Mientras se ve a las
bailarinas en el escenario, cuando es posible meterse en ese mundo de
movimientos y quietud, se hacen patentes las singularidades y las búsquedas.
Las separaciones y las uniones, eso parece que se repite siempre, como un
péndulo bastante filosófico… dado que hay quienes opinan que la filosofía es un
derrotero constante de intentar dar cuenta de esa comunicación, ese salto, ese
hiato. Lo universal y lo particular, siglos y siglos explicando y desanudando
el fundamento de esta relación. Lo uno y lo múltiple.
La danza nos muestra
también que al parecer somos el único animal que se detiene en sus
percepciones. Pero los animales juegan dice Paul Valéry y se pregunta si
ciertos juegos animales que tienen un grado de sofisticación evidente no son ya
anticipaciones de la danza. Pero Valéry no encuentra en el ámbito animal la
inutilidad de los gestos, todo puede tener una explicación funcional, servir al
instinto. En última instancia siempre podemos pensar que los animales obran con
miras a la autoconservación; no pueden nunca salir de una relación meramente
vital con su cuerpo.
Los
bailarines en el escenario corren de un lado al otro, golpean con sus manos o
con todo el cuerpo se frotan frenéticos contra las tablas y desaparecen para
reaparecer. Y entre medio, al aire, esta pregunta acerca de qué vínculo hay
entre danza y filosofía. Parece que los filósofos no lo han pensado y la
historia de la filosofía muestra que todo lo que los filósofos no piensan tiene
sus razones de carácter filosófico… ¿metafísico? Lo inútil parece apropiado para pensar una vinculación entre estos modos de hacer. Pues la danza está hecha
de gestos sin finalidad y la filosofía encuentra desde sus inicios griegos un
hacer su identidad en un tomar distancia de los fines prácticos de la vida. No
sirve porque si sirve pierde su condición de pensar lo primero. Y la danza está
gobernada por movimientos que no persiguen un objeto determinado sino que
justamente el objeto de la danza es ella misma, envolviéndose en ella misma,
pero además la danza no tiene fin. Dice en esta comunicación inmensa Paul Valéry: “Lo que da término a la danza son los
sucesos ajenos; sus límites de tiempo no son intrínsecos a ella”(…)*. Su límite está dado por un agotamiento más o menos
previsible de las reservas del cuerpo danzante. Abordar ese centro autónomo de
tiempo que se autogenera es seguramente lo más difícil, lo que más le
importaría comprender a alguien con ambiciones filosóficas. Valéry dice también “es
mucho más sencillo construir un universo que explicar cómo se sostiene un
hombre sobre los pies”. La danza crea un tiempo. Aparece un acontecimiento único y por eso no hay parámetros
para poder abordarlo, lo que la danza hace con el espacio y con el tiempo es
tan atípico, tan instituyente... no hay un marco de referencia para entender. La bailarina está en otro mundo, un mundo sin afuera, sin
finalidad sin resultados -todas expresiones magistrales robadas a Valéry-. Un mundo que tiene su propia necesidad y sus propias
ataduras. Por lo demás, no existe en la danza la necesidad y la satisfacción de
una necesidad, los medios no están claros ni los fines que esos medios procuran
perseguir. Todo es un problema, una lucha sin fin. Si el mundo práctico se rige
por una economía del gasto justo y necesario para obtener los objetos que el
sujeto en cada caso requiere, la danza se regiría por una economía del derroche
con la salvedad de que las reservas de fuerza siempre permanecen imprevisibles,
en este sentido no tiene término, el término es un accidente exterior por ejemplo el sueño de los espectadores. O en última instancia el desfallecimiento oportuno de las fuerzas que sostienen la escalada de los cuerpos. En resumen, hay en la danza un funcionamiento único del tiempo y del espacio,
Valéry habla de una poesía general de la acción. Sugiere que la danza comparte
con todas las formas artísticas este proponerse y autogenerarse desde una
lógica interna con sus propias reglas. La poesía haría danzar las palabras, la
escultura la materia informe, y así sucesivamente. ¿Pero es casual que el arte
que mayormente prescinde del concepto, de las palabras, y hasta de los sentidos, sea tan potente a la
hora de generar esas otras duraciones, esas otras quietudes, balanceos, giros,
torsiones, pliegues y virtualidades que con poca frecuencia han sido pensadas? *Nota: Valéry, P, "Filosofía de la Danza", Trad. Kena Bastien Van Der Meer