18 abril, 2012

Totalidades

 La tía calienta la mesa calienta las sillas calienta el aire con sus ojos pardos delineados y borrosos. Cuando se le escapa una sonrisa provocadora y un exabrupto que baña el espacio finalmente la tía parece poderlo todo. Cuando pega, cuando educa y mal educa cuando da y saca cuando increpa y recrimina; tanto reprocha y tan altos discursos de recriminación lanza que empequeñece todo y solo queda un charquito de lágrimas nadando en todas las cosas que ya no van a ser y en los cien pesos que van a ser diez y después cinco y después dos y luego nada. Para terminar en silencio y en echar todo a la mierda para que no vuelva porque se portó muy mal no cumplió no agradeció no valoró y se le atravesó el padre que nunca estuvo y solo la tía estuvo solo hubo tía nada más. Deliciosas manos de la tía que se mueven en el aire junto a ese esmalte que comienza a salirse del cartílago firme y de las nalgas firmes y de las curvas proporcionadas que se alejan moviendo caderas como el ultra viento que mueve edificios y nadie lo nota.

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