08 agosto, 2020

Como en el jardín de Derek

Tengo que decir que en el patio de mi casa hoy me faltaban muchas cosas para sentirme Derek Jarman agitando su manguera entre sus setos y sus esculturas de hierro y despojos de navíos. Pero yo no me achicaba. Me faltaba el aroma salino en el aire y el aire en ráfagas rabiosas y en vez del zumbido lejano y atemorizante de la Central, escuchaba el run run molesto del acondicionador destartalado de la casa lindera. El mar está a más de 300 km con seguridad. Eso sobre todo faltaba.
Es probable que todos los que son mucho menos que un jardinero aficionado se hagan esta pregunta al tomar un sobre de semillas recién comprado. Cómo serán. Había pasado hace unos días por un local de plantas muy atractivo acá cerca, una linda tarde soleada en bicicleta. Me volví. En la vereda la vendedora había puesto todas sus variedades de aromáticas, la felicité. Realmente había muchas: salvia, romero, orégano, perejil, curry silvestre, cilantro, menta, albahaca, cedrón, citronella, muchas más que se me escurren... Yo le pedí semillas de flores, trajo una cajita que retenía de mi mirada y mis manos con determinación, no sé si por la pandemia o por temor a que se las arrebatase. Pero no creo, ya soy viejo y además qué pibe robaría semillas de flores.
Lo cierto es que las semillas de amapola que fueron uno de los sobrecitos que elegí son especiales. Por empezar adentro del sobre venían en otra bolsita transparente porque son tan pequeñas que sería imposible que no se pierdan. Del tamaño de un grano de arena pero oscuras. Llenas de vida. Adentro, claro tienen todo un espacio con sus moléculas de información. Hay que distribuirlas sobre la tierra como si se echara la sal y la pimienta. Luego hay que cubrirlas pero no con tanta tierra, 1/2 cm, pues tal vez nunca podrían llegar a la superficie. Luz, tierra, agua en finas gotas de rocío, todos los despertadores de estas ínfimas cápsulas superpoderosas. Justo cuando terminé la siembra se largó un chubasco. Apenas me dio tiempo a limpiar todo el piso del patio que había quedado cubierto de viejas hojas del otoño que terminó hace unos meses. Si todo sale bien dentro de poco germinarán amapolas en el tacho donde está la planta dolar, en el tacho donde están unos escualidos ajíes, alrededor de un cipres de maceta que aunque enano se lo aprecia robusto, en una pava vieja donde planté una érika que me regaló Momó, y otras especies cuyos nombres todavía no averigué, como una que me regaló en una latita de tomate mi amiga Eliana y se desarrolla espléndida.

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