28 diciembre, 2013

Cortes

 Desde el resentimiento o la incomprensión me pregunto por qué las fuerzas son así. Por qué llevan y traen las fuerzas; acaso es un capricho lo que allí atrás subyace? Acaso sea, a lo Nietzsche, la tirada de dados... acaso el universo/el niño que juega con los destinos. La vida y la potencia siguen reglas y patrones extraños. La potencia, la duración, ese aferrarse silencioso está en lugares olvidados por todos y sobre todo por el deseo de querer que ello continúe allí. Pero a la vida qué puede importarle eso? Puede estar allí igual, sin intestinos o con órganos vitales todos agujereados donde ya no hay nada, ningún líquido que pueda correr escaparse con la vida a otro lugar. Y cuando todos esperan que la vida esté, no está. Solo la indiferencia de los signos maltrechos e inexplicables. Solo la persuasión de que nada puede hacerse y hay que esperar. Alcanza y es suficiente esperar. La vida omnisciente le da a unos muy poco a otros demasiado y eso enoja a los que juzgan que acá debe estar que acá debe no cortarse, aun. La vida es como las centrales de energía: Atucha I, II y III. Es inconclusa, es parcial, se corta y se distribuye con ineficacia, desparpajo, ante la menor variación, inclemencia, exceso, de temperatura, se funde y apaga.    

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