02 diciembre, 2011

Al mar

 Y de repente estábamos allí. El mar se abrió ante nosotros sin que lo esperáramos; no esperábamos mucho al atravesar ese camino del medio. Sintiendo la fricción suave que las zapatillas hacían sobre la tierra seca levantando un polvo imperceptible. Un calor también seco nos calcinaba con lentitud pero sin detenerse y nos daba risa. La mayor de todas las carcajadas que extendimos como enredaderas y lianas larguísimas entre la flora autóctona que no nos decía nada fue cuando intentaron hacer capturas de aves que eran solo eso. Por lo demás no había nada que pudiese sorprendernos cosas como bichos o animales salvajes que los carteles mostraban a otros visitantes. El mar sí nos sorprendió porque no nos importaba encontrarlo pero después cuando lo tuvimos a nuestros pies era algo demasiado inmenso y maravilloso profundo y hermoso como para tenerlo sin ningún esfuerzo; siempre tan cerca nuestro. En la ciudad.   

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