25 agosto, 2012

He olvidado mi paraguas

 La queja de estos días suena casi igual a un "He olvidado mi paraguas" nietzscheano. Alguien cuenta que ha olvidado el paraguas nuevo sin uso traído de japón, paraguas con un pez koi estampado de escamas blancas y anaranjadas tal vez otro ya lo esté usando es un consuelo al menos no lo va a vender -como si levantara un smartphone del asiento tajeado de un tren que va hacia los suburbios- simplemente lo sacará los días de lluvia hasta que una mañana el viento juguetón y maligno lo dé vuelta para finiquitarlo en un solo movimiento. Es probable que alguien en el subte viaje ahora mismo estrujando ese paraguas; las escamas del pez koi entonces se confundirán, parecerá que las anaranjadas se entrelazan y funden con las blancas y la boca antes algo soberbia se doblará como diciendo: no soy de aquí no soy de aquí, al estanque ya!
 En la esquina, cerca del cordón de la vereda cerca del contenedor de la basura como un vestigio solitario de las tormentas interminables de los últimos días arrastrado a una rama arrancada donde parece haber sido crucificado, un paraguas, como un cadáver irreconocible exhala un último resto de humedad.
 "He olvidado mi paraguas" en el subterráneo; "He olvidado mi paraguas" en el consultorio odontológico; apenas hubo cesado la lluvia el fatídico útil ha dejado de existir. 
 Cuando Derrida se ocupa del "He olvidado mi paraguas" nietzscheano en Espolones llama a reflexionar acerca de la empresa absurda inconducente de llevar todas las energías al contexto significante agotado como tierra desertizada. Y aquí en este otro olvido del paraguas que poco tiene que ver con la filosofía y los hermeneuein, el contexto significante está sobresaturado puesto de un modo tan óptimo tan hecho comprensible que abruma de sentido, porque a quién le importa un cuerno el paraguas olvidado o deshecho que es vuelto a olvidar y se desintegra en las palabras proferidas a cualquier hora en cualquier transacción de todo orden de palabras y enunciados que nunca van a germinar. El "He olvidado mi paraguas" nietzscheano y su pequeña-breve historia interpretativa, o ya demasiada historia, es según Derrida lo ubica, un algo que crece con desmesura. Puede crecer sin sentido como un yuyo; puede crecer como un hijo al que hace tiempo no se mira y cuando se lo acaricia es un monstruo o un pequeño adicto. Pero un paraguas que crece tanto ya deja de ser un paraguas para devenir pararrayos y atraerse todos los relámpagos del firmamento incomprensible.  
    

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