12 febrero, 2011

Anticipaciones, dos

        En la vida de todos los días el resulotor opera, sin embargo, hay días en la vida de cada cual en que un resolutor se presenta transfigurado como evento. 
    Supongamos un individuo al que llamamos i. i tiene un problema. Digamos que su problema, para tipificarlo un poco, es de índole sexual. i vuelve al útero, i deambula por el emplazamiento de hojarasca amarillenta, su casa materna, ahí encuentra un vacío, un hiato. Da vueltas, es perro, es perdido, busca, husmea en la hojarasca, de pronto encuentra cosas. Aparición de una clave.
    Lee un artículo en una revista de gran tirada, un artículo del doctor z, pero no podrá retener ese nombre. Aun no significa nada. El artículo de aquella revista habla sobre sexualidad, sobre travestismo, sobre falos y secretos. Tiempo después, años tal vez, i siente que su vida está siendo absorbida en un agujero negro; ya no cree que esto se cure con sueño o tiempo. (Si esto es una cuestión de salud buscará en las páginas amarillas). 
    ¿Por qué esa vez sí decide pedir ayuda? Eso demandaría una explicación que se nos escapa por lo extensa, por connotar un sentido biográfico obvio, y denso.
        

06 febrero, 2011

Anticipaciones

    Ese sentido, ese órgano, ese plano que solo en apariencia sería el inconciente pero no lo es. Salir de los planos del inconciente, salir de estas esferas o conservarlas pero sumar... plusvalía. Algo que el cuerpo entiende y reconoce porque sabe que existe. Es un órgano que no quiere ser así llamado, un efecto de anticipación y de construcción de la vida. Provisoriamente lo llamaremos "resolutor". El resolutor es función de anticipación que forja senderos en la vida. Por ejemplo frente a determinados problemas el resolutor cumple una actividad selectiva que luego es confirmada por sucesivos presentes. El resolutor parece vascular con eventos irrelevantes de nuestra vida, tan irrelevantes que frente a ellos no hay más que una realidad. El olvido inevitable; la cuantiosa producción de materia de desecho. No los reconocemos, no les damos el estatuto de episodios ni siquiera de manera fragmentaria, algo que se acerque un poco a la común idea de un recuerdo. Podemos tan solo reconocer esos materiales amorfos como pasado, o formando parte de él, pero poblándolo a la manera de cuadros difusos tan volátiles como cenizas de papel movidas por nada. Allí parece haber poca cosa, no son la sustancia maleable y consistente de "nuestros" recuerdos, de los que se compone nuestra vida.

02 febrero, 2011

Relentizar la salida

    Me voy, ya me estoy yendo. Salgo, cierro la puerta, estoy en el pasillo largo amplio, escupido y seco. Oscuro. Salen las chicas, ese grupete de lindas. Una lleva el parlante con puerto usb colgando del brazo. Suena una cumbia retumba, me envuelve la cumbia, se me aplica toda. Es una postal, esto es cine me digo una y otra vez. Se alejan las chicas con el parlante sonando, saben que eso no lo pueden hacer, ni siquiera el celular... pero lo hacen igual, van bajando por esa escalera con su costra pegada, escupitajos de nacionalidades a borbotones. Ya es tersa esa escalera como una piel de búfalo. Escalones barnizados de semen color caca. No les voy a decir nada la verdad. Hay que saber cuándo hay que decir las cosas y cuándo no. Me quedo mirándolas mientras se alejan esas cuatro o cinco. Y pienso, no puedo romper ese equilibrio, si bien aquí el equilibrio no existe. Solo hay duración, vaivén, balanceo, vendaval, una perfección que siempre es otra cosa que lo que creemos que es.
    Bajo yo también, detrás de las chicas, y les digo: qué se van por el barrio con la música y todo. Yo para probar nomás se los digo. Ellas cuando no contestan no sé qué piensan cuando no contestan... Porque yo todo lo que pregunto es en definitiva para saber un poco más de eso que llaman el barrio. Acaso se dan cuenta que soy siempre un interlocutor interesado y falaz. Porque aun creo me creo que hay algo detrás de las apariencias, aunque diga que ya sé que no hay que no creo en el origen y todo eso, cuando hablo muestro que para mí sí hay todo eso. 
    Doblan en la esquina las chicas, miro por última vez sus peinados; hasta mañana. Cuántos secretos. Estoy acá; me siento en el umbral a esperar la combi que me saca, me lleva al mundo habitable. Anochece en el barrio. Siento todavía cómo me llega la música muy débil, mientras las chicas cada vez más se van internando y seguro su música hace un mix y se puebla del barrio y es ya muy difícil distinguir al barrio de las chicas.   

01 febrero, 2011

Ciudad medieval

    Esos pasillos oscuros, con charcos que se angostan, que se ensanchan con el ruido de las casuchas que se te adhiere al cuerpo. La música, la cumbia-la música. Ciudad medieval, mini ciudad monstruosa, laberinto de miradas que se detienen acá y allá; en la noche. Callejón que te cierra el paso, te corta la respiración como un cuchillo invisible te toca.

Cambios

    Cuando pienso en mi vida, la pienso como una vida que ya ha terminado... y por qué, me pregunto ha devenido así...
    Cuando recorro estas calles me parece que entre estos árboles, entre estas casas entre este gris en el color opaco de este asfalto alguna vez yo era ese que nunca más pude volver a ser. Ese buen danzarín, ese gran resonador, ahora sé o descubro por qué se dice o dicen; qué corta es la vida! ¿No es acaso ese banco de esa plaza, de esa plazoleta, de esa parada de colectivo donde yo supe, pude, ser lo mejor de mí? ¿Qué era poder ser en ese entonces lo mejor de mí?
    Era poder verme a mí queriendo todo, todo, todo, todo lo que nunca pude ser.
    No me lamento no lloro, para nada. Pero si toda esa avidez volviese alguna vez. Si toda esa voracidad me abrazase de vuelta como aquella tarde...
    Ser adolescente era a un tiempo todo porque era puro sentir, puro devenir en culquier dirección. Una auténtica máquina de deseo tal vez que se podía conectar con cualquier cosa, con todas las angustias, con un sinnúmero de estupideces. Una línea indeterminada, extensa de decisiones equivocadas que ¿acaso me traían hasta aquí de vuelta? Eso no lo puedo saber ni tiene sentido seguramente que lo sepa. Pero qué cansado me siento ahora, eso es lo que me molesta, que la vida parece haber llegado a un término y el cuerpo aun no se rinde, no sé qué dice el cuerpo; el cuerpo no dice nada. Sólo se limita a estar... solo queda, ahora, este esperar sin esa expectativa grandilocuente y ese exaltarse de los órganos; sólo un cuerpo que intenta permanecer o sobrevivir. Sólo un cuerpo que tiene miedo de perecer de una forma patética o estúpida.