09 agosto, 2016

En los médanos

 Los pies se nos hundían sobre los médanos había una cantidad considerable de una especie de pastitos que no eran demasiado largos pero tendían a flamear con el viento. Imposible andar descalzos por el frío. La botella de cerveza estaba apoyada sobre la arena y toda su base tenía arena adherida por la humedad del vidrio negro. Tomé un trago bien bien largo y nos miramos y les dije bueno me voy. Dónde, no, me contestaron ustedes, ahora te vas... dentro de un rato se hace de noche después no vas a poder volver. Pero es que voy a usar, referencias, quiero ver quiero ir hacia Aguas Dulces quiero recorrer toda la playa vacía ir a los médanos, quiero buscar pruebas de la chica que mataron tiempo atrás. Resolver ese caso aportar algo concreto hasta ahora no descubierto que aporte ¿ee? un dato esclarecedor y lo resuelva. Ustedes se cagaron de la risa me desearon suerte y que prestara atención. Empecé a caminar. Para el lado de los médanos de Cabo Polonio nada ni una persona cerca de semejantes montañas de arena. Solo pasó alguien cabalgando a toda velocidad y dos perros atrás enardecidos con las patas del caballo. No podía creer que los perros pudieran alcanzar a un caballo como ese con tanta facilidad o a cualquier caballo que galope en la arena o en otra superficie. Los perros estaban cegados de furia y daban ganas de que el caballo lejos de desorbitar cada vez más sus ojos de pánico diera unas buenas patadas hacia esas bocas sedientas y sus dentaduras estallaran. El jinete daba la impresión de que tenía toda la intención de hacer algo pero no hacía nada y los perros acercaban sus dentelladas a las patas traseras en ese lado esbelto entre la pezuña y la pata que se afina y ahí rasgaban la carne del pobre caballo. Al fin el jinete hizo un ademán brusco tiró de las riendas, el caballo casi se paró en dos patas. El jinete hizo un gesto amenazante a los perros y disparó fustazos al aire como si espantara moscas. El lenguaje de los gestos es una comunicación certera para los perros se detuvieron como pensando que las consecuencias podían ser caras si persistían con su instinto asesino. Los perros se fueron hacia el norte y el caballo manando sangre de una de sus patas hacia el oeste. Me fui para el lado de los perros y caminé varios kilómetros a medida que me alejaba del centro del pueblo siempre por la playa abierta, inmensa, los ranchitos iban siendo más espaciados y más precarios. Por momentos se veían tan raquíticos y endebles que daban ganas de ir a tocarlos para convencerse de que no estaban dibujados o de que no se trataba de montajes escénicos que solo tenían frente y al darles la vuelta uno se encontraría con un armazón de utilería. Cuatro ranchos alineados más lejos dos ranchos alineados y uno un poco más atrás. Después una serie de esos ranchos que eran simplemente una piecita de tablas entreveradas oscurecidas por la intemperie y que era difícil saber si habría un morador dentro. Todo desértico salvo tres chicos que corrieron hacia el mar los vi de lejos y para cuando llegué donde ellos con una piel de acero se bañaban felices en ese mar helado, nada, enseguida desaparecieron. Un restallido seco fue aumentado desde atrás empezaba a tamborilear y se mezclaba con el bramido continuo del mar calmo de la bahía. Una ráfaga era el caballo que volvía lanzado y se alejaba otra vez llevaba su pata izquierda vendada con un paño blanco que se había desanudado y dejaba a los vientos un retazo y fue lo único que a pesar de la distancia todavía vibraba en la retina. Escalé un poco por los médanos para ganar altura y ver con más detalle la puesta del sol y también para tener una visión un poco más panorámica hasta dónde llegaban las casitas, sobre la playa cada vez eran más espaciadas, se repetían cada cien o ciento cincuenta metros. En eso no sé de donde un perro me divisó a lo lejos y ladró vino hacia mí con el segundo ladrido se sumaron de más lejos otros dos y tres más. Las piernas se me van solas pero en la playa ya los perros no se muestran tan agresivos me persiguieron un rato y cuando me di vuelta nada; solo esa bruma que venía del mar y que ni se movía porque había poco viento. Todo estaba blanco y rosado como si el aire tuviera una coloración. Caminé unos quinientos metros más. Cuántos kilómetros habría caminado hasta ese momento. En Aguas Dulces sin que me haya podido dar cuenta se fueron multiplicando aglomeraciones de luces que desde la soledad en la que me hallaba creaban la ilusión de una ciudad muy grande. Hace ya un rato que quedó atrás el último endeble ranchito monoambiente y los médanos se volvieron como más bajos y más llanos. Es imperceptible el instante en que la noche llegó. En realidad es tan gradual que no se puede decir ahora pasamos a la noche, ya entramos, no, es todo una mezcla de lo que se abandona y de lo que llega del esfuerzo por ver un poco más allá y aferrar el último resquicio que no se va nunca pero que ya es inútil. Más lejos de la costa cuando se terminaban estos médanos se veía mucha vegetación una zona boscosa un poco más lejos, será acá donde encontraron el cuerpo de la chica enterrado... En verdad estaba como semi enterrado más bien disimulado con lo único que se podía hacer pasar que era arena. Posiblemente esa noche fue ventosa y entonces a la mañana alguien paso y vio un resto asomando, algo que le llamó la atención, una forma, el reflejo de una uña. Como esas cosas negras que asoman cerca de la costa y de lejos uno no sabe si es un pedazo de barco antiquísimo, un animal inmóvil o una roca oscura. Me quedé un rato revolviendo con las zapatillas como haciendo gestos de buscar, como si las puntas del calzado fueran capaces de husmear. Las tinieblas me iban envolviendo y ahí parado no hacía nada ni siquiera podía tomar fotos porque la cámara tenía poca batería. Emprendí el regreso.               
    

01 agosto, 2016

Todo lo que es gratis es bueno

 Todos salieron a la noche y respiraron el aire yodado, el aire del mar. Jajaja qué mar acá no hay y el río está lejos. Después enloquecieron.
 Solos enloquecieron en mitad de la noche se despertaban empapados temblando. Ni siquiera era mitad de la noche pero para ellos era así. Era apenas la madrugada, recién. 
 Parece que el aire tenía algo y lo habían respirado, claro si el aire es gratis. Cada uno lo respiró y después cada uno enloqueció solo y así sin saber a quién reclamarle. Porque les daba casi vergüenza decir; por qué lo hice, por qué por qué por qué... por qué respiré.
 Todos habían salido y habían dicho qué rico esto no es la mezcla de siempre la que nos venden siempre la hecha de caca de perro y hojas medio podridas y humedad mucha, no nada de eso. Pero si es gratis qué dicen! Pero si hay lo suficiente nada es distinto esta noche es la ciudad de siempre la húmeda la pesada la que se baja la que te aplana la que te pesa y te pasa todo rápido. 
 En fin, todos enloquecieron al irse a dormir apenas un rato pasó y se levantaron como locos de atar transpirando a gota gorda con frío con frazadas que eran un horror. Sueños solo sueños de locos. Tal vez si toda esa pesadilla y ese padecimiento se hubiese podido conectar y sabido todos que por el aire era por el aire que habían tomado pero no cada uno solo lo padecía y se preguntaba para qué respiré tanto tan profundamente. Si bien recordaban los excesos de la noche todos lo hacían porque habían escrito y mandado a los otros que estaba rico muy rico el aire esa noche. Se arrepintieron. Fueron, encima no juntos sino que cada uno por separado llamó o se presento -o mandó un msj que era una aberración- en el lugar destinado para tal fin a pedir que ya no lo regalen.