10 mayo, 2012

Vislumbre

 Antes podíamos ver el futuro y por eso estábamos tranquilos. Antes. Y ahora ya no podemos, solo una nube, a veces oscura-tenebrosa, otras veces indeterminada y echando lágrimas en todas direcciones. Abrumadora nube. A veces cuando queremos mediante gestos lentos e inhospitalarios querer volver a ver el futuro ustedes no lo permiten y entonces nos vamos quejosos y un poco más viejos. 
 Cuando ustedes ofrecen o demandan lo imposible ahí es cuando el tiempo se nubla. 
 Acaso quizá solo eso justifica el juramento del aceptar para toda la vida. Porque permite vislumbrar toda la eternidad la más pequeña y exquisita la de un individuo cualquiera. Es formidable y es cierto en definitiva que las mejores cosas no se compran con dinero, al menos aquellas que tranquilizan los afectos. No dudamos de lo bien que lo pasamos todos los días del fin de semana largo. Uno se ocupaba de podar y desparasitar sus plantas que no se acostumbran al invierno. Y luego limpiar el acuario, sacar los trocitos de valisnerias trozadas por los caracoles o las potentes patas de la rana. Siempre las flores gélidas de la montaña están amenazando con secarse si no las atendemos o ubicamos en los lugares más desconcertantes pero razonables. Mientras tanto siempre se trata de vislumbrar lo que vendrá o de estar imposibilitados y enfermos de hacerlo. Después... siempre el acecho de la absolutez, de márgenes sin nombre, de algo que poniendo todo en entredicho muestra que no hay ausencia más hospitalaria que la muerte, para los que se aman.

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