22 marzo, 2011

Nadie sabe

    Sé que esto se ha repetido ya otras veces: nadie sabe cómo se llamaba tía...
    El  aroma del incienso inunda la atmósfera de aquel amplísimo salón, un aire cargado ya de por sí. El humo que viene desde la habitación lateral donde está el féretro hace que los ojos ardan un poco. Estamos hace rato sentados en cómodos sillones de color cremita, más que sentados apoltronados, ya cansados del bostezo mirando desganadamente los platos con medialunas que están apoyados en esas ratonas gigantes de mármol. Qué formidable es el mármol parece que donde se despliega le da a todo un barniz de luz o de sombras señoriales, indiscutibles. El punto es que de repente la miro a mi tía y le espeto en la cara un: ¿Pero cómo se llamaba tía de montedeoca? Y mi tía medio atónita que me contesta, "sí tía". Claro le digo, pero cómo se llamaba...? Y entonces nos damos cuenta de que de varios viejos muertos de la familia no sabemos los nombres. Y entonces la tía, pero otra, más o tan interesada en saber, como nosotros, se pone de pie. Esta tía se acerca despacio, sonriente, hasta el sillón donde está meditabunda la hermana de la muerta... nuestra obachan; pero yo siempre voy a preferir decir nuestra me. Y bien, le coloca el rostro muy cerca casi pegado al de la tía y le dice, "¡tía ¿cómo se llamaba la tía de montedeoca?!". Demasiado difícil se lo hace a la tía, a la hermana menor de me. Sí, demasiado complicado por lo repentino sobre todo porque la tía está hundida en meditaciones, en un cuelgue de vejez característico podríamos arriesgar... Esa tía por otra parte cuyo nombre nunca vamos a recordar, mejor dicho siempre vamos a confundir; ¿Matsuko o Natsuko? Cuál de ellas, una es la que se fue a Japón hace décadas ya y de hecho murió... La tía ríe de los nervios o cosa por el estilo, parece que no quisiese saber nada de nada, se mantiene aferrada al bastón y gesticula seguido para mostrar su incomprensión. Y la tía le repite y le repite la pregunta, es inquietante porque algunos de los que deambulan por el gran salón o que están parados justo antes de entrar a la habitación donde está el féretro se dan la vuelta con indiferencia sí, pero intentan oír de qué se trata.
    La respuesta de la tía es concisa de todos modos, la tía responde a la pregunta pero no llegamos a entender y solo nos damos cuenta de que responde algo que le están preguntando. La tía entonces arrodillada en el piso, porque en esa postura se había puesto para poder conversar con tía Matsuko o Natsuko, nos mira como dándonos a entender que la tía no caza. Creo que la postura en la que estamos, la forma indolente en que estamos echados en los sillones hace que nos comportemos con cierta insolencia. Bueno no insolencia sino cierto desparpajo que se apodera de nosotros se nos escapan unas carcajadas que reprimimos de inmediato, porque el sentido común dice que debemos estar serios. Y la tía lo empeora más a nuestro juicio cuando le pregunta también por el nombre de su papá; "¡tía y su papá, ¿como se llamaba?!" Todo de vuelta, mismas caras, mismos desconciertos, mismas risas breves. La tía se balancea un poco sobre sí misma y piensa, "Seiichi" dice rápido con una seguridad que lo atraviesa todo. La tía entonces, la que habíamos enviado para que nos averiguara todo lo que queríamos saber esta mañana, nos mira como dándonos a entender que ahora sí. "¡Y tía de montedeoca, ¡tía!, ¿cómo se llamaba tía?!" "Ah... ah... no see... monte-dee-oca noo vino...?
    Hay tantas formas distintas de decir "tía". Tantos énfasis, acá tía dice tía con un tono que se desborda a sí mismo hasta casi hacer que su voz se resquebraje, su voz fresca. Hay tantas alturas y tantos matices para tía más allá claro de lo que después se le adjunta a esas tres letras que son solo tres letras; un monosílabo como una pequeña bola de poder.
    Bueno, por fin, la tía Natsuko, otra vez, agacha la cabeza pero sin que parezca que ésta le pesa, y mira a la tía y le dice que su hermana mayor se llamaba Shino. Los que saben callan, pero miran con cierta severidad y aprueban esa respuesta.