14 febrero, 2017

Sobre un fierro

 Es una cosa. Es simplemente algo. Duro. Oxidado. Pintado después mucho después...
 Cuando llegué me dijeron que con ese fierro tremendo habían aplastado un gato. El armazón de fierro aquel había sido el tiro de gracia. La guillotina para el gato aquel, el disfrute inmenso para sus ejecutores. Y con eso lo terminamos de matar. Y señalaban... el fierro verde, estaba todo oxidado. Un fierro, su forma, su peso, su talla, su andar, prejuicios, descomposición, oposición, hablar de un fierro. En este caso era una parte de otra cosa quizás un vehículo a sangre, algo del campo. O el resto de una máquina. El fierro como estructura de hierro siempre había estado allí al parecer adoptando diferentes formas. Acompañando a todo lo que lo circundara. Siendo chatarra, asiento o guillotina. Y el hecho de ser estructura debe haber sido la causa de que se haya mostrado siempre maleable a los cambios a las adopciones de diferentes formas. Y también a la dificultad de describir su configuración o mucho menos siquiera su aspecto exterior. Algo tan sencillo como eso. Decir de qué está algo hecho, decir para qué algo ha sido hecho; su color, su textura, su posición. Bajo lluvias bajo soles bajo los diferentes polvos que lo cubrieron, el fierro prosperó, pues muchos que lo vieron que lo usaron que con él hicieron cosas aunque muchas veces ordinarias como apoyar una maceta, ya hoy no están o se murieron o se fueron y la historia los olvidó con justicia o sin ella. Algunas cosas tiene su momento Odradek así como algunas cosas tienen su momento de cruza. Lo desconcertante es que algo pueda tener historia y ninguna función determinada, ni siquiera un nombre propio o genérico. Tal vez al fierro le falte algo de la singularidad de un Odradek. Por empezar no tiene voz, ni risa. No se compone de muchas partes si bien él parece alguna vez haber sido la parte de algo mucho más ambicioso. Su mayor virtud es el peso y su modo regular de permanecer apoyado. Carece de ese arte de saber ocultarse de evadirse o de fluir sin que el observador se dé cuenta. Hablarle como a un niño no parece razonable cuando se sabe que ha servido para matar o aniquilar el último aliento de un ser inocente. Su dura persistencia parece tener el poder inexorable del silencio, la suavidad de una noche calma. Y sí parece remontar su historia hacia adelante pero en aquella dirección solo se vislumbra una indiferencia atroz.    

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