04 marzo, 2018

Conversación a la tarde

 Miraba el puente inmenso, larguísimo y decía pero qué con qué. O sea qué une el puente por qué tan brutos tensores. Al final el puente une la ciudad de Rosario con Victoria, claro dos provincias, es mucho, los gobernadores unieron sus fuerzas... todo eso pienso. Rosario en Santa Fe y Victoria en Entre Ríos. Estábamos ahí en un camino que se llama la Rambla es muy lindo estaba lleno de gente en bicicleta, caminando, corriendo, había algunos puestos de comida. 
Todos de pronto nos preguntábamos si el barco iba a poder pasar por debajo del puente y lo filmábamos y le sacábamos fotos. Bandera de Panamá y escrituras niponas, así se veía el barco por la popa. Una mole de cientos y cientos de metros delizándose sobre el agua como un patín sobre una mancha de aceite que no termina nunca.  
 Debajo del puente había unos senderos que solo transitaba la gente que conocía el lugar. Se ve que a la noche se llenaba de chicos jóvenes, bueno, de pandillas y hacían fuego y tomaban cerveza. Daba un poco de pena que se hubiesen tomado el trabajo de escribir un montón de mensajes misóginos y protonazis al pedo total digamos, tal vez sin tener demasiada idea de lo que es estar capturado por los enunciados del fascismo en su modo energúmeno. Una de esas escrituras decía que la mujer es puro artificio, es  silicona, es pintura, es tintura y tela. Increíble, parecía sacado del Zaratustra. Si bien el sin fondo nietzcheano es siempre una intención benéfica, unas ganas de gritar a los cuatro vientos que mujer es el nombre de algo que está más allá, la multiplicidad, el devenir, un carnaval de Venecia rememorado, representado, solo fingido. Una proyección de tenis y de pic-nic como fogonazos que se me aparecen de la La invención de Morel. Proyección. Isla. Agua y podredumbre. Un lujo añejo. Inundación. Mansión abandonada. Una piscina llena de plantas. Una tarde de sol sofocante en el Tigre.  
 Después cuando nos sentamos me contaste un montón de cosas que nunca me habías contado. Pero no era tanto el peso de las anécdotas como sí la intensidad de lo que me ibas diciendo. Es que como dice el guardián de Ante la ley de kafka eso que me contabas ese pasado, esa desgracia, ese abrumarse y caerse y morirse y querer dormir y salir y vivir, ese, ese, ese... era solo todo para mí. 

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