01 mayo, 2013

La n° 1

  Lo que dicen los médicos siempre es determinante y misterioso. Es determinante porque hay una verdad que encapsulada se traslada y se inocula sobre el cuerpo y sobre lo que dijeron y lo que dirán. Es misterioso porque en un punto indeterminado nunca se sabe qué es lo que fue dicho y cuál fue el alcance de los juicios que luego en el tiempo lentamente se van desvaneciendo. Luego todo es tan relativo que ya no queda nada. Aquella vez los médicos dijeron que había sido una suerte que Mónica se estuviese justo por parar, por poner en pie para salir a jugar y rematar y hacer volea y potenciar el tablero de una manera tan demoledora que en ese tiempo, principios de los noventa, no había alguien que pudiese vencerla. Todas las grandes habían sido barridas y las que podían serlo, como Gabriela, no tenían chance. A mí también me llenaba  de rabia cuando esta máquina de los balcanes le ganaba a Gabriela. Sobre el cemento sintético alemán o sobre el polvo de ladrillo de España o la roca volcánica de los balcanes; no había nadie que le puediese ganar en aquel momento a Mónica. Pero la carne es tan vulnerable, tan propensa a dejarse penetrar que solo dos centímetros de la hoja no demasiado afilada de un cuchillo de cocina le provocó un cambio radical a su vida. Estaba sentada y ya casi se paraba con la espalda sudorosa con esas gotas que solo una campeona rica puede emanar de la piel. Esas gotas de oro que desfilaban por su cuerpo fino. Y el loco apareció con el cuchillo y se lo fue enterrando a discreción. Atardecía. Los de las plateas miraban todo con vinchas y caros lentes de sol. Había poco sol ya pero igual se los dejaban puestos porque se olvidaban que los tenían puestos o porque la sangre que brotaba rápido de la herida de dos centímetros de profundidad en la espalda de Mónica tenía que ser olvidada. Todo es un comercio insoportable. 
 Hoy se cumplen veinte años del derrumbamiento del incipiente imperio de una superdotada que descansaba en su silla director antes de salir a ganar los últimos set. Se inclinó hacia adelante levemente pero casi con sorpresa para el loco que también  se inclinó, aproximó el brazo con esa violencia y esa convicción que solo tienen los locos y la puerilidad de una psicosis mal curada. El cuchillo se enterró y fue atraído por el punto justo de la debilidad como alguna vez el talón de Aquiles atrajo la saeta que  derrumbaría el edificio inexpugnable de la lucha cuerpo a cuerpo. Los puntos vulnerables son aquellos que se conectan con el cosmos interior. Entonces comienza un vertiginoso proceso de demolición de las energías, hasta que finalmente la máquina se para. Tal vez Mónica nunca se inclinó hacia adelante... Si no se hubiese inclinado hacia adelante hubiese quedado paralítica dijeron los médicos porque el cuchillo hubiese destrozado la cervical. Se supuso natural que antes de ingresar a la cancha se inclinase todavía sentada en su silla para ajustarse los cordones... Obviando un detalle escandaloso! Mónica usaba por aquella época zapatillas con doble velcro, si bien es cierto que las tiras de velcro también precisan ser ajustadas. En fin, el loco había predicho en su plan maléfico cómo todo se encadenaría y quizá sabía que dos centímetros de profundidad bastarían para que la energía drenara en la medida necesaria para que el cosmos interior dejase de brillar. De algún modo intuyó dónde estaba ubicado el tapón de ese río y tiró de la cadena para que todo el caudal corriese a otros brazos. Todo se fue arremolinando haciendo resoplidos que succionaron rápido la fertilidad de la campeona.    

No hay comentarios: