06 noviembre, 2015

Cuando nada en un estado

 Hay algo en mi infancia que es mágico y extraño. Creo que soy de las últimas generaciones que dirían que en su infancia hay algo felizmente Unheimlich, para traerlo a la manera de todos los que se hacen eco de algún dictum de Freud. Como sea, es mágico porque puedo casi palpar las tardes cazando mariposas multicolores, sentir sus polvos de sus cuerpos frágiles sacrificados para nada, como leves maquillajes puros. Los chicos se arremolinan como pájaros por las calles y el que no tiene una bicicleta es como que no tiene las alas. Las bandas van y vienen de una cuadra a la otra cada esquina es un límite que divide mundos que solo se atraviesan después de mucho darle vueltas al asunto. Todo termina mal. Me voy llorando, aunque nadie me ve llorar. Tal vez estoy llorando pero llorar bajo la lluvia torrencial es un gran efecto de maquillaje.
 De repente la tarde se pudrió se largo a llover y en medio de aquella naturaleza de barrio poblada de bichos salieron sapos de todos lados. La calle estaba abarrotada de sapos oscuros que saltaban contentos, ni autos pasaban por allí y menos con esa lluvia refrescante pero intensa. Los chicos odiaban a los sapos, yo amaba a los sapos aunque aceptaba que su aspecto era un tanto impresionante. Ese día aprendí que a veces la lengua intenta con ciertos efectos rimbonbantes acompasar la realidad. Aprendí que la terminación -azo sirve para aumentar la fuerza, los ímpetus, los desgarros. Un cascotazo voló y muchos volaron y los chicos reventaron a los sapos. Y los que no eramos los chicos reventamos en los ojos de los sapos. Como un sapo. A veces uno es chico y siente vergüenza de contar que otros mataron a los indefensos sapos; vergüenza de estar reventando con ojos asesinos. O confesar que a uno a la salida de la escuela lo cagaron a piñas.   
 Esas cosas pasan. 
 A uno lo cagan a cualquiera lo cagan y está en el reflejo de los ojos de un sapo al que mata y otro día es el sapo que cae en otro pozo y así se repite hasta que revienta cualquiera. Impotencia. Me quedé ahí parado en el medio de la calle, después de haber lanzado con furia un cascotazo que describió una comba breve y vertiginosa se clavó en la zanja que es una acumulación desproporcionada de agua fétida junto al cordón de la calle. Se alejaron todos rápido, a los saltos, el almacenero me puteó y me echó de ahí. Pasé por la escuela primaria y en la secretaría me entregaron el certificado de estudios primarios concluidos. El encierro. Esperar. Aguantar.  
 Y si hay... una rana. Y si... está loco. Y si hay una rana que cuando nada. Y si... está loco... Y si la rana está en un estado. Y si está más loco... Y si cuando nada la rana. De vuelta y si cuando la rana nada está en un estado. Está loco. Y lo que hacía mi hermana era agarrar un montón de ranas va... no sé si eran ranas o sapos o qué eran pero eran re chiquitas de eso me acuerdo y las metía todas un montón en una botella y les echaba nafta y las prendía fuego.    
  

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