31 octubre, 2013

Del legislador

 Nene malo Cabandié. 
 Cabandié nene malo. 
 Lo paran y le piden los papeles y no tiene los papeles del seguro o todo pago al día y las caras de las gentes no se gustan. Y le quieren retener el automóvil porque no cumple con la reglamentación vigente. Y entonces se enoja y dice, soy, sí, soy, hijo. Llama por celular y ni piensa ponerle paños fríos a la situación y una mujer lo consuela, una mujer lo lastima, una mujer le arrebata la paciencia, el buen nombre. Como un perro al que se acorrala como can al que va a buscar la perrera, herido pero no de muerte, sino cortado por el filo del acero cobarde que le hace lanzar improperios y un montón de palabras y verdades que danzan en la rabia que se desparrama por su maxilar inferior. Y todo se va mezclando en la discusión, las contestaciones, la espuma y las palabras como recortadas y pegadas una al lado de la otra pero alguna más derecha y otra más inclinada sobre la otra, otras como si se cayeran como si derraparan cuando se termina el camino de espuma. Un día en que voy a ver a la familia debería decirle al gendarme quién soy o quien soy. Y no lo hago. La familia siempre desaparece en el horizonte; en sueños, de niño, la familia no está y es una angustia creciente que cubre todo como una niebla densa. Sentado en su butaca sin los papeles al día, interpelado y caliente. Ese es el que yo soy; soy el legislador. ¿El que hace y castiga y aguanta porque hay mucho hijo de puta que te va comiendo por todos lados cuando querés hacer las cosas como un justo? El legislador es un justo, está en su despacho atiende el teléfono, hola! soy Dios. Difícil es el lugar del legislador tal como lo señala Jean Jacques Rousseau en el Contrato Social. No puede recurrir ni a la fuerza ni a la razón para persuadir al pueblo ignorante de los beneficios de colocarse el yugo de la carga pública. Y qué hará el legislador entonces: invocará al cielo, o sea intentará usar el teléfono para comunicarse con Dios. 
 Casi a mediodía en dirección al sur ya saliendo de la ciudad y entonces los gendarmes dicen con gestos de la itaca de las armas no de las manos sin usar la voz, dicen que pare. Y entones que vacíe la mochila, los bolsillos y todo esto porque es obvio que ahí, y señala ahí con las cejas con cierta tonada de la voz un poco para dentro y resoplando, ahí podés llevar un arma es por eso, pero esto que sigue no lo aclara; que es muy importante pararte y palpar bien las cosas y probarlas. Sí. Porque ese gendarme saca de la mochila o hace sacar -porque las cosas él no las toca solo las mira sintiendo en sus ojos el palpitar de las cosas-, el pez, recién llenado de pastillas-pez. Y entonces se mira en la cabeza en la punta del pez que es un simio que se llama marcel y esto qué es. Pastillitas, dice. Tuerce la boca y la cabecita de marcel y tira con cuidado y ahí están todas las pastillas acomodadas algunas más blancas que otras otras como de tonos lavados, una fila de arco iris, cierto perfume dulzón y artificial. Y él posa la puntita de su lengua para probar el azúcar ese y saber si no será alguna sustancia prohibida. Cierra el pez y me lo pasa y yo me fastidio por no decir quién soy. Y el pez se disuelve después de ser lamido se esfuma y las pastillas van cayendo a la vereda toda rota con esas baldositas cuadradas de veinte por veinte levantadas tan solo apoyadas en el suelo las típicas que salpican después de la lluvia. Vuelvo con mi padre en su viejo coche cierta noche del cine. A la salida comenzó a lloviznar y refrescó, entre un repiqueteo muy pausado sobre el amplio capot, la marcha lenta sobre el asfalto oscuro y el ruido fuerte del motor vamos comentando pormenores. Qué malo es el sonido en estos viejos cines del conurbano pero la película de ciencia ficción fue más que jugosa, compleja. Se llama Experimento Philadelphia y trata sobre una experiencia bélica que realiza la marina de EEUU en los años '40 utilizando cierta tecnología basada en energía nuclear. Resulta que algo sale mal, una anomalía, se produce como una especie de burbuja radioactiva y contamina, por no decir que baña, todo el barco donde se realiza la experiencia. Los dos marines protagonistas, a diferencia del resto de la tripulación, se lanzan al mar creyendo que así salvarán su vida. Pero en realidad la complican porque viajan en el tiempo al futuro y a partir de ahí todas las peripecias para reparar sus vidas que quedan dañadas de un modo mucho más severo que si se hubiesen quedado, entregado a la plena radioactividad de su barco... Tan distraídos estamos conversando que mi padre, sobre todo, no se da cuenta que un policía de tránsito le hace señas para que se detenga. No lo ve y sigue camino. Pero el policía lo sigue-persigue. Toca sirena, le cierra el paso. Frenada medio abrupta. Los papeles, la identificación, quién es el menor etc. Mi padre le explica que ni cuenta se dio y le dice quien soy. O sea le dice quien él es. La conversación-interrogatorio se extiende un poco más; siempre con ese tono cortante. En el momento oportuno un término que para los oídos de un agente produce el mismo efecto que empinar una copa de salentein 2010 con My Favorite Things de Coltrane al taco: chef, capo, boss; ese es quien yo soy. Puede continuar disculpe la molestia. Continuamos, pero todo está cortado por un frío que echa un humo gélido como el hielo seco. Cuando llego seguro que comienzo de modo atropellado a relatarle todo el film a mi madre. Mientras ponemos la mesa es como si de tan vertiginoso modo de escupir las palabras pudiese articular toda aquella trama incomprendida. Y volviendo, mi padre dice que estos te molestan durante un buen tiempo. De joven siempre te van a molestar. Es como un presagio de lo que ha de suceder unos años después en el momento en que las fuerzas de la vida llegan a su cenit: mundo adolescente. Después ya no te joden tanto. Y si se complica mucho dice... Ese se complica mucho se me ilustra en ojos colmados oscuridad, como una bola de luz negra parecida a la del Experimento Philadelphia cuando se produce la anomalía y cuando la densidad de la burbuja va cediendo y los relámpagos amarillentos y cobaltos bajan la tensión veo que no es más que alguien joven encapuchado y unos cuantos policías que le pegan hasta matarlo. Deciles que tu padre -esto es decirles quién soy sin que te lo pregunten siquiera que equivale a decir quien soy- trabaja para Presidenta de la Nación.      
   

20 octubre, 2013

La casa dibujada

 Hoy Alan dibujo su casa. Estábamos sentados juntos bastante pegados como si compartiéramos la silla, pero él estaba en su silla y nosotros en la nuestra. Abrió su mochila y de un folio arrugado empezó a sacar algunos retazos de papeles sin que estuviesen todavía hechos jirones. Los papeles tenían escrito su nombre con tinta azul de birome, con algún efecto de escorzo y hasta alguna letra tenía como una especie de rocalla que la enmarcaba. Me repitió varias veces que le gustaba escribir su nombre, en realidad quería decir que le fascinaba; y como también se daba cuenta de ello se avergonzaba muy sutilmente y lo demostraba por el tono modesto con que intentaba comunicar sus inclinaciones. 
 Enseguida contó que se quería ir que tenía mucho sueño que no había descansado. Contó que tenía hambre que no había podido almorzar porque se había quedado dormido, la familia había intentado despertarlo. Eso lo explicó porque le dijimos que cómo la familia no le avisaba que ya era mediodía y seguía durmiendo. Pero es que en verdad la casa no era la misma casa porque él dormía en lo que hacía muchos años cuando él era chico era una heladería. Un garage donde habían montado un comercio para hacer unos pesos extra y que después siguió siendo garage o depósito y finalmente el dormitorio de Alan. Pero que no estaba -a juzgar por el dibujo- comunicado con el resto de la casa. Tomó nuestra lapicera y comenzó con trazos convencidos ensimismándose en cada centímetro de trazo azul sobre el papel, mientras nos repetía que guacho de acá y de allá yo tengo mi propia entrada. Dibujó el frente de su casa. La puerta de entrada, al lado una ventana luego un primer piso y el techo que cerraba como una pirámide sin vértice. Allí se podía suponer que habría una especie de altillo. De un lado la ventana y del otro esa especie de portón que era a la calle la puerta de su dormitorio. Él siguió hablando de la novia que en el baile lo había dejado por ahí tirado y se había arrancado a otro, en el momento, como estaba re-loco, no le importó, pero ahora al contarlo la sonrisa muy levemente dejaba escapar desazón por una comisura de los labios que desaparecía a gran velocidad. Ese relato sin embargo no lo estábamos escuchando... Antes había mencionado que le tiraban agua para que reaccione, se apelotonaban por la pequeña abertura a un metro y medio del suelo y todas las cabezas parecían complotar juntas para molestarlo. Nos imaginábamos esa escena, cómo, al mediodía, cuando estaba durmiendo completamente aplastado en la cama su familia no lo podía despertar. Se cansaron de gritar y golpear la puerta con objetos contundentes. Alguno tomó uno de esos reyes momo tira agua que se usan en carnaval y comenzaron a tirarle agua apuntándole justo en el rostro. Él se retorcía en la cama pero no les hacía caso y de tanto en tanto les lanzaba algún rosario de insultos del tipo gato arrancá! volá de acá! Y los otros se revolvían de risa, la prima la Mica, la madre a la que también le dice mamá porque mamá en primer término es la abuela semiciega, el tío pero no el que anda en la política, el hermano menor de ese quizás, el que comparte fumatas, partidos pero no la comida, porque lo que el tío cocina ninguno de los sobrinos que tienen apenas unos cuantos años menos, lo quiere probar. 
 Este es el pequeño dibujo que trazó de su casa, de su rancho. Podríamos decir que hizo un primer nivel de trazos, la base, como antes dijimos ahí quedó a la izquierda el rectángulo apaisado de la ventana. En el centro otro rectangulito para la puerta de entrada, en un lateral de ese rectángulito hizo como una marquita donde la tinta se colo en el papel dejando como un choricito retorcido que se interpretaba como el picaporte, unos trazos se corrieron un poco por accidente y parecía que la puerta delinease una luz que creaba la ilusión de que se abría. Algunas líneas tiradas al azar enmarcaban este conjunto como si fuesen detalles de la construcción del frente. Luego aplicó una herradura que se salía del contorno del dibujo y era en realidad una flecha que hizo cuando nos explicó que el garage no tenía comunicación con el resto de la casa sino saliendo a la calle y volviendo a entrar por la puerta principal. Allí claramente se veía la ventana, pequeña, como de baño, cuadrada, y al lado la puerta de su habitación. En el segundo nivel, la planta alta, hizo dos ventanas cuadradas a la izquierda que ocupaban justo la mitad. En la otra mitad dejó el blanco. Si se observaba detenidamente este segundo nivel se notaba que se afinaba con respecto al nivel inferior o primero. Luego un trapecio para rematar el techo en el que se limitó a escribir su nombre en vez de sombrear tejado. Su seudónimo en verdad. Esas cuatro letras que definían un soy.        
  

14 octubre, 2013

Tocame y llamame

 Un usuario de taringa cuenta que Marta Altesa es una joven bajista española que supo promocionar su trabajo y su destreza musical al punto de que los mismísimos Jamiroquai, o sus colaboradores, al descubrir sus videos la contactaron para que realizara suplencias en la banda de funk-rock. Esto es sorprendente. Es el sueño de cualquier fan o no fan, es el sueño de cualquiera. Pero lo que es grande en Marta es cómo más allá de los resultados buscados o no con sus videos logra una puesta en escena que la convierte en la reina pop del encandilamiento. Y ella lo sabe. Grande Marta! Dice un comentarista y luego una catarata de aprobaciones en todos los idiomas conocidos: Just fantastic,  ძალიან მაგარი ხარ !!! :) ძალიან სუფთად და გრძნობით უკრავ :) (podemos suponer que este de las cagaditas y gusanitos, como dice Adso de Melk a fray Guillermo en un pasaje de El nombre de la rosa, también es aprobatorio por el universal de la carita) muito linda tambem, complimenti veramente brava, that's it - my future wife is gonna play bass. "Tocame y llamame Marta dale!" Dan ganas de decirlo solo por diversión pero sería un chiste barato y sin justificativo alguno porque Marta es un vicio irresistible, una golosina que no empalaga nunca los sentidos y los ojos no pueden dejar de recorrer la piel tersa y el suave y preciso discurrir de las yemas de los dedos sobre el diapasón. Master Blaster es más Master Blaster que nunca con Marta a la cabeza, y no sobrevive, ni la risa de marfil nonotemático de Steve Wonder ni ese teléfono con el que en un limbo de imágenes envejecidas intentaba llamar a su amante y decirle que la amaba.    

12 octubre, 2013

Baila danza

 Hoy encontré un material que ya me gustaba antes de que lo hubiese visto y escuchado. Esto porque hace mucho tiempo que escuchando a la banda de rock semielectrónico Radiohead postergo cierto deseo y cierto discurrir sobre sus derrames. Pero este tema Ingenue de Atoms For Peace, una especie de ramificación de hacer lo que se tiene ganas de hacer, de Thom Yorke, me hace detener unos momentos en montañas de expresión.
 Tal vez el organismo se deprima porque recibe todo masticado como se lo dan; si el alimento es bueno lo aprovecha y si es malo sale completamente dañado. Pero, saliendo de dentro de él yuxtapuesto, superpuesto repitiendo al organismo y en esa doble apariencia siendo un resultado heterogéneo de sí mismo, está el cuerpo. El cuerpo no se pone triste al menos no del modo en que se pone triste el organismo. El organismo no está hecho para soportar la danza y la belleza de la piel; no puede alimentarse o tomar como combustible lo abstracto. El cuerpo, la danza y la poesía conforman una misma lengua o una misma exploración o para los no fanáticos de Radiohead, un mismo intento. Cuando Thom Yorke danza con la bailarina Fukiko Takase hay varios de los aspectos que siempre me han entusiasmado y atrapado de Radiohead.   
 Primero la ausencia de paisaje, esa especie de desierto que es el escenario, el silencio inexpresivo pero a la espera de lo que tiene que ocurrir, como dice Deleuze en sus clases sobre pintura: la catástrofe. Entonces todo se va poblando de movimientos y de música y todo el fondo blanco es ametrallado de abstracciones que van haciendo germinar sobre él el tiempo de una caricia o de dedos que señalan lugares. Torsiones y partos de contorsiones y juegos de simetrías entre los cuerpos que despiertan desde dentro de su reflejo y más tarde se van a dormir y a soñar adentro de su reflejo.
 El frente vacío e iluminado de estrellas que son meros artificios pálidos. Atrás el blanco-gris del fondo liso que la electromúsica ametralla sin hacer visibles traspiés ni abolladuras. Sin cielo, y el piso es un lecho frío donde las manos de una mujer reverberan y acarician el desasosiego.