foto con Cristina. Me puse un poco nervioso el sudor de las manos no me permitía presionar como era necesario. La pantalla se puso como resbaladiza. Ya había otros que le querían hablar a Cristina como que Cristina miraba medio de soslayo pero no se iba de la pose de la foto hasta que al final ella misma también acercó un poco su mano, apretó la pantalla y la foto salió. Con otro compañero nos quedamos hablando del otro día cuando este compañero había estado en la comisaría demorado por un siniestro ocurrido en la vía pública y que le debían tomar las huellas. Estaba en la parte de inventarios y el ayudante a cargo le había tomado las manos y con un rodillito todo embadurnado en tinta negra le cubría todos los dedos, los diez dedos. Y siempre le repetía lo mismo, estás muy nervioso por eso la tinta no toma. También hablamos sobre un acto en provincia de Buenos Aires donde había estado Cristina inaugurando la ampliación de una autopista, después de las formalidades Cristina fue a saludar a la gente. Se amontonaron miles. Este compañero había llegado muy temprano y estaba allí pegado a la valla -a diez pasos de Cristina como mucho- y le gritó; Cristina! Cristina! A la segunda vez que le gritó Cristina identificó a la persona y miró a este compañero. Él le hizo la v pero se la hizo cruzando el brazo derecho hasta dar con el otro hombro; en consecuencia la v era una v hecha con los dedos y la mano mostrando el dorso hacia afuera. Inmediatamente Cristina lo corrigió con un gesto mostrándole la v como debe ser. El compañero dijo que Cristina dijo que así no, así. Estos dichos el compañero los llevaba a cabo con una gran mímica de manos y boca para ilustrar todo el asunto de la escena. La mano dirigida hacia el interlocutor sin invertir en ningún momento ni la mano ni el brazo, juntar los tres dedos pulgar, anular y menique como si quedaran contenidos por el pulgar y los dos restantes formando la v.    

13 enero, 2016

Sacrificios

 Recostado en la cama. Las sábanas algo húmedas pero todavía limpias. Y todavía faltaba buen tiempo para que sonara la hora del trabajo. El teléfono de levantarse temprano cerca de la cabeza. El otro del otro lado cargándose e iluminó todo el cielo raso. No sé cómo pero abrió un ojo, sin sonido sin vibración más que la luz.
 Muchas veces fue corriendo a levantar ese mensaje donde sea en la pantalla que sea. Porque como ya tantos lo han dicho allí habita el amor. El zapato extraviado, la varita, la manzana envenenada, el espejito, lo azul. 
 Pero le dijo: llevarás al hijo a un monte que en momento oportuno yo te anunciaré y allí lo darás en sacrificio y él ya anciano con un resto de fuerza quiso rebelarse o al menos pensó en hacerlo si no con las acciones con el pensamiento pero el otro lo reprendió inmediatamente porque podía leer sus pensamientos más íntimos. Así fue que con indescriptible angustia se dirigió a su casa y al preguntarle su mujer que por qué tenía esa cara acongojada -como si todo le hubiese sido aquella tarde arrebatado-, él, la miró, y ya sin poder contener lágrimas a raudales que le comenzaron a brotar de los ojos, le dijo a su mujer tan entrada en años que sí que todo le había sido arrebatado aquel día. Todo su ser y esperanza y razón para vivir de un plumazo se le había ido de las manos. Acto seguido le dijo a su mujer que mandara a llamar a un sirviente y cuando éste se hizo presente que avisara a su primogénito que partirían para un viaje. Salieron. Al llegar al lugar indicado el hijo le preguntó que por qué no llevaban el animal para el sacrificio a lo que el padre miró al hijo conteniendo con gran dificultad las lágrimas y diciendo con gravedad... Alzando con gravedad un dedo, el dedo corazón como se suele hacer en estos casos. Sin citar, prefiriendo no traer otra vez las palabras del libro, mejor le pareció hablar de las pantallas. Las mismas que le devolvieron la luz a uno de los sentidos más olvidados, el de las caricias, la piel y las texturas. Con un solo ojo abierto, el otro lleno aún de sueño de líquenes que recordaron el like de hacía nomás unas horas. El dedo se extendió como si fuese un fresco de la Sixtina recién restaurado. Hacia la pantalla para verla con un solo ojo antes de que sea demasiado tarde. A alguien nunca visto le dijo voy a hacer sacrificios me convencí con tus fotos y lo voy a hacer. Usó esa palabra, la palabra sacrificio, y se quedó esperando en la pantalla de la esperanza.