11 octubre, 2012

Vas a ver un nuevo deporte

 Algo bueno de practicar deportes es que se está frente a un mundo completamente reglado donde todo cierra. Sobre los cuerpos llueven miles de ilusiones; sobre los cuerpos, los cuerpos son sin lugar a dudas los héroes de todo deporte. ¿Puede haber un deporte donde el cuerpo no sea la gran heroína?; puede, como en el ajedrez que lanza la definición misma de deporte y la amplía de un modo generalísimo y tal vez justo. Pues un prejuicio superficial nos lleva a pensar de manera inmediata que en los deportes solo interviene una cierta energética corporal, reflejos, destrezas meramente físicas. Pero qué sucede cuando aparece uno de esos deportistas que parecen hacer saltar los tableros y los campos por la cantidad de moléculas de puro pensamiento y cálculo que expanden y reafirman en cada movimiento? Por eso el ejemplo del ajedrez sería el no deporte o deporte puro. El deporte completamente virgen llevado a su grado sumo de perfección; la idea. No pasa nada con los cuerpos, podría no haber cuerpos solo cerebros comandando una serie de palancas de botones imperceptibles como los gestos de un cambio de decisión. 
 Sin embargo nadie quiere escuchar o ver un deporte donde nada tiene que mostrar el cuerpo; a lo sumo sí escuchar las proezas de los contra-deportistas que sentados y sumergidos los cerebros en las cubetas se debaten durante horas y días enteros mostrando que con un conjunto de reglas finitas el mundo puede rotar sobre sí mismo hasta el fin de los tiempos y no hace falta nada más. Eso no es para nada atractivo. Lo que queremos es estar frente al teatro que un juego nos incluya como espectadores y haga con nuestros cuerpos todo lo que no hacemos con ellos. Cuando la política habilita que los cuerpos participen ningún cuerpo se niega a adoptar la democracia como la mejor forma de gobierno. Pues nada queda afuera frente a un mach de lo que sea. Solo se necesita un objeto cualquiera que ruede, repte o se sumerja en el campo y que los deportistas se apliquen a chocar a ponerse en contacto con el objeto y los otros cuerpos. Los espectadores del teatro político hacen el resto sin permitir que nada quede excluído, haciendo del campo de juego el único mundo posible que vale la pena sea construido y contemplado para disfrute de todos los actores políticos, pues si no fueran políticos se despegarían alguna vez de la pantalla rechazarían las reglas, amarían el caos y no querrían ver jugar a nadie más nunca más. 

No hay comentarios: