04 noviembre, 2011

Tatuajes

en proceso

mi casa


 Esta mañana disfrutamos del sol que estaba suave igual que una brisa que nos visitaba acariciadora. En la mesa de piedra, mientras tomábamos unos mates y conversábamos sobre bichos y la

môme cantaba canciones conocidas o readaptadas a cada momento, montamos un estudio de tatuajes. El cielo estaba muy claro, como un auténtico Cielo de pintores, a tono con un avión blanco que voló muy bajo, pausadamente. También surcaron tres aves inmensas, mucho más corpulentas que aguiluchos, sobre todo más pesadas, cuyos graznidos parecidos a los que hacen los cuervos nos sorprendieron mucho. Corrimos para tomar unas fotos de semejantes alas extendidas en la lejanía invisible pero cercana en que flotaban majestuosas esas bestias; no hubo tiempo, enseguida desaparecieron si bien sus graznidos se sintieron largo rato todavía y no porque los trajera el eco. Pero la escritura en los cuerpos es la permanencia más burda. No hubo el menor obstáculo para patentizar las llamaradas del dragón que le plasmó en uno de los últimos trazos con premura por terminar. Y la mariposa fue una intervención compleja, trabajosa; dibujar una mano y dibujar sobre una mano parecen ser grados distintos pero equiparables de dificultad. 

 Ahora llamaremos para preguntar, antes de que lo olvide, si el dibujo de su pierna es una paloma o una flor.

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