19 marzo, 2012

La hora de crazy t

 Cuando cae la tarde tía se nos acerca y nos habla, antes ya ha venido con cierto sigilo y pasando entre todos los que estaban reunidos nos ha entregado una especie de pequeño talismán que tiene escrito en el reverso ese rezo mágico que según tía nos explica es lo que mueve el mundo: nam miojo rengue kyo. Tía dice que el punto está en ponerse un objetivo es como un horizonte inabarcable es esa caja en la que pensás y trazas junto al deseo de lo que querés que pueble la caja. Y tía dice que alguna vez eso va a estar ahí que lo único que importa es proyectar el objetivo y eso va a venir a uno. Entonces mientras tía nos habla pensamos en ese horizonte que se vuelve a dibujar con viejas brochas de colores vivos pero que ya no pueden pintar como antes; pero tía repite y repite que todo eso va a estar como si nos dijese que todo al final llega tarde o temprano. A nuestro alrededor siguen levantando las mesas y retirando las sobras de la fiesta, las botellas de gaseosa de plásticos transparentes verdes con algún resto de contenido líquido en el fondo y también algunas botellas de cerveza caliente por la mitad. No sabemos si los que pasan y sacuden un mantel y apilan unas cuantas servilletas de papel oyen o les interesa detenerse en todas las configuraciones de las que tía nos habla. Eso es muy secundario. Suponemos que el chiste es que a tía no le interesa de momento la voluntad y lo que mueve y si eso que mueve qué es o dónde está y si es algo que debe llevar un solo nombre. Más bien le importan los efectos y las personas y quizá su modo de sensibilizarse por todo lo particular es tan avasallante como burdo; y lo sabe, y eso le divierte. 

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