25 septiembre, 2018

Caballos Salvajes y sus mitologías

 Lo que quiero hacer en este breve escrito es mencionar unas escenas de la película Caballos Salvajes. Road movie argentina del año 1995, e indagar allí la noción de historia personal. ¿Cómo se hace para recrear la vida? ¿Cómo el paisaje nos aborda y aporta para la recreación? ¿Es el campo abierto un ingrediente que aporta grandes dosis de originalidad? Esta trama tan superada por el devenir de nuestras vicisitudes nacionales y que al mismo tiempo mantiene en suspenso esa familiaridad; las crisis, los embustes, las mafias, los empresarios del mal, la ingenuidad de la gente común, la excepcionalidad de la gente común. La singularidad del camino. Para poder crearse una historia hay que romper la que ya viene siendo hecha. Es bastante forzado cómo el personaje de Pedro hace envíos para romper su historia y crearse otra. A la nueva la crea el camino; el aire puro de la carretera. Como dice el viejo de esta historia: "Mirá a tu alrededor y respirá, dale! respirá! hondo! Así huele el aire fuera de las ciudades!" La decadencia de la ciudad y la injusticia propia del capitalismo, a lo que sumaríamos la iniquidad cómica del subdesarrollo, todo eso horada fácilmente las vidas de aquellos que allí tienen sus aspiraciones de supervivencia. El personaje de José dice matarse si no le devuelven el dinero que le robaron, como nos roban siempre a los pobres de estos países cuando los planes fallan o se reconvierten en otros que se fusionarán, fallarán y reconvertirán. Pero siempre después de que los ricos fugan sus millones afuera. Al continente o gallina. Pero aquí nos importa cómo se hace un movimiento de horadarse a sí mismo la vida. Cosa que el film muestra aunque ya no convenza o nunca lo haya hecho. Cuando el personaje de Pedro se sacrifica por José, no es solidaridad hacia su causa perdida. Sino una deriva de sí mismo para probar, para destruir y empezar. El campo como desierto es lo que permite empezar, al menos da esa posibilidad por su nada, por su ámbito de abrir posibilidades porque está vacío de cosas fabricadas, terminadas y relucientes. La mayor potencia de sentido está allí donde no lo hay. Tener todo reorientado hacia una dirección unívoca es carecer de toda productividad; tener el puesto en el banco con posibilidades de ascenso, tener amigos poderosos, tener una carrera, tener la vida organizada en una serie variable de actividades mundanas. El viaje, el campo, es como la isla desierta deleuzeana*; un huevo que más allá de las apariencias expulsa todo el desierto hacia afuera. Un resultado completamente paradójico pues la isla es desierta y el campo es desértico. No se trata de ir al lugar vacío-rico a capitalizar como un conquistador de islas como un asqueroso Robinson. Eso mata el huevo. Cuando la intención es buena lo que se hace es tener la especial predisposición para recrear y eso supone relevar las mitologías universales que abisman el pensamiento**. Por eso nuestro entrañable personaje de José, este romántico trasnochado dice, frente al abismo, frente a la inmensidad del paisaje: "Pucha que vale la pena estar vivo". Tal vez estas reconfiguraciones estén en la naturaleza del modo en que somos. Cómo poder transitar sin renacimientos, sin segundas nupcias o aboliciones. Pero el renacimiento importa más que el nacimiento porque sin fundar la mitología qué sería todo. La vida se perdería como un dato. El ideal de una continuación del orden dado, sin búsqueda de huevo virgen, soñado, silbado, huevo de sexualidad desviada, ese ideal es un territorio indeseable.         



*DELEUZE, G, La isla desierta y otros textos(Textos y entrevistas 1953-1974),Edición: Lapoujade D. Traducción: Pardo J. L. Pre-Textos, 2005. p. 18     
**DELEUZE, Ídem,. p. 19