26 diciembre, 2012

Otra vez

 Me miro en el espejo, me reflejo, reboto y vuelvo para recomponerme. Otra vez, me miro, me reconozco, porque reboto y vuelvo en mí para ser el yo que se desdobla y se reconstituye en su unicidad originaria. Sobre la mesa hay un montón de libros desparramados hace mucho tiempo que están ahí. Los leo y me pregunto qué es lo que constantemente se inocula en mi deseo para querer leer eso ilegible y que mi fisiología rechaza. Bueno... no es exacto lo que digo el deseo siempre es el deseo; pero algo me pone frente a una experiencia constante de fracaso. Fracasar como lector es terrible, es tan terrible como fracasar como oyente de música; eso no me ha pasado aún. En fin, ante la metafísica, ante la posiblidad/imposibilidad de superación de la metafísica siempre resulta más atrayente escapar hacia otros territorios... De todos modos me preocupa muchísimo, ni siquiera, poder permanecer en una clara y exquisita explicación de Agamben sobre el Ereignis heideggeriano y una equiparación con lo absoluto en Hegel. 
 Me retiro, me regocijo, recorriendo mentalmente las líneas de una oración irlandesa que Stela me envió para navidad y que dice así:
  

Que la tierra se haga camino ante tus pasos,

que el viento sople siempre a tus espaldas,

que el sol brille cálido sobre tu cara,

que la lluvia caiga mansamente sobre tus campos,

y hasta tanto volvamos a encontrarnos,

Dios te guarde en la palma de su mano.


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