08 junio, 2019

Experiencia botánica

 Había plantado una semilla de naranja, en los tiempos en que aún las semillas de la mayoría de los cítricos crecían si las echabas sobre la tierra. La maceta era de las comunes, de barro cocido, metí la semilla y me olvidé pero al tiempo subí a la terraza y ahí estaba creciendo. En general creemos que la infancia pasó hace tanto tiempo que ya no queda nada de ella y solo está ahí para contar anécdotas. La infancia es poderosa. Y muchas de las elecciones de más adelante están de alguna manera motivadas por la infancia aunque ya no lo reconozcamos así. Fascinación por las terrazas y por el crecimiento de las semillas. El único tp que hacíamos gustosos en la escuela primaria era el de germinación; un frasco con papel secante y porotos y algodón húmedo. Al tiempo olía muy mal. La experiencia tiene que ver con la huella y con la vida, con el futuro y con lo que toma forma. También con lo que se repite y con lo que se da sin saber por qué crece dentro nuestro. Una semilla tiene que ver con el interior y la germinación sucede cuando hay un cierto olvido de lo que tiene que pasar pero que no es seguro que pase. Hay muchas plantas que no crecen de semilla. Están los injertos y los gajos, por ejemplo. Formas de la reproducción y la multiplicación que nos han maravillado siempre. Los botánicos han llegado a comprender estas formas de reproducción. 
 Como modos de la experiencia de mi infancia mencionaría. Cazar mariposas con una rama. Explorar casas abandonadas, obras en construcción y terrenos-frentes tapiados. El caso ya mencionado de plantar semillas y esperar la germinación.
 Ahora, soy viejo. Entro a mi casa oscura y sola. De la calle me viene, cargo, ignoro, varias cosas nausebundas. Entro. Inmediatamente cuando los goznes de la puerta se fijan me inunda un perfume de las plantas que están en el patio. Algo está creciendo dentro de mí, algo tan bueno tal vez como en los viejos jardines de la infancia.
  
   

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