25 julio, 2011

Watanabito replicante

 Al final marcel se fue medio enojado de la casa donde antaño vivió watanabe. A marcel no le gusta escuchar ciertas cosas, ciertos reproches, que le digan que él no sirve para amar eso le fastidia pero sobre todo no le gusta que se lo digan de un modo un tanto despojado de lo que sería una decisión o algo que va de una elección a otra. Que se lo digan como si todo estuviese revestido en un feeling negativo y determinista que se reabsorbe en su propia nada. Algo que no es moral sino más bien producto de una física que repele las cosas buenas que se recuestan en su regaso. Marcel luchó hasta el final para que el amor no se termine; y no puede ser culpabilizado su cuerpo, como si en el cuerpo de marcel desde el principio estuviesen agazapadas todas las idas y los desencuentros del amor. Ese cuerpo irracional y a veces histérico, como un loco Presidente de la Corte Suprema Schereber, hizo sufrir al hombre vaciando al animal de todos sus afectos. Mentalmente enfermo ya marcel no era ni hombre ni animal. 
 Muchas cosas que ahora le suceden y los nuevos lugares que ocupa en la trama y en el reparto no los soporta. Después algo resuena fuerte en su cabeza martillándole a gritos: watanabe la rame watanabe la rame!! Qué fue lo que lo trajo hasta aquí... Ignorancia, soberbia, debilidad... Marcel se lo pregunta cuando se encuentra perdido, y siempre lo está.       

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