02 noviembre, 2014

El cerro el cerrito ese y la danza

 El teatro era negro, alto y con cierta profundidad. Mientras esperábamos en la antesala alguien dijo que eso era una cagada. Dije que era asombroso y un teatro terrible, y repetí, asombroso. Pero es una manera irónica de hablar? Ay no estás... en la onda de lo que queremos decir. 
 Cuando después al final todo el elenco estaba sentado en sillas de color gris oscuro igual que las butacas recordé que los últimos días había estado planteándome algún modo de explicar eso que pasa cuando vemos, cuando estamos frente a una obra de arte de cierta magnitud. Algo acontece claro en el orden del pensamiento y del cuerpo.
 Tuve ganas de llorar; pero la mayor parte del tiempo reí a carcajadas, incluso, cuando algunas bailarinas me dijeron los piropos más lindos. 
 Los cordobeses primero se metieron con el lenguaje (acá), lo mascaban como un chicle, mejor dicho como cuando se tiene un chicle en la boca y no se lo aplasta, no se le deja a la goma dulce las marcas de los premolares. Chupada tras chupada, relamiendo una y otra vez las palabras y resoplando y repitiendo. Ahí mira papito ahí están las sierras y el dique de Santa Helena. Ahh... mira ahí mamita ahí están las sierras y el dique de Santa Helena. Miraaaa mirá mamita ves eso que está ahí es el dique de Santa Helena y todo todo lo que rodea al dique son las sierras. Mirá papito querido todo eso que está allí son las sierras y el dique de Santa Helena. Mamita mamita todo aquello que tenés frente tuyo son las sierras y más acá, apenitas más acá, abajito ahí es el dique de Santa Helena... Ahh sííí... ahh ahh síí papito síí cómo me gusta... las sierras y más acá el dique de Santa Helena. Tal vez no sea una casualidad que en el teatro los cordobeses se metieran a producir sobre el silencio, sobre el gesto, sobre esa jocosidad dulce que se pega y se hace amiga de esa lengua que cualquiera escucha y de la que se quiere hacer partícipe.
 A cada rato alguno se acercaba al micrófono y poblaba el escenario de noche y de revoloteo de rememoraciones que estaban ancladas en la añoranza del terruño, en las noches compartidas con los amigos, en los bailes y los tragos; los excesos de las pasiones, las fiestas y el baile.
 Siempre esa acumulación oscura en que nunca se sabe lo que puede una voluntad libre. Porque en definitiva cualquier cosa puede pasar cuando una voluntad libre se encuentra con otra y ambas deciden por ejemplo ir a desmadre. Sí mamita por más que los mire y los mire si quieren pegarse lo harán y si mamita no llega a tiempo piñas y piñas y más trompadas dejarán craters sobre la cabeza del pegador. Y si es de noche tanto peor, cuando una simple reverberación de luces opacas se sienta cerca ya es que se están matando. Se hace como un halo de polvo alrededor y el tiempo parece congelarse, los pibes parecen toros y una tierra sucia se volatiliza y sube para provocar más y más confusión y violencia. Por suerte a la vuelta pusieron un puesto de choripanes, de choripancitos y hacen ofertas a los que pasan, pasan y se las hacen a ellos mismos, las bajan y las suben, le ponen fernet o le ponen choripán, le sacan la coca y lo dan con fernando, con un fernandito. Venden todo muy rápido se venden todo porque se compran todo sin arrepentirse nunca. Después uno de ellos coloca un cajón en el centro del espacio las luces se quedan quietas. Le colocan otro cajón de manera que se forma una T pero dada vuelta. Y en el frente de la T dada vuelta se sienta el conductor, todos los demás se cargan atrás y quedan a la expectativa. No sé cómo lo hacen pero arrancan y el espacio de la sala se amplía porque si no no podrían avanzar, y doblan y trepan porque en Córdoba abundan los caminos sinuosos y las pendientes y las trepadas abruptas. Qué bárbaro lanzarse a la noche por un camino así, sin iluminación más que la del vehículo, se oyen abajo las piedras de formas aleatorias golpear contra el chasis, salir despedidas rodando rápido hacia un costado.Y salir despedidos, ellos, hacia otro pueblo del otro lado del cerro ese, pero que ninguno sabe si bordearlo, si subirlo y dejarse empujar del otro lado, si atravesarlo por el valle y dejarlo atrás, si cambiar de conductor, si bajarse y ponerse a bailar. 
   
         
  





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