28 abril, 2012

Dos fisuras sobre la salida

 Ellos me saludan y salen. Todavía entre ese aire se sienten los resoplidos burlones del desquite de lo que hizo con la plata que le dio soberano. Porque dice que le preguntaron que para qué quería la plata y dijo que para útiles, para útiles, todo es para útiles. Pero mientras la sonrisa crece y se le ataca cada comisura del rostro dice que fueron terribles las llantas y mientras otras risas se suman y unas carcajadas rabiosas rodean los cuerpos que se doblan por los giros violentos de nuevas risas dice que aquel de allá se compró un consolador negro.  
 La velocidad de las palabras y de los gestos, los movimientos breves de la lengua y de los dientes vibrando como si el esmalte saltara para recomponerse de inmediato siempre es irreproducible. Al menos mis enunciados no tienen jamás acceso a esa clase de velocidad. Pero entonces, cuando llegan a la esquina... Dos tipos están haciendo un ring ahí en medio de la calle, para un peugeot 404 y una moto embarrada, todos mirando, pasa otro vecino y todos se paran para ver. Ellos claro, algunos en la vereda otros tan cerca que casi pueden sentir el zumbido de las trompadas cortando la linda tarde de sol. Después llega gendarmería y se dispersan; todo lo terrible y lo azarosamente desgraciado se dispersa veo ese bastón negro girando en el aire como santo remedio. 
 Como cuando miramos el mar; así es ese gran momento. La violencia del mar y de las piñas, la espuma y la sangre a borbotones, el revoltijo torpe de los cuerpos sobre la densidad de la sal y el agua fría donde la carne y la madera flotan sin problemas y de este lado el amasijo de los miembros tensados que se abrazan y hacen que la violencia decante en un forcejeo ineficaz. El silencio infaltable porque cuando se mira el mar solo se lo mira y se lo escucha bramar pero de este lado nada, suspenso o suspensión. Silenciamiento. La violencia es el umbral que arrecia en el plano y del que penden todas las miradas muertas de hambre y de frío y de necesidad de que las placas circulen y diagramen todo el movimiento de los cuerpos. Todos prendidos de ese bumerang que traerá actos vivos y palabras vivas; pero en el umbral todo es siempre como dije un silencio que se sustrae atrayéndolo todo y silenciando más.    

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