23 junio, 2020
Protocolos
El otro día llegué de noche, pero no era muy tarde. La cuadra es tan desabrida. El árbol más grande de la cuadra por suerte está en la puerta de mi casa; cuántos años tendrá? Es un fresno inmenso en otoño cuando pierde las hojas genera una cantidad de alfombras de hojas amarillas y de olores variables en muchos patios y veredas. Esa noche no había nadie en la calle, eran las 21.00 y estaba desierto. Domingo invernal y con cuarentena más no se puede. Y en la esquina un patrullero con sus luces de ese azul tan apropiadamente nocturno. Y además un coche bomba estacionado a mitad de cuadra, y frente al coche de bomberos una ambulancia subida a la vereda con sus luces verdes encendidas que rotaban sobre sí transmitiendo más tranquilidad que las del patrullero pero siempre más preocupación. Quería saber qué pasaba pero en la noche la mirada pierde tanta efectividad entre detalles que no tienen nada de importantes porque en la calle todo es un plano repetido donde es difícil que emerja un detalle, una diferencia. Y, podían decirme algo, más allá de que ellos están armados y uno está ahí esperando. Ahora en la cuarentena ellos son mucho más que antes la autoridad. Así que introduje la llave y entré. Al otro día quise preguntar qué había pasado pero ahora uno casi no se cruza con gente. Salvo en las avenidas. Y serán simplemente protocolos. Ahora todo es protocolo. Pero recuerdo que la primera vez que escuché la palabra "protocolo" estaba en una clase de seminario, fue hace como veinte años. En veinte años una palabra se puede dimensionar, se puede tornar más elástica, más política, puede ser un arma y formar parte de reclamos y demandas. Puede ser un término que usan técnicos que escriben documentos ministeriales. Las palabras cambian como fichas en un tablero, se mueven y son desaparecidas o engullidas como en juegos en que las fichas se comen y salen del tablero. Lo digo así porque hoy para mí la palabra protocolo tiene que ver con la regulación, una especie de biopolítica y una mirada desde la gobernanza. Y además, manejos que todos deben aplicar todo el tiempo para organizar todo otra vez en lo que llaman la nueva normalidad.
11 junio, 2020
Las curtiembres
¿Por qué muchas veces somos atraídos hacia un lugar? No sabemos que somos atraídos, solo después lo reconstruimos. Muchas veces hemos visto en el cine como el héroe es atraído hacia un lugar fatídico. ¿No decimos acaso pero para qué fue ahí, ahí, donde estúpidamente una bala le atraviesa la nuca? Claro, el director aprovecha y nos muestra el mar, acantilados, la noche, ráfagas y soledad. Pero en definitiva todo va a indicar esa atracción, imantación, inevitable en que ese tenía que morir. Nos molesta esa arbitrariedad o plena convicción de que no podía ser de otro modo; más, aún fastidia, a los niños.
Pues, en la infancia olor a curtiembres, barrios bajos de esos que pasan muchos años y siempre son iguales pues nunca serán zonificados. Hace muchos años escribimos un texto donde decíamos sobre estas cosas de los territorios que habitamos en la infancia una cantidad de observaciones. Impresiones y palabras magnéticas.
05 junio, 2020
LITERATURA E HISTORICIDAD EN MIJAIL BAJTIN Y HYDEN WHITE.
Hechos literarios y hechos históricos. Cronotopía y prefiguración.
Entendemos que hay
muchos puntos de contacto entre la concepción que Bajtin tiene de la novela y
el trabajo del historiador según los conceptos que desarrolla White en varios
de sus textos. Bajtin piensa un novelar que al ser un trabajo tan abarcativo y
profundo sobre el lenguaje de cada época hace ver mundos. Análogamente el
historiador narra para alguien a quien explica, da cuenta de un tiempo, de una
cantidad de sucesos y se pregunta de manera más o menos explícita cómo debe
hacer comprensivos esos hechos a sus potenciales lectores.[1]
En este caso el historiador está limitado al marco cultural en el que está
trabajando o correrá el riesgo de no ser comprendido. Si cuenta o revalida
determinados acontecimientos con un carácter de tragicidad –según White narrar
implica hundirse en un género u otro- es porque esa sociedad tiene en términos
de “mundo familiar” una capacidad de comprender qué es una situación trágica.
Tampoco es centralmente este el problema que queremos abordar sino señalar esos
múltiples contactos que hay entre ambos autores. Tal vez la pregunta más
inmediata será siempre por qué puede interesarle a un estudioso de la
historiografía como White un investigador de la literatura como Bajtin.
La historia de la
novela es descripta por Bajtin como una sucesión de formas espacio-temporales que
le van dando dinamismo a una repetición y variación de problemas a lo largo de
siglos. Podemos mencionar algunas de esas figuras referidas en este caso a la
novela antigua griega: separación, fuga, reencuentro, pérdida, boda. No se
trataría, en el sentido categorial fuerte de situaciones o circunstancias, sino
que son formatos antepuestos conformadores del sentido de lo narrado. Su nombre
técnico es cronotopo.[2]
Lo que vamos a ir encontrando y describiendo en términos del desarrollo de la
novela va a estar en función de las formas espaciotemporales que nos van a ir
deparando estos cronotopos. Podríamos decir esquematizando un poco: No hay
hechos literarios desnudos solo modos cronotópicos de lectura; no hay hechos
históricos solo modos de prefigurarlos.
En este sentido preguntemos : ¿De qué está
hecho un cronotopo? ¿Podemos hacerlo a voluntad? ¿Cuáles son los materiales que
lo componen?[3]
Antes que los contenidos de la novela, antes que la historia que esa novela
supuestamente viene a relatar, contarnos sucesos del pasado, una guerra, una
época, debemos reconocer formas de unidad que sintetizan tiempo, espacio y
cultura. Así pues, no se trata de una división, tomamos por ejemplo un
cronotopo; “el camino de la vida” y por allí pasa todo el acontecer de lo
narrado. Cuando presenta la novela biográfica[4]
dice Bajtin que en la antigüedad hay un primer desarrollo de ese género a base
del llamado “tiempo biográfico” cabe la pregunta de dónde sale ese tiempo
biográfico. ¿Se trata de una invención intelectual, se trata de un fenómeno
social? También habla de “nueva imagen específica del hombre” que recorre el
camino de la vida y se pueden presentar los mismos interrogantes. ¿En qué
consistirá a la luz de estas nociones hacer una historia? ¿En qué consiste una
evolución? Bajtin plantea por ejemplo una evolución de la imagen del hombre a
lo largo de siglos. ¿Acaso los cronotopos serían las marcas (hitos) de esa
evolución?[5]
Una articulación
posible, amplia, para estudiar estos planteos es la idea de pensar el pasado a
partir de la noción de cronotopo. Esto supone abandonar o al menos ser conscientes
de que nos distanciamos de un modo tradicional de pensar el texto histórico que
es a partir de la noción de “período”. Cuestión señalada por White en el
artículo “el siglo XIX como cronotopo”. Justamente
el período supone una concepción de quietud, de dinámica sucesiva y de cierto
empirismo de la escritura histórica en tanto lo que se hace es recortar un
período para investigarlo, hallar las fuentes, hacer las comprobaciones del
caso y luego transformar todo eso en discurso. La escritura histórica queda
dominada por cierta idea de instrumentalidad o neutralidad que los
narrativistas como Hyden White rechazan. Mientras que el trabajo y la fuerza
que el cronotopo ejerce es la de lo interdisciplinario. Su estatuto es
sumamente complejo, se lo define más bien como cruce o mediación de diferentes
esferas; en principio cultura y naturaleza. Pues no limitándose a ser un
concepto que da cuenta de la evolución de lo literario, el cronotopo especifica
el devenir histórico tanto individual como social.[6]
Es posible decir que justamente por este carácter indeterminado y mediador el
cronotopo puede saldar esta problemática historiográfica que divide a
empiristas y narrativistas. Pues en sus versiones caricaturizadas y más
radicales, los primeros consideran que el historiador recolecta datos del
pasado y luego se sirve del discurso histórico para señalar relaciones causales
y describir lo que los datos imponen. Para los segundos, los datos en sí mismos
son nada sin la trama de orden lingüística que se le implanta y les da sentido.
Este movimiento entre lo que ya no está porque es tiempo y espacio pasado
y lo discursivo que es lo único que
puede con sus limitaciones devolverle entidad a la experiencia pasada es lo que
el cronotopo hace.[7] No
podemos dejar de recordar que Bajtin señala al comienzo de Las formas del tiempo y el cronotopo en la novela, que él le da el
mismo peso en su teoría a las categorías de espacio y tiempo que les da Kant.
La diferencia dice, es que para Kant son trascendentales y para él son
inmanentes. Por eso es que las estructuras cronotópicas delimitan la
experiencia, como si dijéramos a lo Kant, enmarcan el campo de lo posible.
Entonces lo
interdisciplinario es más que el período, al cual quizá los historiadores
conservadores se mantienen aferrados. Pero también dice White mucho más que lo
que los narrativistas llaman el contexto de los actos, es decir lo que delimita
a los agentes y a los acontecimientos.[8]
Lo superador del cronotopo es que permite ver un montón de cuestiones ligadas a
la práctica de las sociedades que en el período no se traslucen. La
temporalidad del período aplana los sucesos pasados mientras que el cronotopo
los profundiza. Del lado del período tenemos lo descriptivo, lógico, explícito,
manifiesto, por el otro tenemos lo reprimido, metafórico, ilógico, percepciones
ocultas, paradojas, ambivalencias psicológicas y morales.[9]
Dice White: «La noción de cronotopo nos
hace reflexionar acerca de las ambivalencias psicológicas, sociales, morales y
estéticas, políticas, económicas y epistemológicas de una época».[10]
Esto también está
implicado en un conjunto de evoluciones que se van dando en paralelo,
interdependientes, se trata de la noción de conciencia histórica, la noción de
narración, la noción de sistemas de legalidad y moralidad. Las sociedades
humanas han realizado diferentes tipos de registros de los sucesos del pasado
humano y esa manera diferente de datar y asentar ha ido modificando tanto los
modos de la memoria como las formas de registro y relato y a la vez la
moralidad entendida como compromiso, preocupación y respuesta frente a los
sucesos. Las formas del contar se van complejizando en la medida en que
paralelamente los sujetos se hallan interpelados por sistemas de legalidad más
abarcativos y desarrollados. Lo que señala White en el siguiente pasaje es
bajtiniano sin lugar a dudas porque nos recuerda cómo Bajtin explica la
evolución de la novela:
«Y esto sugiere
que la narrativa, seguramente en la narración fáctica y probablemente en la
narración ficticia también, está íntimamente relacionada con, si no está en
función de, el impulso a moralizar la realidad, es decir, a identificarla con
el sistema social que está en la base de
cualquier moralidad imaginable».[11]
Apenas definido el
cronotopo como conexión de relaciones espacio-temporales inherentes a toda obra
artística literaria suma Bajtin otro aspecto de la cronotopía que es determinar
la imagen del hombre en la literatura.[12]
Esto es definir modos de habitar el mundo y lo social. Uno de los primeros
ejemplos que va a dar de esta moralidad imaginable la extrae de la novela
griega. Aquí todo está dominado por el suceso, siempre ocurren cosas que no se
sabe ni por qué ocurren pero el protagonista está inmerso en esos hechos que lo
superan y que nunca puede controlar.[13]
El hombre es pasivo y carece de iniciativa. Algo que contrastará mucho con el
modo de moralizar la realidad en Ravelais. Por lo tanto esto traza un esquema
que va delimitando el curso de las acciones, los cronotopos como hitos en las
posibilidades de las acciones que se van a ir sucediendo; en este caso un héroe
que sobre todo se mueve huyendo, fugándose, siendo perseguido y buscando.
Función trópica en el
novelar y en el historizar.
Como la
preocupación del historiador por la verdad histórica, Bajtin parece
sensibilizado por la verdadera imagen del mundo que surge del poderío de una
novela o del trabajo del novelar. Señala[14]
cuando da cuenta de los avatares del mundo premoderno que para Ravelais los
enemigos del sentido son el pensamiento escolástico, la falsa casuística
teológica y jurídica, el lenguaje mismo donde han sedimentado cantidad de
mentiras. ¿Quién entonces producirá el recambio? ¿Quién destruirá y reconstruirá la nueva imagen? Las cosas y
las ideas deben estar en nuevas vecindades y así surgir lo auténticamente
nuevo.[15]
La concepción
trópica de la literatura y la historia señala ciertos intereses y núcleos en
los procesos de producción y comprensión cultural. Las vecindades rabelesianas
suponen esta codificación cuyo objeto es acercar un ámbito de problemas y
sensibilidades existente pero impensado; provocar la emergencia en un horizonte
común y actual de problemas velados.[16]
El modo trópico de prefigurar la experiencia estaría dado según lo vemos, al
lograr hacer pensable esta bisagra epocal que serán los umbrales de la
modernidad mostrados por la literatura. Querríamos hablar aquí de integración
de una capacidad humana para comprender el mundo.[17]
Para comprenderlo de otro modo, percibiéndolo distinto y viviéndolo distinto,
para eso son las series de Rabelais. Esa fuerza se la da el carácter impersonal
de ese cuerpo que se está transformando, es el cuerpo del género humano, mostrando
procesos y aspectos que antes estaban, en sitio ninguno, por fuera del
lenguaje.[18] En
esta experimentación de los elementos corporales, a partir de esas series
rabeleseanas vamos encontrando esa nueva imagen del mundo polémica con
concepciones medievales asentadas del cuerpo y la vida del hombre común. Los
recursos del grotesco, fantástico y científico se combinan para criticar y
demoler los prejuicios, las mentiras y dobles discursos de la época.[19]
Las series son diferentes modos de
entretejer relaciones espaciotemporales, por su grado de especificidad
entendemos que en esta parte del texto Bajtin deja de usar el término
cronotopo, mucho más abarcativo, y va describiendo con la minuciosidad que lo
caracteriza todas las posibles conjugaciones. Cada serie va mostrando de manera segmentada pero nunca aislada relaciones
especiales, adecuaciones entre valores y/o imágenes del mundo humano y
dimensiones espaciales/temporales. Esos valores pueden ser comida, bebida,
verdad, bondad, belleza… se conectan de manera proporcionada en espacio y
tiempo; el crecimiento sería una
manifestación de esa conexión. Pues en Gargantúa
y Pantagruel el crecimiento es uno de los fenómenos de la naturaleza
privilegiados y se le rinde homenaje de manera permanente.[20]
La proporcionalidad de las series no
atraviesa momentos, siempre van juntas, el análisis las separa y une para
mostrar que el mundo cultural del pasado intenta eliminarlas ya que tiene una
valoración de imágenes que marginan la ética de la materialidad. Sobre su función dice Bajtin:
«Todas estas series, que giran en torno al hombre
corporal, tienen las mismas funciones: de destrucción de todo lo que la
tradición había relacionado,(…)[21]
Esa nueva imagen
del hombre y el mundo que es lo que a Bajtin le interesa mostrar de Rabelais. Pues
allí se ve el cambio histórico real. Cómo la vieja imagen del hombre va siendo
corroída por esta literatura y se afianza la nueva. Donde la carnalidad se ve
seriamente modificada y lo espiritual, si persiste, es otra espiritualidad. Las
vecindades tradicionales dejan lugar a nuevas vecindades, por eso es que las
series van presentando esas parejas del
todo heterogéneas como pueden ser muerte-risa o comida-excremento. Las series
lo que van haciendo en su enlace, en su recorrido es ir evidenciando que
siempre podrán ser reducidas a un cronotopo. Esto es, resignificar tiempo y
sentimiento, resignificar modos de estar y direcciones espaciales. A eso va Rabelais,
si hay un mundo que está perdiendo los cimientos y argumentos por otro lado
está ganando una materialidad inédita. ¿En qué se transforman “la creación del
mundo”, “el pecado original”, “el juicio final”? ¿Si antes esas expresiones se
identificaban con el tiempo real pues ahora a donde van a parar? Tal vez quedan
como lo que siempre fueron piezas estáticas que ahora se depositarán en nichos,
reservorios de representaciones culturales, pero antes fueron lo que estaba
unido al presente como historia viva. Por momentos tenderíamos a creer que el
escritor lo que hace es crear un cronotopo que lo trastoque todo para que se
pueda narrar o renarrar, pero ya más allá de la literatura, la historia del
mundo. En esto Rabelais repite el gesto de tantos humanistas modernos,
seculariza, tal vez con la salvedad de que lo hace muy tempranamente. Recupera
lo folclórico, lo popular, algo concreto, algo productivo que anuncia el
porvenir.[22] A
partir de la literatura como trabajo con las series en verdad parece que el
proyecto de Bajtin fuera contar la historia. La unidad del tiempo perdida es
recuperada en la literatura pero en el sentido de que se hace así únicamente
pensable. Tiempos en que ocurre una separación, una ruptura en la relación del
hombre con la naturaleza, la vida común adquiere giros de interioridad,
privacidad. El folclore le interesa justamente a Bajtin porque viene a ser un
reservorio de la lengua y de la cultura, una especie de ámbar quizás.[23]
Si bien no es cualquier folclore. El tiempo folclórico vive aún en condiciones
sociales próximas a las que lo generaron.[24]
Los procesos que narramos de la historia, en este caso sería la Europa que está
operando el tránsito de la Edad Media a la Modernidad, los vemos materializados
en la literatura. Dado que son tiempos de recuperación y resignificación de la
materialidad de los antiguos por ejemplo, Rabelais va a tener como referencia
el folclore aristofánico. Retorno de la risa, lo grotesco, deslizamientos de
planos privado/público, obcenidades sexuales, la comida y la bebida inundando
lo cotidiano.[25] Esos
restablecimientos se evidencian por ejemplo con el tema de la risa que
socialmente además de quedar en descrédito con la decadencia de la antigüedad
había sido neutralizada en términos simbólico-institucionales.[26]
Por lo tanto Bajtin se interesa por la risa como lenguaje, y poder llegar a
historizar esa desaparición-reaparición.[27]
Diremos que conviven una aspiración de historización pero que es inescindible
de un trabajo crítico, mejor dicho nada habría para decir sin este trabajo
crítico que está haciendo sobre Rabelais u otros escritores como Luciano o
Apuleyo. A consecuencia de ese trabajo crítico va mostrando esas emergencias,
las nuevas vecindades que aparecen o suplantan a las viejas.[28]
La conexión o sustento de esta risa que todo parece corroerlo a su paso con los
elementos antiguos. Esos elementos son la muerte, el nacimiento, la fecundidad,
el crecimiento. El elemento lúdico vuelve a estar en su medio más propio
presente en todas las cosas en lo cotidiano y en lo sagrado.[29]
Podemos decir que así como hay una idea de totalidad en el elemento lúdico
también está esa universalidad en la concepción de los lenguajes. Nada debería
quedar afuera de la literatura. Deben estar presentes todas las vecindades, de
ahí que recurra Rabelais a todas las fuentes; extraliterarias no oficiales,
literatura culta semioficial y alta literatura oficial. Todo este material es
reelaborado y adquiere en Rabelais un sentido unitario en función de una
intención ideológica nueva.[30]
Relación entre narración y representación. Sobredeterminaciones de
la narrativa sobre la conciencia histórica.
Entre las
múltiples aristas del cronotopo y el trabajo del historiador hay una
correlativa cuestión referida a lo ideológico-valorativo, esto es lo que define
al cronotopo en su contacto con la realidad. Del mismo modo que podríamos decir
es improbable que el relato histórico sea capaz de independizarse de intereses
y de una visión ideológica de conjunto. Si bien el positivismo en historia
siempre intentará alejarnos de cuestiones emotivo-valorativas, eso es algo que
siempre está tensionando a la historiografía; la dificultad (imposibilidad)
para lograr un relato objetivo de los hechos.[31]
Lo importante es tener en cuenta que quien aporta la figuración a los hechos no
es el acontecimiento sino el lenguaje. Los hechos en sí mismos no son
productores de sentido porque no nos ponen frente a imágenes, esto solo sucede
cuando algo se nos figura.[32]
En El contenido de la forma Hyden White
explica a partir del trabajo del historiador con los anales cómo aparecen esos
hechos registrados, totalmente carentes de un principio que los trame. Nos
parece interesante destacar que por un lado está la “narrativa”, es aquella
noción que White está indagando en este texto; en particular cuál es su
estatuto y alcance en cuanto a la escritura histórica. Por otra parte “la representación
de la realidad”. Tenderíamos a pensar que hablamos de un punto de partida que
identificamos con modos de representación, dado que nos representamos la
realidad de determinado modo portando valores e ideologías, intenciones al
escribir historia, intereses al querer contar determinados sucesos, ningún
historiador puede escapar a estos aspectos al realizar su trabajo con
exhaustividad. Entonces representación rodeada de todos esos elementos y a
partir de allí resultará una determinada “narrativa”. Pero White parece hacer
algo distinto, el punto de partida es una determinada narrativa, esto es de lo
que no puede salirse, ya se trate de las formas decimonónicas o de los anales
del siglo VII, luego eso produce determinada representación. A este respecto
podemos hacernos dos preguntas. ¿Hay historia si prescindimos de los principios
de figuración como el tiempo y el espacio en los relatos? ¿Y cómo es esa
“historia” al carecer de tales principios?[33]
Es una historia que no logra historizar o producir una experiencia de historización.
Más allá de la verdad –es decir sin preocuparnos siquiera por cuestiones como
la adecuación con la “realidad”- pues,
en principio, no se discute la veracidad de los hechos establecidos. Señala
White:
«Todo ello me sugiere que Hegel tenía razón cuando afirmó que
un relato verdaderamente histórico tenía que exhibir no solo una cierta forma,
a saber, la narrativa, sino también un cierto contenido, a saber, un orden
político-social».[34]
Si bien esto
podría no ser de fundamental importancia para nosotros, pues va más hacia el
campo de la ética, en esto sigue también White a Hegel al señalar que el
estatuto histórico se diluye, en los anales[35],
a no alcanzar una jerarquía pues todo lo que se registra es de idéntico valor y
determinación. No hay un marco jurídico que suponga que los problemas como ser
guerras, sitios, incursiones responden a diferentes transgresiones de los
actores humanos. Por eso la ecuación ley-historicidad-narratividad.[36]
Además, White plantea vía Hegel la
noción de “coherencia formal” y dice que esto es lo que se implanta a los
materiales con los que trabaja el historiador. Sin esta coherencia formal los
acontecimientos no terminan de transformarse en historia. ¿Qué produce en
nuestras conciencias esa coherencia formal para que solo así consideremos que
se nos da algo histórico? Frente a esas formas “incompletas” la narrativa
histórica nos proporciona algo concluso, limitado en el sentido de determinado,
acabado, íntegro, portador de un significado imaginable.[37]
White va a concluir con una cuestión
sobre la que se detiene insistentemente en este texto y que ya mencionamos.
Aquello que reconocemos como historicidad y que por tanto es lo que dota de
sentido a esa coherencia formal o le da un contenido concreto es un marco de
moralidad. Esos relatos que a veces en forma incipiente aparecen en las crónicas
pero que hallan su paradigma de desarrollo en los clásicos del siglo XIX
–Ranke, Burckhardt, Michelet, Toqueville- portan un sentido de moralidad que es
captado por todos sus potenciales lectores.[38]
Lo que se narra pertenece a un orden moral, incluso el mismo historiador al
narrarlos puede producir identificaciones de tipo moral para su posible
público, es decir se cree en esos acontecimientos como reales porque pertenecen
a un orden de existencia moral.[39]
Otro modo de decirlo es que esos acontecimientos son vistos como conducentes al
establecimiento del orden social y por ello se cree en su realidad. Dino Compagni,
historiador del siglo XIII, sería el precursor de esta teorización y de la
ligadura entre coherencia formal y existencia de un orden moral.[40]
La importancia que White le da a las relaciones entre estas nociones que
abarcan varios siglos de trabajo intelectual se evidencia porque termina este
capítulo preguntando: «Podremos alguna vez narrar sin moralizar».[41]
En el ensayo El texto histórico como artefacto literario
White recupera la noción de “tramado”. Antes hemos comentado algo sobre la
noción de trama como punto de partida de las posturas narrativistas. Se trata de
una codificación de los hechos tal como aparecen, carentes de la forma
propiamente narrativa que tienen en las crónicas. Ese trabajo consiste en hacer
una selección del material de registro del que dispone el historiador, de modo
que establece grados de importancia a ciertas cosas y otras las excluye, repite
determinados centros de interés, llama la atención aquí o allá siendo enfático
en puntos determinados, en resumen se comporta como un novelista. Los hechos
brutos de la historia carecen de un sentido genérico, eso es lo que el trabajo
de tramado va haciendo con los hechos. No hay datos que sean objetivamente
cómicos o trágicos sino que ahí intervienen puntos de vista o perspectivas que
los revisten de tragicidad o comicidad. Así pues el historiador configura los
hechos y produce un peculiar ordenamiento de los mismos dentro de la estructura
en la cual los narra y que es de por sí ajena a la neutralidad de los hechos.[42]
Recordemos también que en Teoría y
estética de la novela Bajtin señala en reiteradas ocasiones cómo la novela
se comporta en tanto termómetro y o instrumento de medición de los tiempos que
narra. Muestra los cambios sociales, las fisuras de las épocas, aquellos
ordenamientos sociales que ya están caducos y que van dando vuelcos hacia futuros
desconocidos. En relación a la narrativa histórica White explica que no es una
reproducción de sucesos, no hay mimesis
llana en el relato del historiador. Como la literatura el historiador nos hace
recorrer mundos nuevos porque en la revolución que nos está contando, en la
guerra civil que nos está explicando hace como pulsaciones virtuales[43].
Provoca conexiones y reactualizaciones que lejos de estar dadas son recuperadas
e impuestas desde planos vertiginosamente imaginarios y simbólicos. Si bien la cultura
común permite que esas invenciones sean asimilables.[44]
Al respecto nos dirá White:
«La narrativa histórica no refleja las cosas que señala; recuerda
imágenes de las cosas que indica, como lo hace la metáfora».[45]
Aquí sobre todo
nos recuerda el estatuto del texto histórico y qué lo empareja con las
ficciones literarias. Dado que el discurso histórico no es sígnico porque si
así fuese habría una correlación uno a uno, por así decir, entre palabra
histórica y acontecimiento. Ya, por lo demás, hemos señalado que esa concepción
del lenguaje es algo que Bajtin se encarga de rechazar en El problema de los géneros discursivos.[46]
Como las operaciones ficcionales lo que hace la historia es trabajar con
simbolizaciones, “metáforas extendidas” adecuadas a un suelo cultural que las
hará comprensivas al aprehenderlas a partir de elementos de un cierto background cultural. Tal vez para los
objetivos de este trabajo no es tan importante volver una y otra vez a la
cuestión de cómo se puede sostener la cientificidad de lo histórico si los
datos no tienen la última palabra. Lo que define a las diferentes realidades
históricas son las modalidades de tratamiento de esos datos. De un relato a
otro lo que hay que ver es por qué cierto tratamiento produce resultados o ve
realidades que otro tratamiento no ve.[47]
Para nosotros es más interesante preguntarnos qué puede ocurrir en diferentes
relatos, en esos distintos marcos narrativos para que se operen
transformaciones de sentido relevantes. Hay como dos grandes momentos, en una primera
etapa hablamos de una prefiguración de los materiales:
«el problema del historiador consiste en construir un
protocolo lingüístico completo, con dimensiones léxica, gramatical, sintáctica
y semántica, por el cual caracterizar el campo y sus elementos en sus propios
términos (antes que en los términos con que vienen calificados en los propios
documentos), y así prepararlos para la explicación y la representación que
después ofrecerá de ellos su narración».[48]
Los materiales
–hemos intentado argumentar en diferentes partes de este escrito- por sí mismos
no producen una imagen que pueda ser traducida a lo que comúnmente llamamos “trabajo histórico”, para ello este
acto poético que fija las estructuras primarias para establecer el tropo que el
historiador seleccione como más adecuado para su narración.[49]
Desde las primeras líneas de Metahistoria
White señala que lo que le interesa al pensar los clásicos de la historia del
siglo XIX es identificar los componentes estructurales de sus relatos. Mostrar
que en toda narración histórica hay una poética subyacente. Esto excedería al
siglo XIX propiamente dicho y sería aplicable a todas las épocas. Todo relato
histórico tiene elementos que lo prefiguran, conforman el campo sobre el que el
historiador en un segundo momento comienza a interrelacionar conceptos,
interpreta datos. Esa prefiguración es en base a figuras retóricas, los así
llamados tropos que se esquematizan en cuatro fundamentales: metonimia, sinécdoque,
metáfora e ironía. El objeto de la
historia halla en la prefiguración una resolución a condiciones estructurales
de su quehacer, pues existe una resistencia del objeto a ser descripto de manera
clara y racional. El lenguaje proporciona modos paradigmáticos de subsanar esa
situación de inaprensibilidad con que la conciencia choca al pretender dar
cuenta de lo sido.[50]
Entendemos que ambos autores hacen un esfuerzo argumentativo por mostrar que
estos modos tropológicos encuentran en la historia y en la literatura una
fundamentación interdisciplinaria que se remite tanto a modos estructurantes de
la conciencia como a condicionantes estructurales del objeto; el sido en el
caso de la historia y la compleja asimilación del tiempo-espacio real en la
literatura[51].
A modo de conclusión
Hemos intentado
establecer que la noción de cronotopo es mediadora en un sentido interdisciplinario
en tanto traza el recorrido evolutivo de lo literario y de lo histórico. Su
múltiple modo de producir realidad hace que no se limite solo a la esfera del
arte y la historia. Bajtín tomó de hecho el término de la física de Einstein.
Narrar conlleva pues una cantidad de elementos determinantes que muestran entre
otras cosas las dificultades de adjudicar parámetros de verosimilitud propios
de las ciencias naturales a las humanidades. Narrar implica valorizar,
moralizar, adecuarse a una legalidad. Una de nuestras pretensiones ha sido
mostrar que la noción de cronotopo podría aclarar aquellos problemas generados
por teorías que proponen que los tropos lingüísticos re-crean la experiencia
pasada sin que sea posible separar los datos históricos de las tramas
narrativas en las que aparecen inscriptos.
En segundo lugar,
las imágenes del hombre descriptas por Bajtin en la historia de la novela son
delimitadas, señaladas por la progresiva complejización de los mundos jurídicos,
socioeconómicos que van apareciendo y esto halla su contraparte en la idea
defendida por White de que la evolución de la disciplina histórica, su climax
en el siglo XIX se corresponde con un desarrollo de lo social-legal-moral que
supone a su vez la emergencia o posibilidad de una conciencia histórica tal
como se materializa en los relatos históricos de los clásicos del siglo XIX.
Por último, paralelismo
entre historia y literatura. Más bien se trataría de cierto exceso,
consecuencia del trabajo crítico que Bajtin realiza al narrar la evolución de
la novela y que por eso mismo desborda lo que resultaría en una sola historia
de figuras literarias. Es un relato de evolución de la novela que se vuelve una
historia crítica de la cultura. En paralelo, tenemos la caracterización de
narración histórica de White que para poder llegar a serlo precisa mostrar las
figuraciones retóricas y las tramas genéricas sin las cuales no puede
identificar, vincular y establecer los sucesos.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
ANKERSMIT, F. R.
Historical Representation, Standford University Press, Standford, California,
2001. (Cap. 1, Trad. Cucchi L. Giglio J.)
BAJTIN, M. Teoría y Estética de la novela. Las formas del tiempo y del cronotopo en la
novela. Trad. Kriukova H.S. Cazcarra V. Taurus, Madrid, 1989.
_________ El Problema de los Géneros Discursivos.
en Estética de la Creación Verbal.
Trad. Bubnova T. Siglo Veintiuno Editores. México. 1985.
TODOROV, T.
Crítica de la crítica. Trad. Sánchez Lecuna J. Paidós Barcelona 1991.
WHITE H. Metahistoria. La imaginación histórica en la
Europa del siglo XIX. Trad. Mastrangelo S. FCE Argentina. 1998.
_________ El texto histórico como artefacto literario y otros escritos. Trad.
Tozzi V. y Lavagnino N. Paidós, Barcelona, 2003.
_________ «El
“siglo XIX” como cronotopo», en La ficción
de la narrativa. Ensayos sobre historia, literatura y teoría. 1957-2007.
Trad. De Ruschi M.J. Eterna Cadencia. Bs As. 2011.
_________El contenido de la forma. Narrativa,
discurso y representación histórica. Trad. Vijil Rubio J. Barcelona.
Paidós. 1987.
ŽIŽEK, S. “Deleuze”,
en GIORGI, G RODRÍGUEZ F, (comps) Ensayos sobre
biopolítica. Excesos de vida. Trad. Cap. 5 Giorgi G. Paidós. Bs.As. 2007.
[1]Cf. WHITE H, El texto
histórico como artefacto literario y otros escritos. Trad. Tozzi V. y
Lavagnino N. Paidós, Barcelona, 2003. p. 114
[2]Cf. BAJTIN, M. Teoría y
Estética de la novela. Las formas del
tiempo y del cronotopo en la novela. Trad. Kriukova H.S. Cazcarra V.
Taurus, Madrid, 1989. p 250 ss.
[3]Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 262 ss.
[4]Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 282 ss
[5]Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 288 ss.
[6]Cf. WHITE, H. «El “siglo XIX” como cronotopo», en La ficción de la narrativa. Ensayos sobre
historia, literatura y teoría. 1957-2007. Trad. De Ruschi M.J. Eterna
Cadencia. Bs As. 2011. p. 419.
[7] Cf. WHITE, «El siglo XIX…,ídem.
[8]Cf. WHITE, «El siglo XIX…, p. 421.
[9]Cf. WHITE, «El siglo XIX, p. 424 ss.
[10]Cf. WHITE, «El siglo XIX…, p. 425.
[11]Cf. WHITE, H. El contenido de
la forma. Narrativa, discurso y representación histórica. Trad. Vijil Rubio
J. Barcelona. Paidós. 1987. p. 29.
[12] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 238.
[13] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 258.
[14]Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 320.
[15] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 321.
[16] Cf. WHITE, El texto histórico…
p. 71.
[17] Cf. WHITE, El texto histórico…
p. 75.
[18] Cf. BAJTIN, La forma del
tiempo… p. 324.
[19] Cf. BAJTIN, La forma del
tiempo… pp. 322, 323.
[20] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… pp. 318, 319.
[21] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… pp. 344, 345.
[22] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… pp. 356, 357.
[23] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… pp. 368, 369.
[24] Cf. BAJTIN, Las formas del tiempo…
p. 370.
[25] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 371.
[26] Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 387.
[27]Cf BAJTIN, ídem.
[28]Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 388.
[29]Cf. BAJTIN, ídem.
[30]Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 389.
[31]Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 393.
[32]Cf. BAJTIN, Las formas del
tiempo… p. 400.
[33]Cf. WHITE, El contenido…
pp. 25, 26.
[34]Cf. WHITE, El contenido…
p. 27.
[35]Cf. WHITE, El contenido…pp.
22, 23. Nos parece interesante extractar el ejemplo que el autor da para hacer
patente lo que quiere explicar en relación al estatus de lo histórico. Lo que
aquí transcribimos de manera continua aparece como un listado en el texto
original: «709. Duro invierno. Murió el duque Godofredo. 710. Un año duro y con
mala cosecha. 711. 712. Inundaciones
por doquier. 713. 714. Murió Pipino,
mayor del palacio»(…) El ejemplo está extraído de los Annales Sangallenses Maiores acontecimientos que tuvieron lugar en
los siglos VII, IX y X y que fueron recopilados hacia 1826. Queda patente la
ausencia total de una trama narrativa y en consecuencia la imposibilidad de
comprensión y sentido de lo establecido.
[36]Cf. WHITE, El contenido…
p. 28.
[37]Cf. WHITE, El contenido…
p. 35.
[38]Cf. WHITE, El contenido…
p. 36.
[39]Cf. WHITE, El contenido…
p. 37.
[40]Cf. WHITE, ídem.
[41] Cf.WHITE, El contenido…
p.39. En un sentido mucho más acotado al esquema de principios conceptuales que
organizan la teoría de White, el autor señala que además de las explicaciones
por la trama están las explicaciones por argumentación formal. Se trata de un
tipo de explicación que White privilegia en relación a la argumentación
contextualista, organicista y mecanicista. La manera en que caracteriza este
tipo de explicación es diciendo que son lo que en las ciencias duras se llama
el modelo nomológico-dedúctivo. Una explicación científica que da cuenta de los
fenómenos a ser explicados deduciendo esos enunciados explicativos a partir de
leyes generales o ciertas condiciones iniciales que valen con carácter
universal. Pero el pasaje que más nos interesa destacar es el siguiente: «Yo
habría querido decir que, en la medida en que un historiador proporciona la
“trama” que da algún tipo de coherencia formal (subrayado no está en
el original) a los sucesos del relato que narra, está haciendo lo mismo que
hace el científico cuando identifica los elementos de la argumentación
nomológica-deductiva en que debe organizar su explicación. Pero aquí distingo
entre la trama de los hechos de una historia considerados como elementos de un
relato y la caracterización de esos hechos como elementos de una matriz de
relaciones causales que se presume existieron en provincias específicas del tiempo
y del espacio». Cf. WHITE H. Metahistoria.
La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX. Trad. Mastrangelo S.
FCE Argentina. 1998., p. 23. Es
interesante esta tensión que en este caso White explicita, está diciendo ahora
me interesa mostrar el costado de cientificidad dura del trabajo histórico.
[42] Cf. WHITE, El texto histórico…
p. 113.
[43] Cf. ŽIŽEK, S. “Deleuze”, en GIORGI, G RODRÍGUEZ F, (comps) Ensayos sobre biopolítica. Excesos
de vida. Trad. Cap. 5 Giorgi G. Paidós. Bs.As. 2007. p.155. Žižek desarrolla ampliamente la difícil noción deleuzeana de
“virtualidad” y señala lo siguiente: «El devenir es estrictamente correlativo
al concepto de REPETICIÓN: lejos de oponerse al concepto de lo nuevo, la
paradoja deleuzeana es que algo verdaderamente nuevo solo puede surgir por medio de una repetición. Lo que una
repetición repite no solo es lo que el pasado «efectivamente fue» sino la
virtualidad inherente a ese pasado que la actualización traicionó. En este
sentido, la irrupción de lo nuevo cambia el pasado, esto es, cambia
retroactivamente no el pasado tal como fue –no se trata de ciencia ficción-
sino el equilibrio entre actualidad y virtualidad en el pasado. Recuérdese el
viejo ejemplo de Walter Benjamin: La Revolución de octubre repitió la
Revolución Francesa, redimiendo su fracaso, reviviendo y repitiendo el mismo
impulso. Ya para Kierkegaard la repetición es una «memoria invertida», un
movimiento hacia adelante, la producción de lo nuevo y no la reproducción de lo
viejo. «no hay nada nuevo bajo el sol» es lo más opuesto al movimiento de la
repetición». Ni Bajtin ni White trabajan “repetición” como un concepto
filosófico, pero sin embargo podrían pensarse líneas vinculantes con la noción
bajtiniana de “serie” que repitiendo y conjugando modos heterogéneos de
valoración y emotividad resignifican lo olvidado, marginado y clausurado.
[44]Cf. WHITE, El texto histórico…
p. 125.
[45] Cf. WHITE, Ídem.
[46]Cf. BAJTIN, M. El Problema de
los Géneros Discursivos. en Estética
de la Creación Verbal. Trad. Bubnova T. Siglo Veintiuno Editores. México.
1985. «Al seleccionar determinado tipo de oración, no lo escogemos únicamente
para una oración determinada, ni de acuerdo con aquello que queremos expresar
mediante la oración única, sino que elegimos el tipo de oración desde el punto
de vista de la totalidad del enunciado que se le configura a nuestra
imaginación discursiva y que determina la elección. La noción de la forma del
enunciado total, es decir, la noción acerca de un determinado género
discursivo, es lo que nos dirige en el proceso de discurso. La intencionalidad
de nuestro enunciado en su totalidad puede, ciertamente, requerir, para su
realización, una sola oración, pero puede requerir muchas más. Es el género elegido lo que preestablece
los tipos de oraciones y las relaciones entre éstas». El subrayado no está
en el original. p. 271.
[47]Cf. WHITE, El texto histórico…
pp.134 y 135. Estos pasajes nos parecen sumamente esclarecedores en cuanto a la
comprensión del planteo que hace el autor y también en relación a las críticas
que se le han dirigido por dar lugar a posturas relativistas o peor a una pura
desidentificación, en el sentido de pérdida sustancial de los hechos históricos
en sí mismos tal como estamos acostumbrados a entender la “realidad histórica”.
Esto es la objetividad de los hechos. Sin embargo, White dice que los
acontecimientos como tales no cambian de una descodificación/recodificación a
otra. Supongamos la Revolución Francesa descodificada en su modo grotesco y
recodificada en el modo ironía, no hace que cambie la naturaleza de lo
acontecido sino «las modalidades de sus relaciones». Si bien, la consecuencia
que esto tiene sobre la interpretación de lo sido no es menor. Y es interesante este señalamiento, no se trata
de un cambio en la manera en que el lector percibe esos hechos pasados ahora
recodificados de modo diferente, como si dijéramos una modificación de sus
estructuraciones mentales sino que, y White utiliza un término significativo,
hay una cierta «revelación». El énfasis de la diferenciación está puesto en una
novedosa y distinta «iluminación de lo acontecido».
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