23 mayo, 2011

Pequeña naturaleza

 No sabría decir si vale o no vale la pena modificar ese texto. Dos meses casi ya, dos largos e instantáneos meses de desprendimientos del ser, de desalineamientos y sucesiones. 
 Dos años como dos siglos en que me veo a mí mismo solo luchando pero en esa otra lucha reducida a ser una lucha biológica un querer ser algo más pero que al fin no es más que echarse o regalarse a ese destino animal. Afuera el amor. Afuera las ideas que no caen, porque sin sobre-vida no hay más que este permanente pujar por un mísero arrebato de vida devastada reabsorbida en naturaleza. Todos los días así quedan justificados deshumanizados y animalizados porque solo hay en la vida que me hago un intento, a veces acertado y a veces presa de una vulnerabilidad congénita... la ganancia de llegar al fin del mes. Soy solo un animal, un animal desesperado huyendo circularmente que no hace otra cosa más que cumplir sus funciones animales sin mutar nunca como un bicho que desgarra su propia naturaleza y se libera de las múltiples reducciones a la animalidad que le zumban que lo pueblan; y, en cambio, pulula, parasita, una vidriera del Abasto shopping mirando zapatillas de tres colores. Tonos maravillosos fluorescencias que no están ni en el cielo. Los huevos que pongo babean la vidriera; nada más me importa dormir bien y comer mejor.     

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