28 abril, 2011

Simulacros

 Caminaba arrastrando sus piernas, una tullida. Las muletas se movían más rápido que las piernas. ¡Manuel!, dijo, gritó. Avanzaba siempre avanzaba, las muletas primero lanzadas hacia delante con ritmo y luego las piernas medio desacompasadas. Las piernas, una muerta, la otra medio viva o dormida o con gangrena. Las dos medio vivas medio muertas. Las dos muertas, de risa. ¡Manuel!, otra vez, salí de ahí. Le avisó que no se acercara a las puertas; no te acerques a las puertas. Cuando las muletas zumbaron a su lado le dio una palmada en la cabeza, de refilón, que le revolvió el pelo negro pero Manuel no le dio importancia. Miró como alguien mira el viento pasarle cerca. Pegado a la puerta silbaba bajito o tarareaba alguna musiquita, desentonaba con un grito. Se figuraba ser algo, jugaba. De pronto al otro, esa pierna le pesaba más, la apoyaba con mayor delicadeza, la dejaba aplomarse sola. Ya te dije, ya te dije. Eso era verdad se lo decía todos los días. No estés cerca de las puertas, alejate. Cuando seas grande sí, cuando seas como papá, pero ahora no. Le hablaba más bajo no por vergüenza de que todos los presentes pudiesen oír. Eso no podía existir para quienes estaban lanzados... Pero en ese momento no se podía detener tranquilo y explicárselo, a Manuel, porque solo podía pasarle por al lado en un ir y venir o mirarlo desde el otro extremo. Pero tal vez antes, tal vez, cuando venían caminando y Manuel corría a su alrededor. Fingía entonces que se enojaba, después que lo perseguía y lo sermoneaba, mientras Manuel con el morral sucio rebotando sobre su cintura revisaba frenético las cabinas de teléfono. Introducía su mano con comodidad en las celdillas del vuelto. Las bisagras metálicas se abrían empujadas por dedos hiperinquietos y se cerraban solas al salir la mano, una tras otra extendían un repiqueteo breve a lo largo de todo el andén. Y por momentos el otro, la apoyaba, a la pierna mala, -ya que por ahí andaban casi solos- y caminaba con ella; pero las muletas no se desconectaban nunca. Dos pasos de enfermo un paso de sano. ¡Manuel! Vení acá. Te había dicho que no te quedaras en las puertas, en las puertas no Manuel, ahí la droga, un borracho, un chorro.

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