Hay un perro rubio
acostado casi en medio de la calle; es un perro dormido o es un perro muerto.
Muchas cosas desfilan por allí, justo por allí. Una humareda repentina tapa de
pronto la visión. Cuando el humo blanco se diluye un poco en el ambiente de
afuera se ve que alguien está pensando debatiendo con amigos o vecinos que qué
hacer con el perro. Después de un rato levantan al perro y ahí se nota que
está duro. Es como levantar una bolsa gruesa de un material como arpillera que
adentro contiene baldosas, hasta la cola flaca y amarilla parece rígida. Lo
cargan sin esfuerzo uno de ellos va hablando mientras lo carga y el que lo
acompaña escucha y asiente. Dónde lo llevan, para qué. Uno, el que lo carga ríe
y el otro el que acompaña sigue escuchando serio y asiente otra vez. Vuelve la
humareda, ahora desde el este antes se la llevaba el viento del oeste al este
pero ahora la cortina blanca y sucia de humo corre hacia el oeste no se puede
ver lo que pasa afuera pero se adivina la silueta de un auto en contramano,
acelera y desaparece.
Hace tiempo... Fue un verano en unas vacaciones con amigos, salimos a caminar por el pueblo, el pueblo tenía calles de arena y casas de un solo piso en su mayoría de madera y techos de paja. El sol nos cegaba justo en la dirección donde estaba acostado el
animal; era un cerdo. Pero estaba dormido o estaba muerto, porque estaba del
otro lado del laguito ese formado por unas lluvias de estación con toda
seguridad. Era difícil afirmarlo por la distancia pero se veía como una nube
desesperada y tonta de insectos que zumbaba su siesta o su sueño duro. Nos paramos
un buen rato antes de llegar al parador donde queríamos beber unos vinos dulces
con hielo. Uno de los amigos decía que el cerdo estaba muerto y se pudría del
calor y de la humedad. Otro amigo decía que estaba muerto pero que no se pudría
porque se lo impedía el sol fortísimo que lo secaba junto al olor de la sal.
Otro amigo decía que el sueño de los cerdos al sol de la tarde es así, un sueño
pesado e inmóvil al punto de parecerse a un sueño completo es decir intransferible
con apariencia de eterno. Otro no dijo nada y comenzó a tirar piedras con toda
la fuerza de que era capaz creyendo que llegaría hasta la otra orilla de ese
lagunón oscuro que era como un estanque gigantezco y sucio. Todas las piedras
se clavaban en el agua antes de llegar hasta la otra orilla; unos treinta
metros nos separaban del cerdo acostado, echado, y el sol nos daba en la
frente. Una sola piedra atravesó toda el agua cayó justo al comenzar la orilla
y rodó con un último resto de furia hasta el cerdo. Tocó lo que parecía una
pata pero el cerdo ni se movió. Nos alejamos a buscar nuestro vino entre risas
y comentarios que ya nada tenían que ver con la postura del cerdo ni con el
tono oscuro de su gruesa piel.
A nuestra espalda
alguien está indignado es una mujer que con un tono ronco de voz repite y repite; vos
y cuantos más me van a dejar sin la comida para mis hijos, y juguetea con un
bol rosado que tiene uno de los lados derretidos. Vos me vas a dejar sin la
comida para mis hijos?!; no es una súplica o una pregunta, es como una especie
de aviso que mientras ordena amenaza y se va. Y por la ventana cuando la
humareda deja ver otra vez hacia afuera pasan caminando algunas personas, el
perro ha sido llevado quién sabe a dónde… Nos quedamos mirando ese lugar vacante sobre el asfalto donde el perro dormía su sueño de muerte prematura. Casi parece que hubiera una gran mancha de humedad de calor animal que ha empañado el suelo y no se va. Y entonces sentados a la tabla es como dice Burroughs en la intro de Naked Lunch -mientras nos sentimos tristes y molestos porque el paso de los años hace que se acumule una cantidad excesiva, escandalosa de comida entre los dientes, nadie nos había avisado que eso iba a suceder- "almuerzo desnudo: un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores".
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