17 diciembre, 2011

Amen!

 Edith Piaf repetía y repetía que todo pasaba por el amor y soltaba como un humilde pero potente anatema -el imperativo de amar- a la juventud, a los que vengan, a los que la oigan. 
 Ella está sentada sobre la arena y mira al mar y se deja envolver en lo profundo, luego mira a la mujer que la entrevista y que le pide dé su mensaje de esperanza a todos los que vendrán, a las generaciones. Ella siente ahora todos los granitos de arena tibios desparramados, apilados y que la sostienen y la hacen flotar. Y repite lo mismo como alguien que no piensa, alguien que ya no necesita pensar. Es alguien que está atravesada por el rayo de la pasión; todo en ella está congelado y alimentado por una verdad incansable que hace sonreír y enloquecer. La joven mujer que la entrevista se siente satisfecha y contenta de todo lo caprichoso e inexplicado de sus respuestas automáticas. Se pone de pie y agradece y va alejándose de Edith Piaf que se queda sola entrelazando ambos murmullos.

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