20 julio, 2015

Viaje alrededor de la manzana

 Volvía de noche a la casa. Siempre las mismas cuadras el mismo viento helado. La misma desazón, todo un desierto de autos con vidrios oscuros pasando rápido y transeúntes que, si los había, eran una sombra algo que se esfumaba como una nube azul y oscura. El viento me pegaba de contra tal vez para enterrarme; vacaciones en el cementerio decía un grafiti que había leído... cuándo exactamente? Pero recordaba que aquella mañana muy temprano cuando todo se va poblando con un vértigo de marabunta los había visto. Les toqué bocina dos veces, cuatro breves bocinazos, pero no me oyeron, iban hablando, compenetrados y ligeros entre las ropas, él se inclinaba un poco hacia abajo porque ella es chiquita. Ella se estiraba un poco hacia arriba por que él le lleva varias cabezas y el sobretodo negro lo hacía parecer más alejado. Imagen de una fragilidad y una potencia. Hacedores de caminos, imparables en el amor, los seguía con la mirada, reducía marchas y los seguía entre el invierno envolvente pero a ellos los envolvía una cosa hecha de ellos mismos de su propio frío de su propio calor, la sangre que lo hace que lo hizo alguna vez y a ella la hizo esa sangre también, la parte de uno la misma para los dos. Todo tapado irreconocible me iba esfumando la mañana me echaba encima su niebla; todos intentaban escapar del frío pero no hacían más que salir como el sol. Los veía caminando a ellos compenetrados y las ropas no hacían más que flamear sin llamar la atención de nadie como pueden temblar las hojas del helecho, uno anónimo, en los balcones sin llamar la atención. Y un momento aquel... Pero la corriente de la mañana tiraba para llevarme río y calle abajo. Y estaba irreconocible con todo aquello encima para afrontar las bajas temperaturas que si me miraban no iban a adivinar que se trataba de mí. Pero yo que no había parado de hacer gestos para que me vieran después me preguntaba si no había sido lo mejor que todo hubiese quedado así como en secreto.
 Después el horror de los sueños gritaba no podía seguir. Tenés que hacerlo decía otra voz. Explicaba que este sufrimiento del mundo del punto del que hablo es porque lo rememoro y lo rememoro. Si yo ya no vivo entonces ya no rememoraré un hecho tan triste como éste y entonces el hecho inevitablemente dejará de existir. Lo único que quería es que dejara de existir. Había estado leyendo bastante a Jack Kerouac aunque con él nunca se contagia uno de horror o tristeza, al menos en estado puro. Tal vez en aquellos días el gran Jack había estado leyendo a Schopenhauer -frecuentando algunas páginas del aprendiz de brujo de Castaneda, creo que los beatniks lo llevaban en las guanteras- y bien, parece que viajando a la ciudad de Tanger naufragó en el carguero que lo llevaba hasta África; esto lo cuenta en un hermoso libro que se llama Viajero Solitario. Miraba desesperado desde su camarote por el ojo de buey y solo veía muros de agua embravecida. Me cuesta bastante imaginar a Kerouac con miedo. Pero al ver aquella bravura del mar y cómo la tripulación yugoeslava dejaba hasta la última gota de energía para huir del fenómeno climático el tipo estaba cagado, y es comprensible. Y entonces dice: «¡Brazos níveos de Dios! Vi sus brazos allí, al lado de la escalera de Jacob, el lugar donde, si teníamos que desembarcar y seguir de algún modo(...) yo estaría delante del Rostro de Dios, esa cara blanca diciéndome: "No te preocupes, Ti Jean, si te llevo ahora y llevo también a los pobres diablos de este barco es porque nada sucedió jamás excepto Yo, todo es Yo -" o como dice la Escritura LanKavatara: "Nada existe en el mundo salvo la Mente"»  
 Por qué siempre los sueños aberrantes me quitan las cosas que más amo. Por qué me inoculan esos fríos, sí, me dicen luego, tenés que seguir. No quiero seguir así rengo, amputado, desenraizado de las cosas más amadas como diría oh una tragedia clásica! Si todo es representación... todos juegos en la gran mente infinita de Lankavatara. Es difícil no sospechar que quienes abrazan esa voz lo hacen por el interés de hallar un punto de escape de las pesadillas que golpean en lo más bajo.El agua que golpea en el corazón con fiereza. No hay nada como morir ahogado porque es como morir entre caricias que oprimen el pecho con un gran dolor. Por eso Ti Jean necesita ser Ti Jean, estar en un barco a la deriva en medio de una tormenta que juguetea con las vidas como una ráfaga helada de viento lo haría con un residuo. Y después perderlos a todos; a los hijos, a los padres, a los hermanos y a los amores sobre los cuales la vida está plantada como una isla solitaria. Dar la vuelta a la manzana. Tener pesadillas y ser consolado por los padres, recordarlo después siempre. Dar la vuelta a la manzana en bicicleta reconocer cada irregularidad del terreno. Dar vueltas en la gran cabeza de Lankavatara y repetir, repetir, diez respiraciones y largar todo el aire abajo del agua. Tomar aire en el instante justo en que los pulmones colapsan y largarlo todo abajo del agua.              

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