17 enero, 2012

Bebé

 Este bebé es mi bebé. Varias posibilidades, varios desenlaces. O les echaba mierda encima desde arriba asomando medio cuerpo por la ventana o cometía un asesinato en cadena. No sexo en cadena, ni para darlo ni para recibirlo sino matar primero a uno después al otro a los niños, al canario y al perro. Después silencio y una correntada que de a poco inundaría cada ambiente y el desorden de las ideas que se asentarían y se fundirían en un miasma de miedo y sosobra. 
 Levantó en brazos al bebé. Lloraba. Y se fue directo a la ventana que daba al pulmón del edificio de donde llegaban las acompasadas y convulsionadas respiraciones de bebés reales de carne y hueso y de niños que jugaban en sus patios sombríos con cobayos mansos. Y le pidió a la señorita que por favor que con sus amigas hicieran un poco de silencio que su bebé estaba un poco afiebrado y le costaba mucho ponerlo a dormir. Casi que también les estaba mostrando a su bebé para que lo vieran, además no eran tantos pisos de distancia. La vecina se quedó mirando fijo con decidida cara de gallina sorprendida sin articular y la que hablaba con voz estruendosa se prendió a los ojos celestes del muñeco alzado que reverberaban intensos con la luz tan clara y cálida a esa hora.

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