15 septiembre, 2017

Rally


 Recordaba a la chica de la que habla Jack Kerouac en eso que creo es una especie de borrador o suplemento de su gran novela. Una linda rubia se llama el texto. Todo ese fastidio ese cansancio, a pesar de haber ido primero a tomarse un helado, es que él sabía y se daba fuerzas, y ahí está fracasando y hasta monologa y se jura que no va a estar más así. Nadie sabe hacer dedo como él y sin embargo en ese momento está completamente fuera de combate y por tan poco; es el crepúsculo o es el amanecer, creo que Jack dice que su amigo el griego se queda dando vueltas en la playa y ya se hace de noche o ya es noche.  Entonces se detiene esa rubia puff si me detuviese yo a hacer la descripción de esa rubia no terminaría nunca, él refiere detalles increíbles como por ejemplo tenía una pulserita divina en su tobillo -divino no es un término de kerouac- ¡y cómo! o sea ¡uau! ya vio la pulserita, no sé cómo, fue un golpe de vista la rubia despanpanante hablaba por la ventanilla pero él ya había visto esa pulsera. Y toda esa conversación fresca. Eso viene de inmediato y sería hermoso poder contarlo. Porque jack es para mí ese gran motivador eso que siempre vas a leer y te devuelve casi de inmediato esas ganas de dártelas de frente con un texto que aún no existe. Y que venga rápido lo más rápido que se pueda. 
 A mí todo esto me trajo el recuerdo de estar sentado en un jardín una mañana de invierno con sol. Una chica me ofrece galletitas de agua estira su brazo hacia mí que la miro bobo. Su brazo es como el brazo de una bailarina. Es largo es un brazo que no termina nunca. Blanco estilizado como de goma. Toda esa plasticidad se va mezclando con otras cosas todo va y viene, ella me cuenta que tiene una hija pequeña y que vive en una especie de altillo que esta en su casa materna. Me habla de arte, es escultora, me habla de siestas, de escuelas de arte de tomar sol. En ese momento el sol le da en la cara mientras mastica una galleta de agua. Me mira con un ojo entrecerrado y veo sus dientes grandes y blancos otra vez. Sus dientes grandes me recuerdan a Kafka a sus amantes por correspondencia; Felice, Milena. Es como tener un amorcito por wsap en su carácter real-virtual. Al padre, a la belleza de los bichos. Al sexo, a los enigmas, al clítoris. No sé qué estoy mirando estoy mirando un cartel que dice: a la regrette!! Y escucho una voz que saluda pero a otro. Cuando puedo mirar veo que se aleja, todo tiene cierta familiaridad. La veo a la chica, pasa junto a mí cuando ya somos viejos. Y el problema del sueño de si estoy dormido o si estoy despierto y que no puedo saber ni una cosa ni la otra...  ahora es... se formula así; ¿es la chica esa de flequillo con sobretodo negro? ¿Es la que cruza la calle y lleva algo en la mano y aprieta los labios como si los tuviese sellados? Es la que sube al colectivo al mismo que voy a tomar yo, pero estoy del otro lado. 

09 julio, 2017

Under the brige

 Solo los grandes amigos te pueden regalar una vista al mar. Algo under the brige como la canción de Red hot chilli pepers, algo bien animal, bien apetecible como comer con hambre salado de mar una foca despanzurrada. Tocar lo animal, lo irracional, lo puro, lo encontrado de manera azarosa. Los locos echan manos al plato de comida la aprietan como si fuese que dejan un pescuezo sin oxígeno. Pero en verdad se trata de sentir la materia. Pero no jugábamos con la comida, no. Pero caminábamos por la arena siempre under the brige. La arena brillaba y era el siglo o sea el otro, el único al que se llama Siglo como en ese texto de Badiou. 
 En verdad los amigos te pueden regalar una foto, un beso, sexo, excesos, anécdotas, algo parecido a la identidad, muchas puertas, accesos, aburrimiento y sensaciones, risa. Todo under the brigeÚltimamente venía pensando que solo puedo escribir sobre sueños o sea sobre el contenido de sueños y siempre que los recuerdo siempre se me aparece esa mujer. Nunca me dice nada simplemente está ahí, recuerdo su cabello y casi puedo olerlo. Ya que no se me ocurre ninguna idea para escribir ya que tampoco me puedo conectar con algo ni tengo experiencias interesantes para relatar... creo que debería internarme bien under the brige allá en el pasado. Empecé hablando de los amigos de las puras heterogeneidades que han de ser los amigos porque un amigo que se parece a uno es un engaño. Un amigo es como algo que no se puede escuchar por lo menos under the brige está la muerte y eso siempre es una tentación como cuando Jung y Freud discuten y de repente Freud se pone re nervioso y se descompensa se cae se siente perder y Jung -es más joven- lo toma y le levanta la cabeza y Freud se acuerda de Thanatos y dice, se dice, algo así como debe ser dulce morir. Historias de encuentros y desencuentros. Venía con las bolsas de las compras la leche, las bananas, el café, una lata de duraznos de oferta, una botella de vodka, galletitas dulces, fideos spaghetti... y rememoro la traición a un amigo. Mí traición a un amigo. La traición a un amigo siempre es la voz de una mujer que me dice que descanse que me duerma que todo está bien que todo va a estar bien. Eso me gusta, escuchar esa voz me gusta. Cuando me muera lo único que quiero es que me canten una canción de cuna y ya.  

07 junio, 2017

Agotados y aliados

 Las pesadillas de las últimas dos semanas fueron sobre el amor. En una de ellas estabas ahí suplicando y llorando, pero por qué. La otra era todo una confusión. La otra ya no la recuerdo. 
 Y es cierto que en el nado desfallecía, pensaba en el corazón, en el electro, en la edad. En los otros que se alejaban. En el río no se ve nada, y eso es siempre desesperante; no ver el fondo. Un nadador dijo que entonces para qué llevar antiparras si total no se ve el fondo y no hay cloro del que protegerse. Había que nadar diez kilómetros río abajo y las únicas referencias eran la orilla a la izquierda y los barcos que pasaban más o menos lejos, hacia el horizonte. Ese mas o menos era relativo. De repente un barco estaba cerca y eso no era bueno porque significaba que se estaba nadando torcido; por la fatiga... y era difícil enderezar el envío. Además no era recomendable acercarse tanto al curso de las embarcaciones, era siempre peligroso para la fragilidad del cuerpo. Los barcos con sus hélices gigantes forman remolinos y chupones. Imaginar todo eso en la oscuridad parda del nado a brazas no es para nada agradable. Estas pesadillas son sorprendentes, son típicas de los momentos en que el cuerpo está exhausto y la conciencia experimenta miedos variados. Mi pesadilla era... Cómo lo diría Beckett. Simplemente lo diría. Pero lo cierto es que lo más difícil es simplemente decirla. Por lo demás cuál es el tema aquí o bien es aquello en que fallo o bien es el cansancio sin más. Estaba tan compenetrado con mi pesadilla... me hundía. Sentí como convulsiones que eran mi intento de despertar de tales pensamientos y fantasmas. No solo no llegaría a la meta como el resto de los nadadores sino que me moriría en el intento. Abdomen duro, simetría, glúteos endurecidos, recorrido de la brazada y aceleración progresiva. Allá iba todo rodeado de fantasmas como en enjambre, ojalá el enjambre empujara un poco como patas de rana que me sostuvieran desde atrás. Desde abajo; desde todos lados o proveyéndome transversales, una buena perpendicular el eje tierra el eje cielo. Acaso los nadadores olímpicos se verán asaltados por tales pesadillas cuando nadan quinientos de estilo libre. Tal vez ellos han sabido hacer de los fantasmas verdaderos aliados y por eso triunfan.   

27 mayo, 2017

Sobre un sueño

 Tuve un sueño rarísimo. Siempre me paro frente a la vidriera de la tienda de vinos y me quedo mirando las botellas. Nunca compro nada. Hay una promo de ron, tienen muchas promo algunas de bebidas con alcohol y gaseosas o jugos. Los adolescentes también siempre se paran a mirar como yo y no compran. La promo de dos botellas de ron el año pasado salía un 40% por debajo de lo que hoy. Esa tienda de vinos está sobre la avenida cerca de la esquina al lado de la panadería donde la gente se sienta a tomarse un café y observa hacia la calle por la vidriera. Por qué -me quejo-, me dejaste afuera de esto, por qué me dejaste afuera, -le decía yo al padre- porque éste se había asociado con unos compañeros del trabajo y habían comprado la boutique de vinos. El fondo de comercio -pregunto- eso es no... de eso se trata... Me dice sí, -como si yo preguntase algo sabido por cualquiera-. Como que ahora la tienda de vinos había bajado un poco el nivel, solo vendían segundas marcas, casi todo aperitivos. Al final les pedí que me contraten porque tenía varias mañanas libres y entonces iba a poder aprovechar bien el tiempo lo que pasa que no quedaba muy claro para qué iban a abrir desde tan temprano. Porque, quién iba a ir a comprar vino a las 8 o 9 de la mañana. Esto era como cuando Beckett cuenta que está ahí todo el día en el banco tirado sin hacer nada... pero sin desear nada más. De pronto una mañana entra al negocio una mujer madura y empieza a hacer preguntas. En la cuadra por momentos sobre todo a la tarde se siente un aroma intenso a bosta de caballo porque cerca hay un emplazamiento del ejército y debe haber cuadras. Los caballos nunca se ven por ningún lado. Solo falta el establo para que me mude. Y si puedo llevarme a la mujer al establo a dormir conmigo... Me doy cuenta de que yo quería que el negocio se abriese por la mañana para ver si entraba alguna mujer sola, aburrida con ganas de divertirse. Beckett jamás se la hubiese llevado al establo a la mujer. La mujer hubiese aparecido simplemente durmiendo a su lado. Ojalá la suerte becketiana se me posara como una varita, como una hada madrina. Ese momento oportuno en que hay que hacer las cosas, -el amor no se ofrece todo el tiempo- y tomar las grandes decisiones. Pases al pie del destino se diría. Para no retornar a la miseria o para salir, es como el tiempo que da el hada diciendo no se puede ir más allá del límite (horas) y la puerta que se abre se abre siempre pero nunca se sabe cuándo. Las horas llegan o simplemente se avisan cuando ya no hay casi nada de tiempo para planear. Es igual que la puerta de Kafka siempre estuvo abierta, va... igual es como cuando se dice que la vida siempre te da otra chance.      

04 mayo, 2017

Latiguillo

 Respiren cada cinco, dijo el entrenador. Hay un bebé de seis meses en el agua, fue el comentario de la mañana. ¿Y qué aprende el bebé? Y los pulmones llenos por explotar... o era el corazón. Todos lugares comunes porque el agua no puede correr por otros lugares más que estos. Todo eso se me iba mezclando adentro de la cabeza y tragué agua, veneno como tomar agua de mar. Cuanto más desfallecía más y más pensaba y el cuerpo ya iba solo se ponía duro o se ponía muy blando y se hundía, las piernas primero y después todo el resto. No debería insistir más con aquéllo mientras una brazada se hacía tan larga tan elástica que demostraba que cuanto más cansado y cuanto más estallado adentro mejor. Pero la imagen era deplorable. Beckett. Está sobre la lápida, huele a flores semipodridas un perfume dulce embriagante y se pone a mear sobre la lápida. La mea toda pero no por odio, sino porque sí, porque se queda viendo cómo salpica el pis y se escurre goteando siguiendo el leve desnivel y haciendo un hilo que se cuela por abajo desaparece en la tierra si es que abajo de la tapa de cemento hay tierra. Otra vez, no debería seguir insistiendo con su cuerpo con mi cuerpo y sin embargo aquí estoy fatigando todo lo mejor que se pueda y diciendo entre escupitajos y burbujas y respiraciones subacuáticas que ya no debería seguir insistiendo en esto si soy mucho mejor en esto: flotar, incinerarse, enterrarse y hacer el gesto invisible improbable y más encumbrado de la historia universal que es llenar los pulmones de aire. Los nadadores vienen desde el otro extremo enfilados agitando el agua más de la cuenta debería salir disparado antes que ellos lleguen; el calor del agua y la respiración es un hábito de locos. Solo vengo acá para verla. El agua está llena de ese amor que no hay en otros lugares llenos de tierra. Ni en las lápidas ni en los bancos de las plazas he encontrado tantas chicas como acá, tengo que apurarme mucho. La sensación de escapar nadando porque algo en el agua te persigue es incomparable. Pero en este caso el apuro es para conocer más y más amores no dice acaso Beckett en Primer amor que los amores te hacen crecer?

25 abril, 2017

En caso de emergencia

 Les cuento lo que me pasó hoy. Bueno primero todo lo que vengo padeciendo. Como me gustaría hacer psssss y largar todo como un vómito como esa película donde un negro inmenso larga todo los males te saca  todos los males, las miasmas las porquerías las intoxicaciones del mundo. Trabaja Tom Hank. Todos conocen esa película. Los males del mundo son el primer amor y después el primer amor, no hay segundo ni tercero siempre es el primero aunque otro y otro y otro como las aguas otras y otras de Heráclito que es sin lugar a dudas un primer amor. Pero aquél te hace feliz porque te salva te redime y te activa y después te hunde te atropeya y te deja como despojo. Y no hay negro no hay nada que te saque esto de dentro toda esta amargura que se empieza a mover y duele. Ustedes se lo toman a la chacota todo esto y no es para menos, mientras vuelvo a casa se los cuento, al grupo, le voy contando todo esto que me pasó lo de pssss. Increíble, una experiencia de esas que te pasan una vez en la vida. Es que el bondi se paraba, el motor se apagaba... cuando vas en el bondi y el motor se apaga es como que la sangre te deja de circular. Y encima venía con todo ese dolor después de haber intentado hacer algo inútil viajando inútilmente pero teniendo que llegar. Claro en ese momento al querer bajar se paró el motor. Porque o se abría la puerta o se continuaba la marcha... Alguna explicación debe tener esto. Y el chofer, con esa forma de mirar que solo los choferes de un bondi tienen, me dijo que active el botón negro. No recuerdo si dijo botón si dijo palanca si dijo manija si dijo simplemente tira y abrí. ¿No soñaron muchas veces con poder tirar de él? En ese momento... dónde estaba el botón la palanca el cosito negro. Ah! ahí, pero fuerte! Hay que tirar fuerte... sí sí tirá fuerte y psssss ahí va, se pueden abrir las puertas manualmente. Cuando bajé le agradecí al chofer claro el tipo no entendía por qué le agradecía es que todo había ido a algún lugar a algún otro centro de dolor, no lo sé. Adentro del negro no, porque no había y además era un simple botón un simple botón que se salía hacia afuera y psssss todo se iba con aquella descompresión. 
 Las puertas abrir las puertas manualmente fue una dura faena, esas puertas herméticas que siempre deber quedar bien cerradas. Todo aquel que haya viajado en bondi sabe que esas puertas cuando cierran cierran. Estoy caminando unas calles cuesta arriba, calles ya pintadas todas de un tono ocre que es el color de la estación. El peso del teléfono en la palma de la mano tan sencillo ese peso como ver caer una hoja de un árbol, una hoja que se resiste a tocar el suelo. 
  
 

24 abril, 2017

A la superficie

Como vulnerable. Una campera encima un trapo encima. Hacia la superficie sobre las escaleras yendo rápido y pesado, demorándose en cada respiración. La respiración con la angustia, la decepción y el cansancio, todo lo malogrado, lo desgastado que no termina de morir pero se va a morir. Al salir a la luz al ruido al tráfico mejor ir a ver zapatillas a la tienda limpia con vitrinas con modelos nuevos. Se abrazaron y se besaron en el túnel, en el gran hall del túnel. Una chica que se parecía a ricitos de oro miró toda esa escena, había un montón de cosas que se conectaban en silencio. Algo que por allí pasaba solo por casualidad, una despedida. Un acuerdo tácito de darse ese momento de amor todos los días de la vida. Y lo único que iba a calmar la vida interior era ver en la vidriera las zapatillas como reflujo de cosas que se estrenan con olor a goma sin uso a cosa sin estar toqueteada. Que feo todo, que feo sentirse así como se siente e ir a ver calzado como si fuera un Dana Deportes o cualquier otro, aunque en este de verdad las zapatillas están muy buenas, tienen modelos para varios gustos. No solo de las que son más de fútbol y caras y Nike. También otras marcas pero no Adidas por ejemplo y otras además de Topper, pero también modelos para andar en bici o caminar o ir a trabajar, ponerse una camisa. Y no solo Lecoc o New Balance. Risa se escucha en la mesa del bar alguien que dice no nunca no debo no toma Coca-Cola. A partir de eso todo un programa de reivindicaciones en tiempos en que todos repiten y repiten eso debe ser repudiado, no importa si es un bar un supermercado o lo pasan por tv. Hay que hacerle la guerra perpetua a todos los facismos. Y ya.     

24 febrero, 2017

Minerales

 Todavía el sol hacía que la arena toda yodada brillase. Esos dibujos, esas líneas violáceas, sanguinolentas, como arterias que se expandían y se contraían; parecía la superficie caótica y dinámica del planeta que inventó Stanislaw Lem, llamado Solaris. El agua formando una fina capa y recorriendo, reflejando, moviendo las manchas que por momentos parecían tumores restos desapareciendo betas carcomidas, recreaciones de cosas conocidas como un hipopótamo al revés o una bailarina en puntas de pie y brazos deformes rostro deforme inclinaciones esfumándose... Si bien, las formas naturales tienen tendencia a ser una repetición tras otra, por eso nada de todo eso estaba allí. Y pisaste todo eso y dijiste que el mejor momento al fin y al cabo era cuando algo comienza cuando algo está por darse y asentiste. Y dijiste que que bueno que pasara eso que podía pasar pronto cuando prestaras ese libro divino. Y seguiste caminando y te alejaste y hubiese sido bueno mandar en ese preciso instante una buena canción para que no estés triste porque las cosas no se habían dado como esperabas pero no se te ocurrió cuál. Parece que las cosas se van escapando sobre la superficie y si viene una gran ola va a limpiar todo como una pizarra para volver a escribir la historia del corazón que me contás. Y me decís que no es posible que después de tantos momentos vividos en el pasado y en el presente, pero sobre todo muchos del pasado tan determinantes. Los amores enseñan, si te enseñaron tantas riquezas y como puede ser que te llore y las cosas sigan. No entendiste nada de todo eso vivido, grandes -esos personajes- hasta casi sublime, qué importa si igual todo se va a repetir.    

18 febrero, 2017

Ante la ley

 Lo prohibido y la transgresión en este pequeño texto de Kafka. Una fábula que no es una fábula, la enseñanza se pierde cuando la puerta de la ley se cierra y nos quedamos con la sensación de que algo quedo del otro lado. De ese lado infinito, sin aristas, sin bordes y sin espacios para descansar. 
  ¿Acaso un gran señor podría mirar hacia el interior de la ley? ¿Acaso podría un rey comunicarse con aquella cosa insondable, infranqueable por la potencia de aquellos que la custodian? ¿Cuál es el problema, la finitud del hombre o su condición -en este caso puntual- de pobre hombre? Habrá sido conciente Kafka de que el patetismo del hombre que espera podría haber sido puesto allí por ejemplo con un hombre uniformado. Cuando sabemos como señalan Deleuze y Guattari la fascinación kafkiana por el uniforme, por el botón que destella, los pliegues de la ropa.  
 Sin embargo el hombre que espera es y no es un pobre hombre. La angustia kafkiana es tal que simplemente angustia al que lee. Si es el caso de un lector tal que descrea de la comedia. Al personaje no llega nunca esa angustia, no padece esa experiencia. ¿Pero hay en Ante la ley lo que podríamos llamar una transgresión? 
 En el final se da el mayor de los desconciertos. El guardián adopta una postura de un dinamismo inusitado hasta ese momento casi lo vemos sonreír pero es una risa sádica en cierta forma. Parece un regalo que no es un regalo un regalo que es un chasco pero sin carnaval, sin día de los inocentes sin la confianza necesaria que lo muestre como un Karl Rossman desamparado o un Gregorio Samsa que no distingue aún el sueño de la vigilia, así y todo la angustia no lo afecta. Ello, la máquina de escupir flujos de inconciente no amerita poder hacer una broma pesada. No se puede pensar el después de nada, no se puede indagar qué reacciones se suscitarán al cerrarse la puerta. Es entonces como dice K en El Proceso; cuando afirma que el guardián es injusto porque engaña al hombre, es una espera sin esperanza alguna. Pero el sacerdote dice no, para nada, el hombre siempre fue libre y eligió ser un empecinado a pesar de que se le explicaba una y otra vez de la imposibilidad de acceder a la ley. Delirar, chatear, discutir y apasionarse por la política. Todas las noches en el chateo el juego consiste en comerle la cabeza al otro, devorarlo primero que nada por la cabeza, quemársela con el habla desesperada del chat. K por los pasillos interminables, las escaleras inconducentes, las relaciones inútiles. K convenciéndose de que cada discusión es maravillosa, sensual y al mismo tiempo vana. El guardián y el hombre han estado siglos comiéndose la cabeza y según K lo que quema es el silencio indiferente y mortífero del guardián y según el sacerdote el que engulle es el hombre con su estrategia de paciencia y de soborno.    

14 febrero, 2017

Sobre un fierro

 Es una cosa. Es simplemente algo. Duro. Oxidado. Pintado después mucho después...
 Cuando llegué me dijeron que con ese fierro tremendo habían aplastado un gato. El armazón de fierro aquel había sido el tiro de gracia. La guillotina para el gato aquel, el disfrute inmenso para sus ejecutores. Y con eso lo terminamos de matar. Y señalaban... el fierro verde, estaba todo oxidado. Un fierro, su forma, su peso, su talla, su andar, prejuicios, descomposición, oposición, hablar de un fierro. En este caso era una parte de otra cosa quizás un vehículo a sangre, algo del campo. O el resto de una máquina. El fierro como estructura de hierro siempre había estado allí al parecer adoptando diferentes formas. Acompañando a todo lo que lo circundara. Siendo chatarra, asiento o guillotina. Y el hecho de ser estructura debe haber sido la causa de que se haya mostrado siempre maleable a los cambios a las adopciones de diferentes formas. Y también a la dificultad de describir su configuración o mucho menos siquiera su aspecto exterior. Algo tan sencillo como eso. Decir de qué está algo hecho, decir para qué algo ha sido hecho; su color, su textura, su posición. Bajo lluvias bajo soles bajo los diferentes polvos que lo cubrieron, el fierro prosperó, pues muchos que lo vieron que lo usaron que con él hicieron cosas aunque muchas veces ordinarias como apoyar una maceta, ya hoy no están o se murieron o se fueron y la historia los olvidó con justicia o sin ella. Algunas cosas tiene su momento Odradek así como algunas cosas tienen su momento de cruza. Lo desconcertante es que algo pueda tener historia y ninguna función determinada, ni siquiera un nombre propio o genérico. Tal vez al fierro le falte algo de la singularidad de un Odradek. Por empezar no tiene voz, ni risa. No se compone de muchas partes si bien él parece alguna vez haber sido la parte de algo mucho más ambicioso. Su mayor virtud es el peso y su modo regular de permanecer apoyado. Carece de ese arte de saber ocultarse de evadirse o de fluir sin que el observador se dé cuenta. Hablarle como a un niño no parece razonable cuando se sabe que ha servido para matar o aniquilar el último aliento de un ser inocente. Su dura persistencia parece tener el poder inexorable del silencio, la suavidad de una noche calma. Y sí parece remontar su historia hacia adelante pero en aquella dirección solo se vislumbra una indiferencia atroz.    

09 febrero, 2017

Chubascos

 No sé por qué -y lo sé unos días después cuando nada más releo estos garabatos- toda la tarde estuvimos hablando de la muerte. Sobre el amor también y sobre ser románticos.Si lo éramos o no lo éramos. Si lo habíamos sido en algún momento de nuestra vida; nadie ya a esta altura se plantearía si lo iba a ser más adelante. Evitaba sobre todo preguntarle si sabía de qué hablaba porque en verdad presentía que todos teníamos una opinión tan heterogénea de lo que significaba ser romántico. Y heterogeneidad es quizás universos distantes y no tanto riqueza de sentidos diversos. Cómo soportar encima con el cuerpo ya cansado de tantos años esa especie de ignorancia o de duda. Todo el día, por otra parte, estuvo plagado de chubascos. El más potente fue uno en el que ya empezada la tarde se profundizó el tono gris del cielo, si bien, bueno fue, que no refrescase y se largó durante veinte minutos sin parar. Bastante más tarde le dije -era un poco yo diciendo- eso fue como una película de Kurosawa, y así intenté justificarme de mi poca cultura de películas clásicas o contemporáneas. 
 Hacía poco tiempo yo había sido romántico, enamoradizo, y se lo dije. Como que lo romántico era una corriente, algo que te arrastra por abajo. Un perfume que te trae recuerdos, una parri de la que se esperan muchas cosas cuando se pone a arder. Entonces también era una promesa. La ilusión de que algo iba a pasar porque la vida ante todo, por sobre todas las cosas no puede ser una monotonía, no puede ser un paisaje estático. Al romántico le pasan cosas pero qué clase de cosas. El padecer, el phatos. ¿Pero entonces ya los griegos eran unos románticos incurables? Bajamos a la playa y me dijiste que ahí justo ahí habían encontrado el cuerpo de una mujer mayor; enferma. Se había suicidado. Cuando la viste ya estaba embolsada. Morir ahogado... qué padecimiento que supera a otros... Y sin embargo, que a mano lo tenía esa mujer con el océano ahí... Tal vez lo que más esclarecería todo esto haya sido cuando hablamos de los perros virtuales. Esos que abundan, esos que son pateados, rechazados -y en tu caso- se transforman en flores amarillas, medio anaranjadas. Los perros virtuales son como los personajes de un video juego y me alegré mucho porque -te confesé- antes de salir... Estábamos que no podíamos más con la lluvia. Por la esquina dobló un amigo en bici y levantó su mano al cielo, hiciste lo propio, en la bici sobresalía hacia un lado ese soporte que usan los surfers para amarrar la tabla. La calle iba en pendiente y apretábamos los pasos sobre el lodazal que aumentaba, si bien por el medio la tierra se afirmaba, pero por los costados, a contramarcha, bajaban finos riachos de agua de un tono cobrizo. Empezaste y no terminaste tu confesión dijiste, es que me agarran como unos chuchos de frío pero son chiquitos y enseguida pasan. Estaba en casa antes de venir o sea justo antes de salir y daba vueltas y daba vueltas, buscaba cosas, pero la mochila al lado de la puerta lista no faltaba nada y las llaves que se apretujaban en la mano. Lo que enloquecía al pensamiento era no tirar al aire virtual contaminado o no contaminado ese perrazo que tal vez picara o no picara... ¿Y qué hay de romántico en eso? Habría que ver si no hay en ello una pura estrategia. El punto es que si los perros virtuales a los que se patea y que se transforman en flores a veces, por qué no, pueden transformarse en jarras de vino cabeceadas por Baco. Y últimamente se me apareció mucho Napoleón Bonaparte que algo de romántico habrá tenido. Estrategia. 
 Además me sorprendió bastante que me digas que no era tan anormal ser muy apasionado. Hace tiempo confirmé que eso era algo bastante ridículo pero después surgió este gran, gran dilema; ¿la experiencia y el romanticismo son cosas incompatibles? O sea ¿por qué el viejo no puede ser romántico? En la pura ignorancia de la cuestión. Pareciera que la experiencia hace ver... y Napoleón se aleja en su caballo... desaparece más allá del campo de batalla. Romántico como Guerra y Paz en un cuadro de Tolstoi, cuando el príncipe Andrés lo ve pasar a Napoleón en su caballo, blanco obviamente. ¿Qué es lo que le da a esa escena la pincelada romántica indiscutible? Hagamos la lista: la fuerza animal y su belleza/el genio y su figura/el magnetismo de la fuerza, la violencia, la sangre derramada a groso modo por amor/la muerte rondando lo muerto.        
 Y después, una imagen que es por definición romántica; el mar. Este mar es verde y frío. Solo frío y mucho verdor y transparencia. Estaba revuelto, por momentos furioso, potente no calmo como yo creía que iba a estar acá siempre. Trepamos por las piedras cuando ya anochecía. Soñando encontrar algo entre aquella bruma que se desparramaba por toda la costa. Entres las piedras inmensas con sus estrías, sus canaletas llenas de agua y anémonas y sus filos centenarios habría tal vez alguna sirena que nos apresaría con su romanticismo o al menos con su pasión caníbal. Hambre incontenible de esa naturaleza inhóspita... ¿robinsoneana? 
 En horas de sol nos salió el yo de dentro. Entonces me puse a mirar las algas flotando en el agua como se mira en una película de Tarkovski. Verde casi transparente, se podía ver el fondo, la turbulencia, la arena, todas las partículas ahí suspendidas y el agua verde como lo que más verde no podía ser hasta que al fin dejaba de serlo. En la transparencia se podía leer. Y las algas nadaban entre esas corrientes imperceptibles, las hojas con esa textura lisa nada más liso que sus estrías siempre abriéndose y cerrándose para moverse de un lado a otro sin lado alguno. O simplemente no moviéndose, la masa infinita. Entre verdes hojas con agujeritos, restos, otras más largas, retorcidas o más perfectamente recortadas. Rojizas, como quemadas por la radiación por otra especie de movimiento con hojitas y detalles en miniatura, sin perfectos mordiscos de caracoles. Entre todo eso lo heterogéneo, las cosas heterogéneas que iban encadenando el atardecer con la Luna y la raja entre los mundos. Todo anaranjado menos el cielo; pálido y tendiendo nubes como chopos al revés. Lo romántico emitiendo llamada y allí van estas tan odiadas inclinaciones del cuerpo envejecido pero joven no cambiaría mucho nada. Tal vez sí cambiaría todo. Acaso había encontrado lo romántico como algo que a raíz de lo heterogéneo une los reinos incomponibles. Y se acababa todo en este descubrimiento. ¿Cómo era posible haberse enamorado de heterogeneidades y nada más? No importaba que todos los individuos sean un mundo se suponía que siempre se encuentra lo que desea ese yo que es así llamado porque es algo de mínima idéntico... ¿pero a qué? ¿Un alga con agujeros que los caracoles han devorado con una ternura devastadora? Ups... ¿Qué romanticismo sería asequible?
 Cómo conectar todo esto con el hecho de que alguien parado en la orilla nos espera y nos dice, cuando salimos goteando salitre, románticamente afirma que romántico es entregarse a las causas inútiles.   

10 enero, 2017

Crema del cielo

 Los helados gigantes que preparaban en la heladería Get, eran así; llamaban a todo el mundo con sus cremas de colores y por más altos que fueran servidos con maestría nunca se iban a desplomar. Lo bueno es que te ponían una base medio cilíndrica medio cónica en la cual el cucurucho encajaba, era de plástico y eso permitía que si el helado chorreaba no te ensuciases las manos y te quedaran pegajosas. Siempre pedía crema del cielo... y no podía entender cómo de una idea tan buena como era ir a tomar un helado podía de pronto desparramarse esa desazón. Esa preocupación de que algo malo podía suceder en cualquier momento. Pero qué era lo malo que podía suceder en cualquier momento más bien ninguna cosa, solo un frío, un temblor un tomar el helado ya como ido y como queriendo que desaparezca que se funda. Después, lo que más... lo que más... era quedarse viendo cómo el helado iba cayendo sobre la vereda sobre las baldosas y el líquido se calentaba y se mezclaba. Siempre los helados se conectaban con esas cosas que terminaban siendo duras cosas, fosilizadas de frío en una noche que se ponía más ventosa de lo esperado y se vaciaba como un extraño fenómeno de estío. Había unos chicos en la heladería... -y como en sueños de pesadilla siempre decía lo mismo no quiero estar mirando atardeceres como los pibes bobos del cuento de Quiroga-. Porque el helado tenía que ver con la noche, con todos los fantasmas que salen a la oscuridad y las drogas. Ya que era evidente que esos tres pibes ahí sentados dentro de la heladería -llena de una luz blanca insoportable despojada de cualquier cosa cálida o natural- se bamboleababan uno encima del otro. Pero entonces la droga te pone así de bobo, así de enfermo, así de solo devastado; mirá esos chicos están drogados me dijo. Ante semejante cuadro de horror prefería quedarme en los sillones hamacándome y mirando las baldosas las uniones entre las baldosas y el helado derretido corriéndose de a poco y penetrando en los intersticios. Mi abuela me servía el helado y lo comíamos y siempre nos hacía el mismo comentario: qué frío que está! qué frío! Y yo me quedaba sorprendido la miraba y pensaba que claro en efecto sí es que las cosas son así y que era el frío lo que buscábamos algo que nos hiele que nos reactive y en un punto era cierto que siempre se repetía esta secuencia de deseo y de querer salir huyendo o de quedarse viendo todo aquello, cómo la tarde iba poniéndose pálida y desabrida pero refrescante. ¿Habían comido helado los pibes estos enfermos del cuento de Quiroga? ¿Les chorreaba el helado obscenamente por las piernas? ¿Se les pegaba la piel sudada de los muslos a la cuerina turquesa de las hamacas? ¿Se quedaban allí sentados mil horas con el local ya semivacío y tal vez abandonados u olvidados por los mayores? ¿Eran realmente idiotas o estaban más bien recontradrogados?