28 agosto, 2011

Destiempos

 Nos hubiese gustado decir lo que teníamos que decir en el instante preciso, pero nunca funciona así para nosotros. En todos los demás casos no nos importa esa contramarcha, esa estupefacción. Pero con ustedes sí hubiésemos querido reaccionar a tiempo. Explicarles que todo eso lo habíamos predicho. Ahora qué hacer, qué hacer con nuestra vida disponible; material ahí echado junto a la puerta en esa espera de que las cosas pasen. A quién se le puede preguntar, junto a la puerta no hay nadie, no hay luz ni esperanza ni expectativa. Tal vez no esté lo suficientemente entreabierta y la hendija sea demasiado pequeña. Qué pasará si empujamos la puerta y entramos, qué pasará si nos quedamos a la espera de que otro la abra por nosotros. Bueno sería para nosotros poder abandonar este lugar de indecisión de cargarse de silencio y de sombra. En otro sueño deberían ustedes abrir la puerta, asomarse, saludar, un beso un abrazo y luego contarles de este enojo repentino, impotente de sentirse barrido junto a la puerta, fuera, lejos.

27 agosto, 2011

Arrepentirse

 Siempre viviendo y pensando en un tiempo que ya no está. Desencajado. Frente a un horizonte que ya no se pierde por todos los flancos y que tampoco nos ciega por su abrumadora intensa profundidad. El tiempo que ya no está. Arrepentirse. Arrepentirse. Arrepentirse. Y ahora tener todo ese apelotonamiento de tiempo para nada. Un tiempo que da risa y lástima que se desparrama sobre las sillas y deja un reguero de insatisfacción sobre las mesas y todo lo que toca. Ayer. Un tiempo que se escapaba pero para retornar como pequeñas esquirlas con las que componer una obra imperceptible. El tiempo ido era un tiempo que fluía a una velocidad insoportable, eso nos enfermaba y nos mataba todos los días. Y nos acercábamos más y más al climax al que tanto queríamos llegar. El momento en que nos encontramos lanzados a una estratosfera donde todo es desgarradura y nos preguntamos si al fin aprendimos algo. 

22 agosto, 2011

Una pregunta

 Me preguntan una noche casi cuando nos estamos quedando dormidos y la oscuridad se va entibiando de a poco que cuál fue el momento más feliz que puedo recordar juntos. Respiro hondo como si fuese a exhalar un montón de frases pero no sé qué decir; un rato todavía me quedo pensando y al final me duermo. Después pasan un montón de años y cualquier respuesta me parece adecuada. Ustedes me recomiendan muy especialmente leer un poema que es oportuno en relación a un comentario que hice sobre la preparación de un guiso para que comamos juntos otro día que seguro vamos a inventar. 
 Me acuerdo nada más o por caso que había ido al chino a comprar una noche fresca y vine todo cargado pero me sentía muy liviano. Cuando descendía el cordón altísimo en Rivadavia eso me alegraba y después cruzaba la Avenida trotando. No sé en qué pensaba, amaba esa rutina y solo quería estar en yerbalito y cocinar. 

17 agosto, 2011

Milagros


 De vuelta, otra vez andábamos por allá mirando la negrura del cielo del mediodía. Se había puesto así de repente. Cuando las fuerzas se espesan, se ensanchan y comienza a crujir todo el entorno de la naturaleza... nadie se acuerda de ningún pronóstico. El cielo estaba negro y quieto, como hecho de una masa que solo esperaba el último movimiento de partículas para desprenderse y desplomarse como un manto interminable de dolor, de frío. Convencidos de que en lo mojado no se genera nada bueno, nada estable, nada realmente vivo... 
 Nos recostamos sobre el respaldo de un sillón cómodo para sentirnos más livianos y contrarrestar el dolor, las vísceras atrofiadas desde hacía meses. 
 Levantamos en ese preciso instante la llamada. Era DTU para avisar que el fit había llegado a los 400. Nos contagio la alegría, las ganas de festejar, de abrazar a los compañeros y llorar y reír toda la noche. 
 Pero después ya no podíamos reír, mientras avanzábamos desganadamente sintiendo el suave repiqueteo sobre la fina capa de agua en el asfalto azul que deslumbraba todavía más bajo esos grandes faroles de luz fluorescente. Qué de noche estaba todo, a un costado nuestro un chico zumbó deslizándose con una gran tabla de skate. Y eso era lo único, no había más señal de movimiento ni de gente. Las rueditas de goma maciza del skate iban dejando unos largos trazos que se fundían sobre el trasfondo liso que ya no era la calle. Era una superficie para bañar todo de azul y contornear sobre ese plano liso único la noche mojándose así misma, imperceptiblemente, y liberando como un chorro de altísima presión todo el silencio posible.

11 agosto, 2011

Ver el tiempo

 Hay un momento de la tarde, cuando la luz ya se está diluyendo en el ambiente, en que te veo y me pongo triste. Las cosas que nos ponen tristes van como apareciendo solas. Un día nos damos cuenta de que ver que el tiempo pasó nos pone tristes; eso es como algo que se desmorona con suavidad pero no se puede detener juntando las palmas de las manos y oponiendo una fuerza. No hay contención porque es como arena que se cuela, agua que se escurre, granos que ruedan sin ser vistos, cosas que flotan. Me voy apurado, no sé por qué me apuro tanto, dudo que en otro lugar alguien me esté esperando. Vamos juntos hasta la puerta, atravesamos primero ese pasillo donde jamás nos imaginamos alguna vez en la lejanía. Hay hojas por el suelo y la noche corta todo con el frío. Nos damos un abrazo, tímido, después todo el camino me voy a ir reprochando no haberte abrazado con más fuerza. La puerta de una casa vecina se abre de a poco pero ruidosa espanta las pocas palabras que en el aire danzaban aún, un último saludo. Camino unos pasos y me doy vuelta y te veo. Ahí es cuando noto que varias imágenes y figuras de tu silueta se van superponiendo de manera simultánea y un resplandor que nace de la boca y de los dientes, de la sonrisa de la mano que me despide. Todo es exactamente igual y a la vez tan otra cosa, todo el tiempo pasado, y la vida, no sé por donde va tramando y destramando cada fulguración, cada pálpito que nos acerca y nos aleja, nos empequeñece, nos curva y arrastra.