17 febrero, 2012

Las armas

 Cómo cada uno se había reservado tanta pero tanta energía para ser lanzada en el momento oportuno. Como dos disparos a la cabeza sin sangrado, un fuego invisible. Lo único que quiso siempre es cagarme la vida y nunca va a descansar hasta terminar de joderme y de cagarme. 
 Cómo las cosas obvias, imaginadas podían lastimarnos tanto, aunque dijéramos lo sabíamos, lo imaginábamos, no nos sorprende. Habían sido dos oportunidades en que cada uno había hecho su juego y esperado su jugada casi agazapado esperando nuestra distancia, nuestra proximidad, midiendo nuestros tonos y especulando a veces. Después del almuerzo o después de la cena sin importar si al otro día trabajábamos o si era feriado. A veces con varias cervezas encima, pero no siempre porque podía ser un tinto, ya que ambos no coincidían en el gusto por la cerveza. Te voy a decir por qué llegamos a este punto donde llegamos, porque nunca, nunca, me quiso. 
 Sabíamos que era mejor no contarlo todo y jamás quisimos contarlo para provocar efectos en el otro para experimentar con su sensibilidad, con su culpa y su capacidad de olvido. Habríamos la boca porque sentíamos los rencores, los planes ocultos, las desconfianzas y las reservas insuflándose de un modo desesperado sobre nuestro pecho.
 Pero de qué están hechas estas armas, armas de suspiros y mezcladas con lágrimas y enrojecimientos de la piel, armas de palabras, las armas y la carne siempre se conjugan de un modo u otro ya se trate de las armas inorgánicas o de las armas orgánicas. Parece que se preparan durante mucho tiempo al calor del pensamiento y un día se catapultan cuando las versiones del pasado se desentierran y se discuten y se piensa en el futuro como una correntada que se chupa hacia el presente y en el pasado cae fulminada. 

10 febrero, 2012

A summer ´s day

 Todo siempre comienza con lo mismo. Estamos por cenar y pongo un disco de Hisaishi.
 Mientras cocinaba me preparaba unos tragos y me fumaba un cigarrillo. 
 Pero cuando comienza a sonar A summer ´s day ahí me quedo quieto y me cuesta volver. Ahora me doy cuenta que los comaneci; gregorio y raquel, mis ranas, siempre están viajando. Estoy convencido de que son el paradigma mismo de lo que es viajar sin cambiar de lugar. 
 Voy al balcón, justo debajo de la más petisa de las nubes, puedo ver toda la ciudad, es un ver que emborracha también de un modo paradigmático, emborracha con agua pura; viento puro? Esta visión desde afuera es una pajarera inmunda, el edificio digo, pero en el interior está el cosmos. Para no ser parcial diré que es una multiplicación de conductos y puertas y nichos y cables que tiran solos; todos pequeños cosmos interiores capaces de producir su propia luz palideciente y su propio aire sobrecargado que recuerda a flores de cementerio y a la atmósfera quieta de una usina de noche con las máquinas apagadas. 
 Ahora. El pez espada que mayguis me regaló se remueve pegado a la ventana norte con la correntada agonizante que entra en esta casa impensada y a estas altas horas. Pienso que le voy a decir a mayguis cuando la vea que si alguna vez me necesita que me llame. Es una forma de decirle adiós pero sin decírselo; cómo podría hacer tal cosa, no resistiría su mirada un segundo. O tal vez simplemente... quiero decir no le diga nada, solo le lleve ese regalo de aniversario adeudado.  

09 febrero, 2012

Dialéctica del ir y venir

 Estas despedidas siempre me han resultado inquietantes de pronto. Porque cuando subo al micro y me acomodo en el asiento y distraidamente miro por la ventanilla hacia la noche fresca, una sensación me invade, una vacilación fría, apertura extraña que hace que las cosas se pongan a levitar pero solo un momento, luego, cuando el micro arranca esa desolación ya va desapareciendo. Es por haber estado tantos días con ojos entusiastas  mirando el mar... Cómo se revuelve y brama y cómo nunca el infinito se cansa de sí mismo? Ya está, mejor así, les pido que se vayan para no ver esas manos agitándose tanto tiempo como intentando decir una última cosa olvidada o aplazada en los últimos días. 
 Yendo otra vez a la ciudad es como el mar retrotrayéndose al río; para nada. Uno. El mar como ser inacabado. Dos. El río negando y atravesando al mar que no lo siente. Tres. Devenir del mar en el río y del río en el mar; todo esto recomienza. La totalidad al momento solo la encuentro en la apariencia de un sentimiento enterrado pero casi descubierto por un leve movimiento de pasos, de hojas, de manos rasgando la tierra sin brutalidad. Como un pasado enterrado en apuro en un suelo blando y fácilmente removible.  

04 febrero, 2012

Mañana que recuerda a otra mañana

 Les visitamos. Y luego por la mañana salimos juntos, ustedes se iban a tomar un taxi y entonces les propusimos acompañarles a tomarlo. Ya habíamos olvidado las cosas feas que nos habían dicho, justo, justo, en ese filo precipicial que separa el sueño de la vigilia. Estábamos contentos. En esa rara esquina fronteriza donde alguna vez mandó bruno y donde ustedes nos enseñaron que los taxis saben parar les vimos subir a uno. Nos quedamos contemplando haciendo equilibrio para no arrancar antes. Sentimos el asfalto que se iba recalentando, aunque con suavidad. Ustedes se alejaban y nos miraban por el parabrisas de atrás y nos saludaban y nos tiraban besos con una dulzura que solo ustedes saben hacer a la mañana temprano cuando todavía no hay nadie en la calle, y, en general, tienen sus ojitos tristes.