12 mayo, 2016

La visita de un cuerpo

 Queríamos tener un cuerpo. Un cuerpo que sirviera para disfrutar del sexo, para los deportes, las drogas, las comidas, para llenarlo de bebidas y pastillas. Un cuerpo que sirviera para avanzar bajo lluvia de hojas amarillas cuando ráfagas de viento pelan los árboles las copas que se entregan al despojo, creando montañas de pálida luz a la hora silenciosa. Un cuerpo para trasladarse rápido entre dimensiones heterogéneas nocturnas. Un cuerpo entendido en brujerías que pudiese visitar a sus amigos muertos y a sus amigos vivos, pero alejados. Visitas también disímiles. Un cuerpo que a la madrugada visitara a una perrita que no se sorprendiera para nada de ver un cuerpo allí que le da un obsequio, un pequeño oso de peluche para que lleve y traiga. Los ojos negros de la perrita brillan en la profundidad, ojos de tinieblas que miran sin hacer el tipo de preguntas que molestarían a un brujo que viaja en la noche por el poder de sus aliados. Alguien, avanzada la noche que encuentra un cuerpo en la habitación, en la cocina junto a la cucha de la perrita, al levantarse por casualidad, y se pregunta cómo es posible. Alguien que se va a dormir y luego no puede conciliar el sueño, cómo es posible haber visto ese cuerpo allí en cuclillas sobre el piso de mosaico frío jugando con la perrita hasta donde ello era posible por la somnolencia de la perrita. Pero entonces acostada se pregunta, se sobresalta, se destapa con vigor porque tiene muchas mantas encima por el frío de la madrugada con el silencio frío de la madrugada. No le habrá -se pregunta- pasado algo pero no a ese cuerpo que vi jugando allí, mimando, abrazando a la perrita sino al cuerpo al otro al que está lejos... al cuerpo real; cosas todas cavilaciones en las que no creen los brujos. Como que eso puede ser algo que huele a muerte a despedida -sospecha- un derroche de energía que el universo hace tal vez entonces -imagina- deja que una vez una aparición que es algo que los límites de lo cotidiano no dejan fácilmente que se manifieste. Y presumiblemente lo hace frente a la perrita porque no podrá comunicar al menos como lo comunicaría un humano con esa sorpresa y con esa incredulidad... la perrita duerme. Entonces fuera de la cama con los pies descalzos prende la luz y la perrita está acurrucada y duerme y entre sus patas está el oso pardo de peluche. Hace la pregunta que solo un aprendiz de brujo que no entiende todavía del todo las cosas de la brujería puede hacer y pregunta si un cuerpo realmente "físicamente", ha estado ahí.       

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