22 febrero, 2014

Vaca una y chanchos cinco

 Nunca supe exactamente por qué, a veces, tenemos la necesidad de leer en voz alta. El verso es un tipo de escritura que parece totalmente dirigido a ese fin. Es decir, sabemos, no es lo mismo leer una poesía de manera silenciosa que en voz alta; eso, por supuesto, justifica que exista algo denominado recitales de poesía que, más allá de la postura del caso, está muy bien que exista. Y eso hicimos, disponernos en el silencio que la noche nos traía a leer en alta voz. De modo que tomamos ese ameno texto en que William Burroughs y Allen Ginsberg se escriben cartas entre 1953 y 1960: Las cartas del Yagé se llama el texto. Y dice: "El brujo empezó a canturrear un caso especial -- Era como dormirse por el éter dentro de los ojos de una cabeza reducida --"(...) Clap! Enseguida estábamos en la esquina, en esa esquina tan particular. Es una esquina abandonada, en el sentido de que no es la puerta de una casa, hay un escalón que ocupa toda la ochava y una persiana; perfecta para descansar la espalda. Un local abandonado siempre ha sido así. Estábamos Ale, Nico, Ferchu y después llegó Gerald caminando cansinamente, cancheramente. Tenía su pelo castaño recogido en un rodete por encima de la nuca con las puntas algo desgarbadas, estaba en musculosa de un azul lavado y unos short de fútbol negros que le quedaban grandes, como los que usan los boxeadores. El calzado eran unas ojotas compactas de esas que dejan ver los cinco dedos y recubren casi la totalidad del empeine, también le quedaban bastante grandes las ojotas pero eso no le dificultaba caminar. Tenía la piel curtida por el sol, nada de maquillaje, con cara de haberse levantado recién y lavarse la cara sin siquiera secarse con la toalla, su piel fibrosa relucía algo, sus piernas flacas y musculosas se arqueaban levemente en forma de herradura. Comentamos que estaba flaca, que este verano se había chupado bastante, que se debía haber aspirado todo. Reímos imaginando esa aspiración. Entonces empezamos a conversar sobre lo que habíamos hecho en las vacaciones en el verano que dentro de poco se terminaría. La verdad parecía que la mayoría no tenía demasiado para contar, los días se habían ido escurriendo en el barrio a paso agigantado como agua que se derrama en el pavimento siempre incandescente de enero y solo queda el recuerdo de los picos insoportables de calor y las tardes sin hacer nada demasiado interesante. Pero Nico dijo que se había ido al campo, a Santa Fe. Con quién. De qué manera. Cómo de qué manera. La casa del tío estaba rodeada de campo ahí Nico y los amigos pusieron la carpa cerca de la casa, entre dos árboles altos y viejos que mecían sus ramas a veces ruidosamente. Dijimos que todos los días se lo cogían a Nico en la carpa a la hora de la siesta. Y Nico intentaba defenderse o atacar pero no podía evitar reírse también. Dijimos también que se internaban en el campo para fumar marihuana tranquilos; es para lo único que emprendieron semejante viaje al campo, y también eso nos dio mucha risa. Pero después cada vez que se hacía un breve silencio, cada vez que Alejandro se quedaba callado sin señalar estupideces que avergonzaran a alguno de los presentes, Nico hacía gestos que lo hacían parecer más grande. Como si ese verano hubiese pegado un estirón, pero mental. Uh!, sí, cómo extraño eso, estar allá, sabés qué lugares. Qué hacían. Bueno nos levantábamos y después nos íbamos, si el tío de mi amigo no estaba entonces nos íbamos caminando, nos bañábamos en el río, otras veces íbamos a pescar. A veces nos íbamos al pueblo a dar una vuelta. Nos comimos cada asado! Y lo que pescaban también se lo comían? Sí, claro -y señaló con los ojos de un hombre experimentado hacia la esquina diagonal a la nuestra donde había un container rebosante de basura y otros montículos de desperdicios dispersos alrededor- como ese tacho que está acostado, uno de esos lleno una vez. Qué pescaban? Unos pescados, son re conocidos. Pirañas asesinas del Paraná... No me acuerdo el nombre -seguía tratando de recordar Nico mientras los demás acotábamos algo-. No me acuerdo. Corvinas. No. Palometas. No. Bagres. No. Y cómo era todo? La casa, el campo del tío, era grande mucha tierra muchos árboles. Faa sí sabés lo que era ese campo! Tenía de todo, hasta una vaca. Nos la comimos. 
 Qua! Se la... Sí toda. Y lo viste, como la mataban y todo eso? Sí, el tío trajo la escopeta pum! dos tiros en la cabeza y una cuchillada en el corazón. Y se murió al toque? No -a cada uno nos miró y sonrió pero para adentro para él mismo-. No se moría nunca. Al final cuando se murió... Tengo videos ah acá tengo una foto. En el teléfono nos mostró una foto de la vaca despanzurrada ya despellejada y descabezada, carente de extremidades colgando hacia abajo. La foto se veía algo borrosa como si se hubiese movido o como si el día estuviera nublado y ceniciento. Se notaba la textura lisa de la carne violácea y venosa. Le pedimos que mandara un buen video. Se detuvo unos instantes entre los quince o veinte videos del menú y le dio play. Estaba la vaca acostada en el piso con la panza hacia arriba, ya estaba abierta al medio y todo su interior parecía una mezcla roja de pintura espesa y arena. No se podía distinguir si la cabeza había sido ya separada del cuerpo o si algo con aspecto de yunque aplastado y abierto al medio era la misma cabeza. En el video alguien preguntó si aún la vaca respiraba y todos estallaron en carcajadas. Pero qué tipo pelotudo mira lo que pregunta, ese fuiste vos no Nico? Nico explicaba que en ese momento le estaban cortando las patas y se veía que con ganchos e instrumentos cortantes varios brazos manipulaban la masa de carne ya fuera enganchando por los extremos o cortando por los medios. No lo escuchábamos demasiado a Nico pues seguíamos haciendo chistes o más carcajadas que chistes. Y se la comieron toda cómo hicieron? Sí toda, va... era para un casamiento por eso, más cinco chanchos. No sabés lo que era la carne esa, se deshacía, era increíble, como que la tocabas con el cuchillo y ya la tenías cortada. En el video que se desenvolvía en esa atmósfera borrosa solo se veían los brazos de los hombres, alrededor de seis brazos que forcejeaban con las aperturas del animal. Más apagadamente se sentían voces de mujeres pero ni siquiera partes de su cuerpo aparecían en pantalla. Un pedazo de árbol, y la vaca entera colgando abierta al medio. Como una estrella de tan solo cuatro aristas, como una rosa de los vientos señalando con tensión en cuatro direcciones distintas, el horizonte detrás. En otra foto los cinco chanchos en fila como una rosada sombra de la cual no se podía extraer detalle alguno. Estos son los chanchos. Solo eso. Es probable que a nadie le interesase ni un video de la comilona casamentera en que se comieron a la vaca y a los chanchos. O de las largas horas en que todo se cocinó en un claro de una gran finca cercana.     
 Alguien se recostó contra la persiana de chapa acanalada que resonó con esa musicalidad fastidiosa y sensible. Todos estábamos sentados en el escalón y por tanto con la espalda más o menos apoyada en la persiana oxidada. Solo Gerald había permanecido todo el tiempo de pie medio apoyada en un ángulo de la pared, con sus pupilas típicamente dilatadas hizo un gesto de ya fue y se despidió sin decir "nos vemos". Y, pasas de año? Sí paso paso, de banco paso. Gerald que se alejaba con un cuaderno en la mano y las risas tontas que crecían a su espalda. Quién ya a esa altura podía acordarse de los chanchos alistados para ser llevados a su asador-crucifixión? Quién podía tener expectativas de pedirle a Nico que buscara videos en los que se viera el crepitar de las brazas recién encendidas, del incandescente quebracho reduciendo la carne del mediodía a la noche ya bien entrada. Cómo se desparramarían los jugos aquellos, cómo chirriaría la grasa al correr sobre los hierros casi al rojo y luego el vino llenando copas y copas y a veces ya medio vacías dejándolas manchadas de esa borra de color mora y negro que las esponjas no podrían borrar. Esas cosas, y los bailes y los excesos en el comer, el beber y el acercarse, el insinuarse y el dirigirse y el mirarse. Todo se iba desenvolviendo en los videos que Nico tenía, pero a nadie le importaba, el olvido se lo había comido todo, como a la tarde de final del verano.    

05 febrero, 2014

Encuentros

 Chava es boliviana y Chavita es peruana. Son dos amigas que conocí una tarde de otoño. Tal vez esa misma tarde ya Chava que aún no era Chava sino solo Chambi, me aviso que el siete cumplía años, para que me preparase. Después hasta que llegó el siete me lo recordó sin descanso unas ciento veinte veces. Cuando me encontraba con la Chava y la Chavita algo en el aire cambiaba. Pasiones alegres, para decirlo a lo Spinoza. Los dientes atolondrados y muy blancos de la Chavita y ese cuerpo estilizado de una altura llamativa y hasta ciertamente solemne de la Chava, hacían que el aire se pusiese a vibrar como si miles de libélulas invisibles aletearan sin cansarse.
 El comedor es magnífico. Me senté y miré el plato rebosante de ravioles con mucho tuco y por encima del tuco abundante queso en hebras de tono blancuzco. Agradecí a la mano dadivosa del cocinero que había echado el queso con su diestra de manera indiferente y me lancé sobre los ravioles que sonaban apetitosos en mi boca. Mientras, me distraía mirando por los ventanales que daban a la calle. Es formidable la dimensión del comedor, la luz natural, como si el mentor hubiese dicho; esto es el comedor! acá han de comer! quiénes? los otros!, sí. Un raviol y una echada al costado inevitable, ver desfilar las cosas que pasan por ese afuera. Paqueros que sobrevuelan como chimangos fantasmales un pequeño territorio. La carne fibrosa de unos adolescentes con los cueros a la intemperie. Una pelea, un palo, una botella que despegará o se quedará en solo amenazas. Un niño semidesnudo que juega con una manguera abierta en la puerta de su casa. Una máquina retroexcavadora. La máquina puede estarse un buen rato tomando con sus manazas mecánicas la basura acumulada sobre la vereda y la calle, los límites se confunden. Carga panzadas de basura, cada vez que carga una tanda y la alza por el aire pueden verse algunos retazos de mierdas que se desprenden y caen antes de ser echadas en el camión volcador que está junto a la máquina. El operario allí bajo el sol maneja las palancas, como quince palanquines que en el extremo superior tienen forma de esferita, parecen suaves al contacto de la mano. El tipo casi las acaricia, las comisuras de su rostro ajado no manifiestan esfuerzo, pero el brazo electromecánico con sus mangueras es como si transpirara líquidos espesos, refrigerantes que se escurren por todos lados. Una y otra vez la boca mecánica se abre a más de 90º para retener un cúmulo de detalles irreconstruíbles. Un raviol en boca. De fondo el ruido de la calle y de la máquina es como cuando un helicóptero pasa lejos, ese zumbido ese batir peculiar. Por qué el sonido monótono de esa máquina me fascina, teje algo en derredor mío; será que todavía dura en mí la impresión aquella de ver las máquinas urbanizando cierto trozo de mi infancia; mi abuelo me llevaba sentado sobre sus hombros a ver esos trabajos. En medio de tales cavilaciones que son como un rodillo que cubre con cada pasada más y más mi cosa interior de un blanco pertinaz...Qué tal Chavito cómo anda! Bien y ustedes? Acá, yo bien, la Chavita no tanto... La Chavita mira para abajo como si escondiese su rostro, me parece que me están haciendo una broma, pero no, parece que la Chavita no está bien. Qué hacemos acá Chavo por qué no estamos en la esquina, en el bar? Lo siento Chava hoy estoy muy ocupado... Sí nosotras estamos más que nada de pasada.Con más razón Chavita compartí eso que te pone mal. La Chavita niega con la cabeza y permanece observando por las ventanas como lo hacía yo instantes antes de que ellas llegaran. Chava no querés contar vos? La Chava sin mirarme hace un gesto evasivo y se queda jugueteando con la pantalla de su teléfono, me lo pasa para que vea unas fotos dice que son de su sobrina. Ay, qué linda Chava no sabía que tenías más hermanos... Sí una hermana mayor que yo, y como trabaja yo muchas veces la cuido, es hermosa no? Asiento con la cabeza y frunciendo un tanto las cejas y la frente le señalo a la Chavita que permanece callada. Que le cuente Chavo que le cuente! Que le cuente la Chava no tengo ganas de hablar. Uf Chavo... Daale! Es que debería contarlo ella... Bueno pero si Mayra te lo pide... La Chavita sale de su ensimismamiento, de su enojo volátil y también de una especie de letargo, gira la cabeza hacia la Chava y dice, dale Mayra contale. La Chava no me mira ni a mí ni a la Chavita sus dedos largos y sus uñas del mismo color que el nombre de su amiga continúan en un paseo que ordena infatigablemente álbunes de fotos y carpetas y más fotos. Pasa... pasa que la Chavita está preocupada por su mamá, su mamá tiene problemas, la Chavita viajó para verla y ahora la extraña. No sabía Chavita que ya no vivían juntas qué pasó; por qué tuvo que viajar tan de repente hasta cuándo vas a estar sola? Es que la Chavita no sabe cuándo va a volver y por eso tiene que estar viajando seguido para poder visitarla. Ah pero entonces ya la fuiste a ver varias veces, y es muy lejos? Un poco, es en Santa Fe donde está su mámá. Es por trabajo Chavita que tuvo que viajar? Ahora la mámá de la Chavita no va a volver por un tiempo y se va a quedar allá. Allá, dónde es allá? La cárcel Chavito su mamá está presa. Sí pero mi mamá es una buena persona mi mámá no hizo nada... hizo algo pero no sabía, no es responsable! Está bien Chavita no te pongas mal. La abogada dijo que va a salir pero que por ahora no. Y cómo sigue esto entonces sale o no sale? Va a salir pero que por ahora no. La encontraron con sustancias o cosas de ese estilo? Noo Chavito qué te piensas tú mi mamá no es delincuente, nada que ver, es por unas tarjetas por eso la agarraron porque hizo compras, de teléfonos, muchos, con unas tarjetas pero no sabía que las tarjetas no se podían usar... Claro Chavito que le quede claro que las tarjetas no sabía su mamá que no las podía usar. Y quién te acompaña entonces, quién te ayuda quién te pasa plata para lo que necesitan vos y tu hermana chiquita? Ellos. Ellos? Sí los amigos de mi mamá, vaa... no son amigos amigos y además son responsables por culpa de ellos mi mamá terminó presa así que tienen que hacer algo. Se tienen que hacer cargo Chavito eso es lo que le quiere decir. Chavita de dónde salió esa gente... qué bueno sería que tu papá venga para quedarse un tiempo con ustedes hasta que todo se resuelva. Bueno pero está mi tía y ella nos sabe cuidar. Eso es tranquilizador aunque me sorprende que de repente aparezca una tía de la que antes jamás hablaste, de todas formas más me preocupan esos tipos que saben que estás sola, no sé, sos joven viste las cosas que pasan con las chicas... No pasa nada. Sí Chavito para qué la asusta a la pobrecita así son las cosas por más sorpresivas que usted las encuentre. Un silencio. Los tres nos miramos y explotamos de risa, hasta la Chava deja el teléfono para reír y vernos reír. Uh Violeta nos tenemos que ir, la Chava se pone de pie como si algo interno le mandara alistarse. La Chavita también reacciona un poco más relajada. Bueno Chavito la seguimos otro día. Seguro, ah todavía no averiguaste cómo voy a conseguir esos ajíes. Aeah? que qué... La receta. Aha el atún frito sí. No te hagas problema si te acordás cuando la veas.